lunes, 1 de septiembre de 2008

TRANCAS SEXUALES Y CONVICCIONES RELIGIOSAS

Por: Manuel Martínez Opazo
Fuente. www.lanacion.cl (01.09.08)

La sociedad siempre vive determinada por fantasmas que la vigilan. La mayoría de las veces se debe a prejuicios relacionados con la tradición que todo norma según una ética y unos patrones religiosos que no responden al momento, sino a la repetición de conceptos trasmitidos de generación en generación. Todo determinado a su vez por los convencionalismos religiosos, políticos y culturales.

Formamos parte de una sociedad tradicionalista, de remarcado machismo y, sobre todo, con ganadores en el momento de mostrar a nuestro hombre macho, pero al mismo tiempo sabiendo que la verdad es otra. Nuestras trancas no nos permiten ser libres. Una mochila nos limita. Desde pequeños se nos induce a pensar que todo es pecado, que somos incapaces de estar a la altura de la pureza y que nos debemos esforzar para lograrla. Sufrimos un sinnúmero de mutilaciones, traducidas en autorrepresiones que nos atan y llevan a ser impotentes, eyaculadores precoces o trancados. Por otro lado, vemos cómo muchas mujeres no expresan su sentir y se limitan en el placer porque les señalan que es sucio y anormal.

Los convencionalismos adquiridos con los años quedan muy de manifiesto detrás de la familia, institución cimentadora del resto de la estructura social. El discurso es dicotómico: liberales afuera pero tremendamente conservadores en las decisiones que corresponden a la vida privada de quienes conforman nuestro núcleo. Todas las frustraciones que enfrentamos -sentimentales, sexuales o de cualquier otro ámbito- nos llevan a entender que el problema no es externo, sino sicológico. No sabemos cómo actuar con nuestros deseos. No se nos conversa con seriedad del tema. Las Jocas fueron atacadas por los sectores conservadores de la Iglesia Católica y terminaron por restringirse o no realizarse; o sea, para un sector que mantiene un poder fáctico hablar de algo tan normal y común como la sexualidad era peligroso y por tanto se debía ocultar.

Nunca he comprendido por qué la sexualidad se trata de llevar a la genitalidad, distante una de la otra, complementaria. Al no tener claras las diferencias, al no recibir en el colegio y en nuestra formación una entrega adecuada de información, andamos perdidos, confundiendo términos y formas de conducta. Hace un tiempo una amiga enfermera de una clínica del sector oriente me contaba sobre la gran cantidad de niñas que llegan a la consulta enfrentando absurdos sexuales. Ellas se juraban vírgenes porque nunca había dejado que su pareja las penetrara vaginalmente, o sea todo era admisible pero eso quedaba limitado al matrimonio. Por desconocimiento, por falta de comunicación para conocernos plenamente, asumimos conductas inadecuadas que creemos que son lo correcto.

La liberalización y el destape se asocian con una mayor libertad sexual, lo que no es sinónimo de libertinaje o de andar desnudo, sino de aceptar con amplitud las diferentes opciones, la democratización de géneros y, sobre todo, la limpieza del alma y la mente en cuanto a prejuicios y trancas. Cuando terminó la dictadura de Franco en España todo se destapó. No sólo crímenes, sino mentes y cuerpos. Los medios, calles y hogares de ese conservador país se llenaron de desnudos y sexualidad. Un gran apogeo erótico los invadió y con los años fue ajustándose y terminó por ser parte de lo normal.

En Chile ese destape no ha llegado. Siempre algo o alguien sale con un discurso antojadizo que nos hace retroceder, atrevernos a reconocer que detrás de cada uno también existe una vida sexual y lo malo está que no la sabemos aceptar como normal. Es tan complicado hablar de sexo, referirnos a él con libertad, saber entender en qué plano nuestro somos seres sexuados, con deseos permanentes de expresar afecto, de emparejarse y copular y seguir haciendo una vida normal y sin limitaciones. No es posible detener y reprimir lo que es parte de nuestro ser. Si aprendemos a convivir con nuestro sexo, seguro seremos más íntegros y capaces, limitaremos nuestras trancas y estaremos sin duda más alegres.

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