viernes, 28 de septiembre de 2007

MI OPINIÓN FRENTE A LA DECLARACIÓN QUE SUSTENTA UNA LÍNEA FAVORABLE A LA DIRECCIÓN DE EL DIARIO "EL SIGLO"

HERNÁN MONTECINOS
Escritor ensayista


Resulta muy saludable que el diario “El Siglo” a través de un grupo que firma bajo el título “trabajadores y colaboradores del diario El Siglo” haya hecha pública, de una vez por todas, una declaración puntualizando su posición, respecto del conflicto que mantiene con sus trabajadores afiliados al sindicato. Demasiado tiempo en silencio respecto de un conflicto, que si bien, afecta a ese semanario y, por extensión, al Partido Comunista, resultaba ser un problema que ya había saltado a la palestra pública y, como tal, no resultaba saludable que una de las partes mantuviera un prolongado silencio. Ahora, recién teniendo frente a frente las dos partes del conflicto, tengo antecedentes más que suficientes para opinar con mayor propiedad sobre el mismo.

Antes que nada, debo puntualizar, que así como di cabida en mi blog, a la declaración última del sindicato de trabajadores, así también, en nota que va más abajo, incluyo la declaración representativa de la dirección del diario “El Siglo”, atendiendo la línea editorial pluralista que me motiva, esto es, dar cabida a todas las opiniones que provengan, o tengan que ver, con los problemas que se suceden en el mundo de la izquierda. Lamentablemente, no puedo decir lo mismo respecto de “El Siglo”, semanario que se ha caracterizado por mantener, en mi opinión, una línea descalificatoria y sectaria, con aquellos que discrepamos de su línea oficial. No sin razón esto último ha dado pie para que algunos califiquen a ese semanario, y al propio P.C., de ejercer prácticas estalinistas. Y aunque yo no diría tanto, de lo que si estoy cierto es de que, a lo menos, ello responde a una actitud de ensimismamiento, de arrogancia, de soberbia y de exacerbado autoritarismo que ya se la quisiera el mismísimo Ricardo Lagos. Más aún, en un diario que se supone de izquierda en el que debiera darse, dentro de ese campo, el mínimo de pluralismo, tan necesario hoy para reconstruir a la alicaída y maltrecha izquierda chilena.

Sobre este último, creo que el P. C., o cualquier partido político que se quiera, tendrá todo el derecho de exigir ciertos grados de lealtad a sus militantes, con el sólo límite de que ello no signifique mantener prisioneras sus conciencias. Hasta donde se sepa, el P.C. chileno nunca había sido un regimiento y, por tal, sus militantes tampoco unos simple milicos. Sigo creyendo que las lealtades son buenas, sobre todo en periodos tan frágiles e inciertos como el que nos encontramos viviendo, pero cuando esas lealtades se ofrecen al precio del puro voluntarismo y, más aún, al precio de hipotecar las conciencias, éstas se vuelven estériles y de nada sirven. Y menos, cuando ellas pretenden justificar causas que son indefendibles. En esto, tenemos que ser muy claros, en cuanto a que una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa o, si mejor se quiere, en jerga popular, “al pan, pan y al vino, vino”. Si confundimos los términos quiere decir que estamos irremediablemente jodidos.

Ahora bien, al tenor de las razones dadas por los firmantes de la declaración del diario El Siglo, desde ahora los que laboren en dicho semanario quedan advertidos que tendrán que hacerlo no como “trabajadores” o profesionales (para el caso de los periodistas), sino como heroicos y sacrificados “militantes” comunistas. Se deduciría de tal condición, según creo entender que, en lo sucesivo, los que allí trabajen no pueden, o mejor aún, no deben formar sindicato alguno. Curiosa dicotomía reservada para aquellos que trabajen en una empresa de propiedad del P.C. chileno. Los heroicos militantes del P.C. chileno tendrán que trabajar, de aquí en adelante, sin chistar, sacrificándose por la causa, sin mayores pretensiones de sueldo, y si es con puro trabajo voluntario, tanto mejor, no importando si los susodichos militantes tengan familias e hijos que alimentar, y que la precarización de la salud los tengan a mal traer, y se encuentren sus hijos imposibilitados de estudiar en colegios respetables o, a lo menos, aceptables, o que les corten, por no pago, los servicios del agua o la luz, etc. Todo eso, serían meros pelos en la cola. En buen castellano, un verdadero llamado a la martiriología. Y si esto fuera así, y tuviera que ser sólo así (al modo más romántico), entonces, unamos todos nuestras voces para gritar juntos, a Renovación Nacional, la UDI y los empresarios de la banca y las transnacionales incluidos… ¡VIVA LA FLEXIBILIZACIÓN LABORAL¡… Claro está, que ahora este grito para hacerlo válido a los trabajadores de las empresas del P.C. chileno. Total por distintas razones y por distintos caminos, igual al final todos llegamos a Roma, según nos enseñó San Pedro en uno de los pasajes bíblicos.

Frente a las razones dadas por los adherentes a la politica del diario “El Siglo”, lo único que me cabe pedir es que sean más realistas. No están los tiempos para hacer una galimatías conceptual entre trabajador y militante. No tomemos ni lo uno ni lo otro para acomodarlo a conveniencias inmediatistas. Al César lo que es del César, con esto quiero decir que el militante es a lo político, como el trabajador lo es al trabajo. Nada de medias tintas, ni nada de emborrachar la perdiz con frases floreadas y bonitas que sólo sirven para henchir el pecho. Después de todo, la realidad suele ser más fuerte que cualquier loable intención que se pretenda. Justamente, es el marxismo el que nos enseña que la realidad es siempre dialéctica, y como tal, toda razón o motivo que pretenda ser convertida en pétrea o inamovible, al poco andar se cae a pedazos haciéndose añicos. Por eso, dejemos descansar tranquilo en su tumba a Luis Emilio Recabarren. Es cierto, el fue un heroico militante comunista, de aquellos que de cuando en vez la historia produce dotado de cualidades especiales y que responde a otra estirpe. Pero, ni yo soy Recabarren, ni tampoco los firmantes de la declaración, ni los trabajadores del diario “El siglo”, ni aún la Gladys Marín, excepcional compañera comunista que tanto echamos de menos y extrañamos. Por favor, ubiquémonos en los tiempos, y también en los contextos, para no caer en el vicio fácil de caer en consignas. Eso de hacer traslaciones mecanicistas con las personas y los tiempos es poco dialéctico, es decir, antimarxista. Seamos más riguroso en el examen de la realidad para saber hacia donde va la micro.

Y si digo esto, es porque cualquiera sea la intención o explicación de los responsables del semanario “El Siglo, el hecho cierto es que en dicho semanario existe un sindicato de trabajadores, y ello gústele o no a sus directivos, y al propio P.C., es un hecho de la realidad que no pueden soslayar ni menos descalificar con argumentos vacíos y huecos como si estuviéramos en la República idílica de Platón o en la “Utopía de Tomás Moro. Para allá queremos ir, para allá nos encaminamos, pero la misma teoría marxista nos enseña que la historia no se construye a puros saltos dialécticos, que hay procesos y hechos, y situaciones intermedias que no se pueden dejar de considerar, es decir, tomar en cuenta la realidad pura, realidad que en Chile, por desfortuna, ha sufrido una gran involución, un gran retroceso, desfavorable a los trabajadores, haciéndole perder muchas de sus conquistas. Por eso no le pidamos a los que trabajan en el diario El Siglo, que sean poco menos que mártires, ni menos los talibanes o lo mujaidines del periodismo chileno, sobre todo, en las actuales circunstancias, que son muy distintas a las de la época de Recabarren, en la que el periodismo se hacía a puro ñeque, a puro pulso, y también, a puro mimeógrafo. Pero da la casualidad que la realidad de hoy no es la realidad de antes, y con ello el mismo periodismo no es ni la sombra de lo que era en el pasado. Hoy día con la globalización y la tecnología hay muchos periódicos electrónicos de izquierda que de un sólo paraguazo logran captar 20.000, 30.000 o más miles de lectores diarios; así de simple. ¿Cuántos lectores tiene hoy el “El Siglo”. Mejor ni decirlo para no ruborizarnos. Es que sin pluralismo, imposible hacer periodismo de verdad, a lo menos, desde el lado de la izquierda, y ese es un error que ha cometido la línea política de la dirección del P.C. lo que ha llevado a ese semanario a una situación extrema que lo tiene al borde del caos y del desastre. No le echemos la culpa a los trabajadores del diario por una mala orientación y peor administración de directa responsabilidad de sus directivos. No pocos militantes me han confesado que les resulta toda una lata leer hoy el diario “El siglo”, porque más que un diario plural y de opinión (lo que sería correcto) más parece un diario de sloganes y consignas. No quiero decir con esto que dicho semanario tenga que colocar en sus páginas traseros y pechugas para que así sea leído, no nada de eso, pero sí estoy convencido que hay que hacer una profunda revisión de su actual línea editorial, que vaya incluso más allá de ser intérprete del puro pensamiento comunista, sino que manteniendo aquello como esencial, de cabida a todo el pensamiento de la izquierda. Creo que por ahí iría la cosa. Ser más creativo, más imaginativo, en fin buscar modos de encantar para que sus mensajes sean leidos, sin necesidad de llenar sus páginas de consignas, que de tanto repetirlas, cansan hasta los más estoicos de los militantes comunistas. Por ello, insisto, es la realidad misma la que ha hecho cambiar todo lo que existe, lo que ha llevado al mismo periodismo a no ser como el de antes. Saltarse ese simple y elemental hecho, no tiene nada que ver con lo dialéctico ni, mucho menos, pensar desde el marxismo el problema en forma seria.

De otra parte, y relacionado con el conflicto, el P.C. debe atenerse a acatar las normas y procedimientos laborales a que se encuentran sometidas las partes involucradas, aunque ello los haga fruncir el ceño y los contraríe. No hacerse cargo de los derechos laborales que les corresponden a los trabajadores del Siglo, incluido por cierto su derecho a formar sindicato, es ir a contracorriente, o poco menos que a un suicidio político. Y esto sería fatal, no sólo para el P.C. sino que para toda la izquierda chilena, porque la porfiada realidad nos dice también que, en Chile, no puede haber izquierda sin el partido comunista y viciversa. Sería una gran frustración para todo el conjunto de la izquierda seguir manteniendo una política así de suicida, para esa izquierda que con fervor y ahinco ha luchado y sigue luchando por la causa de los derechos de los trabajadores, “de todos los trabajadores”, para los cuales no cabe excepción alguna, como pretende arbitrariamente el P.C. hacerlo para los trabajadores que le son dependientes. La política del padre Gatica, aquel que predica pero no practica, no puede hacerse carne en el partido comunista, a lo menos, en lo que se refiere a la defensa irrestricta de los derechos laborales, insisto, para todos los trabajadores sin excepción.

Ahora bien, concediendo algo, es posible que en Cuba pueda darse aproximadamente esa lógica que pretende hacer prevalecer aquí en Chile para los trabajadores de “El Siglo” el P.C. chileno. Y aunque lo dudo, y suponiéndose que sea así, no creo que los trabajadores del diario “Granma”, por ejemplo, en Cuba, trabajen poco menos que gratis por ser militantes y estar activos en favor de la causa. Puede que sí, puede que no, no estoy seguro, pero cualquiera que sea la condición sobre la cual especulo, hay que tener presente que allí el trabajador del diario “Granma”, y todos los trabajadores cubanos, tienen asegurada la salud, la educación, los servicios básicos y el descanso, con el sólo mérito de ser trabajadores. Pero es el caso que allí hay una sociedad socialista, una institucionalidad diferente, una cultura social también diferente, imposible en las actuales circunstancias de trasladar mecánicamente y en forma reduccionista a la experiencia de los trabajadores chilenos del diario “El Siglo”. No hay ninguna lógica, ni teórica ni práctica, para así concebirlo. Nada hay más antimarxista y antidialéctico que sostener aquello. Se quiere aplicar una lógica de otra experiencia que no es ni la sombra de la nuestra.Por favor seamos más serios en nuestros análisis, y tener más cuidado con lo que se dice en las declaraciones, sobre todo, en lo tocante a los derechos de los trabajadores que son inalienables, incluido su derecho a formar sindicatos, hecho que tanto ha disgustado al P.C., recién ahora, cuando el problema, del cual siempre se mostró defensor, le rebotó en su propia cara. No se puede en materias tan delicada, como lo es el derecho de los trabajadores, ser como el padre Gatica, así de simple, y punto. Cualquier eufemismo ni por más rebuscado que se quiera, puede ocultar esa falsa gran dicotomía que quiere hacer pasar colado el P.C, para justificar su repudiable política persecutoria y antisindical en contra de los trabajadores del diario “El Siglo”. Sospecho que eso es un cuento a título de mera excusa, porque no es un hecho aislado, sino que práctica que ha hecho carne el P.C en aquellas empresas en que es propietaria o, a lo menos, tiene intereses. Basta para comprobar lo que digo interiorizarse de todas las persecuciones y vejaciones de que han sido objeto los trabajadores afiliados al sindicato único de la Universidad ARCIS, y también en el propio sindicato de la CUT, de cuyos pormenores daría para dar cuenta de otras historias tanto o más repudiables como las que han sufrido en carne propia los afiliados al sindicato del diario El Siglo.

Por último, en mi opinión, la actual dirección del P.C. chileno muestra la tendencia a hacer groseros reduccionismos respecto de los hechos y acontecimientos sucedidos en el pasado más reciente, o el más antiguo. Quiere trasladar ejemplos, temporalidades y personalidades a lo que vivimos en el día de hoy. A mi juicio allí radica su gran error, ir a destiempo con la realidad, pretendiendo aplicar viejas formas de hacer política como si en 20, 30 o 40 años todo siguiera igual, como si en dicho tiempo no hubiera pasado nada de nada. Una profunda corrección en las formas, más que en los contenidos, es a lo que debe abocarse en forma urgente el P.C. chileno. Esa es mi modesta opinión.

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