lunes, 26 de mayo de 2008

¿Por qué cuesta tanto movilizar?

Por: Crate de Tebas
Fuente: www.mitomundialización.blogspot.com. (20.05.08)

Ahora que algunas asociaciones preparamos un seminario sobre el problema de la vivienda en España es inevitable formularse algunas preguntas. Por ejemplo: ¿Por qué cuesta tanto movilizar a la gente? ¿Cuáles son las razones por las que una concentración o un seminario sobre el problema de la vivienda tienen tan poco gancho entre los jóvenes? ¿Tan importante puede ser una cuestión estética —formas de vestir, cánticos, procedencia social, etc— como para alejar a muchos de la movilización? ¿Por qué algo que todos consideran racional —defender tus intereses— provoca tanto pesimismo y escepticismo entre los jóvenes?

Estas preguntas son habituales entre las personas de izquierdas. Las respuestas, por desgracia, se han convertido en auténticos enigmas para los que aún confiamos en la posibilidad de ofrecer una réplica a la democracia-liberal capitalista. Montañas de libros de sociólogos, antropólogos, filósofos y otros pensadores apenas nos ayudan a encontrar la clave. Todos estos autores se acercan, sin duda; todos ellos nos han ayudado a comprender muchas cosas, pero aún seguimos sin encontrar resultados. ¿Qué hacer?

Algunos sociólogos como Richard Sennett o Ève Chiapello comprenderían nuestro pesimismo, pero al mismo tiempo nos animarían a seguir optando por los movimientos sociales. Ya ni siquiera importa el resultado político: es ante todo una cuestión ética. Muchos sabemos que el Matrix liberal-individualista se impone en niños y adolescentes a través de los medios de comunicación y los nuevos modelos educativos, basados en la competitividad y el pragmatismo.

El centro-izquierda se ha situado en una posición demasiado condencesdiente e incluso ingenua en relación con el contexto socioeconómico actual. Quizá una excesiva corrección política les lleva a seguir confiando en el Estado como instrumento al servicio de los ciudadanos y garante del equilibrio social. Pero tal confianza no es más que una ilusión. El viejo modelo del Estado de bienestar se construyó sobre unos fundamentos y contextos muy diferentes a los de la mundialización económica; algunos de sus presupuestos éticos y sociales ya ni siquiera forman parte de nuestro sentido común. Muchos se preguntan cómo es posible que los políticos hayan podido permitir una situación tan lamentable como la que vive España en materia laboral o de vivienda, sin percatarse de que el Estado es precisamente el instrumento que allana el terreno para el poder económico; es más, es el Estado el que permite la viabilidad a medio y largo plazo del capitalismo.

Los Estados hegemónicos occidentales sólo han buscado el equilibrio cuando se han topado con movimientos sociales y Estados capaces de ofrecer un modelo alternativo al capitalismo. Estas alternativas ahora mismo no existen, pero eso no debería impedir que los movimientos sociales siguieran ejerciendo presión frente a los abusos del poder económico y en defensa de pilares como la educación y la sanidad públicas (y de calidad). Sin movimientos sociales sólidos, difícilmente podremos recuperar el sentido de de la responsabilidad social o fomentar valores sociales, participativos y altruistas. Pues nada de esto se enseña en las escuelas privadas (cada vez más numerosas) o en los medios de comunicación, donde son capaces de hablar de "sentimientos colectivos en el deporte" (otro día hablaremos del carácter ideológico del deporte). De sobra sabemos que luchar contra esos dos aparatos ideológicos con herramientas como internet, al menos a día de hoy, es como utilizar una armadura y una espada para combatir contra molinos de viento.

Hace unos días encontré un comentario anónimo en el excelente blog de Dicky Turpin que resume perfectamente la situación actual. Con una extraña mezcla de indignación e impotencia, sintetiza con implacable realismo la deriva social en estos tiempos de vacuidad moral posmoderna y dogmatismo necroeconómico. Cito:

"Desengáñese, nos subirán la luz, ya lo han hecho con alimentos tan básicos como la leche, los huevos y el pollo, los jóvenes y menos jóvenes no pueden independizarse, pues no pueden costearse una vivienda, los trabajos no pueden ser más precarios... pero aquí no se moverá ni dios. Muy triste pero así es, es la maldad del capitalismo que vivimos, ya se encargan ellos mismos de tenernos entontecidos con las chorradas que nos ponen en tv y otros medios de comunicación, los padres no pueden ni medio educar a sus hijos, pues se pasan todo el día trabajando (ambos) para medio sobrevivir y cuando regresan a casa están extenuados. La enseñanza es pésima y los modelos que les hacen seguir a nuestros jóvenes son los de o.t., gran hermano etc. El esfuerzo y el estudio hoy no es digno de admiración, en fin solo me entran ganas de decir aquella frase de finales de los 70: que paren el mundo que yo me bajo... Y que nadie quiera rebelarse contra todo esto, es algo que no me explico, al menos los jóvenes que siempre han tenido más rebeldía, pues nada ni esos...".

¿Cómo hemos podido llegar a esta situación tan irracional en unas sociedades diseñadas —eso dicen— desde los parámetros de la racionalidad y el progreso? En los próximos posts intentaré dar algunas respuestas teóricas a este párrafo.

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