viernes, 28 de septiembre de 2007

UNA OPINION SOBRE EL CONFLICTO EN EL SEMANARIO EL SIGLO

1.- Un problema político

Con tristeza nos hemos enterado que un grupo de trabajadores de El Siglo, que corresponden al 50% de quienes laboramos en este semanario, iniciarán una huelga legal. Lo lamentamos porque es el paso que culmina un proceso que no ha hecho más que reflejar las diferencias que los compañeros que formaron y dirigen este sindicato mantienen con nuestra línea política y que han elegido expresar erradamente a través de la conformación de una organización sindical, no como una herramienta de lucha en contra de un patrón capitalista, sino para hacer un "gallito" al proyecto político que sustenta El Siglo y en último caso sacar dividendos económicos de una situación que voluntariamente elegimos.
Tal como ellos mismos reconocen en el comunicado sobre su huelga, "por muchos años compartieron", como tantos otros, un proyecto político que se reflejó en El Siglo, razón por la que dicen "aceptaron estas condiciones" de trabajo. Hoy, claramente, al menos los compañeros que conducen este "sindicato" ya no comparten nuestras ideas ni opciones y por ello, mantuvieron conductas impropias durante su participación en el Congreso comunal, regional y nacional realizado el año pasado y luego pretendieron extender su "disidencia" y reflejarla en las páginas de El Siglo, a través de acciones y omisiones.
Su falta de humildad comunista, los lleva incluso a reclamar en uno de los mail que han hecho circular, que no se toman en cuenta sus ideas en la dirección del semanario o que se instaló una dirección antidemocrática, como si por ser periodistas o por cumplir funciones en El Siglo, sus ideas debieran tenerse más en cuenta que las de un militante de Punta Arenas o de Cerro Navia. O como si la línea editorial, que se corresponde obviamente con la línea política aprobada por el conjunto, pudiese estar en debate permanente o relativizarse en una especie de foro elitista en la que se pretendían se convirtiera la reunión de pauta semanal.


2.- Las Demandas

Digamos las cosas como son. El así llamado "sindicato", no tiene nada que ver con los que se conforman y ayudamos a conformar todos los días a lo largo de Chile. Este "sindicato", es una organización formada no con el objetivo de arrebatar al capitalista sus jugosas ganancias y plusvalía fruto de la explotación, sino por el contrario, para intentar meter una cuña en un partido revolucionario y para desviar a sus propios bolsillos los esfuerzos de miles de trabajadores y militantes anónimos que compran el diario o pagan sus cotizaciones con el objeto de sostener la independencia de este medio de comunicación, el único con que cuentan los trabajadores.
Nadie llegó a trabajar en este medio por un aviso económico o por un test de capacidades, de hecho ninguno de ellos es periodista ni escribió antes en otro medio de comunicación, sino que llegaron a través de su compromiso político e incluso más de uno se había desempeñado antes en otras funciones políticas, por lo tanto claramente la labor en El Siglo no corresponde a un "empleo", sino a una destinación política por la cual se recibe un aporte económico para permitir una dedicación mayor de tiempo que la que hacen el resto de nuestros compañeros, que además de asistir a reuniones o ser dirigentes, deben trabajar en la producción privada para poder sobrevivir.
Los compañeros, Oliva y Blanchet, reclaman que a diferencia de sus compañeros, tienen contrato a honorarios, el que habrían firmado por "hacerle un favor a la empresa", la verdad es que cuando se hicieron los contratos, estos dos compañeros pidieron quedar a honorarios para que no se les descontaran imposiciones y en cambio recibir devolución de impuestos.
Trabajar en El Siglo o en otra labor política, es una opción voluntaria, como lo fue para tantos y tantos en nuestra historia, desde el propio Elias Lafferte, que alguna vez durmió en una colchoneta junto a la imprenta de El Despertar de los Trabajadores, hasta nuestros pasados y actuales dirigentes, los desaparecidos y los sobrevivientes, que en tiempos de clandestinidad debieron enfrentar no sólo la persecución y la muerte, sino también las apreturas económicas y hasta el hambre, cuando no se lograba contar con recursos económicos.
Es cierto que los sueldos no son altos, aunque al menos cumplen con el monto que proponemos como salario mínimo (lo que se denuncia como salario del compañero que edita las páginas internacionales en realidad no es tal, sino sólo un aporte por algunos artículos que edita desde su casa y que entrega los días martes).
Por otra parte, para quienes no son militantes (dos personas), seguramente es difícil vivir con este sueldo, sin embargo imaginamos que nadie busca trabajo en un semanario como El Siglo pensando en su desarrollo económico, por otra parte esta suma no contempla una jornada completa de trabajo, a lo más cinco horas diarias y en horario libre.
Entendemos que esa entrega generosa puede no ser permanente y entonces, cuando las necesidades son mayores o cuando se tienen perspectivas personales de un mayor desarrollo económico, lo legítimo es expresarlo honestamente, buscar un empleo en la producción más acorde con las expectativas de salario y dejar ese lugar a un compañero que sí esté dispuesto al sacrificio, pero no es legítimo en cambio aprovechar la debilidad de ese "acuerdo tácito" entre compañeros, para mostrarlo como un abuso laboral de un patrón explotador. Aquí no hay ganancias que repartir, aquí no hay riqueza mal distribuida por la avaricia de los "Ejecutivos de la Empresa", aquí los salarios de los trabajadores de El Siglo los pagamos entre todos
Para ser francos tenemos que decir también que algunos compañeros, con la errada idea de que por ser militantes o dirigentes de alguna estructura política tenían asegurado un puesto laboral remunerado, restaron sus mejores esfuerzos al trabajo, asistiendo apenas unas cuantas horas al semanario, entregando trabajos de mala calidad, sin reportear o bajados de internet, recargando a otros compañeros de trabajo con sus atrasos que muchas veces se reflejaron en que el diagramador debía permanecer despierto una jornada de 24 horas seguidas para poder atender las necesidades de compañeros que llegaban a iniciar sus notas en la tarde del día de cierre, que no aceptaban instrucciones y que incluso insultaban a otros trabajadores por creer seguramente que su condición de militancia les protegía.
Todo ello puede ser corroborado por cualquier fiel lector de El Siglo, que al hojear las páginas de los últimos doce meses se encontrará con no más de dos páginas por cada uno de estos compañeros, Julio Oliva y Raúl Blanchet, muchas de ellas sacadas casi íntegramente de Internet o sólo con reportes telefónicos. En el caso de otro de los compañeros despedidos y que está en juicio con El Siglo, escribía una o dos notas a la semana. Preguntamos ¿una o dos notas, dos páginas a lo más, pueden ser el fruto de 45 horas de trabajo que corresponderían a una jornada legal?. Preguntamos ¿Cuántos trabajadores recibieron la visita del periodista Raúl Blanchet, encargado laboral, en los lugares en que desarrollaban sus huelgas? Algunos estarán agradecidos porque al menos aparecieron en el diario, pero ¿Es ese el máximo esfuerzo que podemos hacer? . Estamos convencidos de que cuando hay compromiso, cuando hay ganas se puede hacer más y que con mayor razón quienes recibimos un aporte económico por nuestro trabajo deberíamos ser los más jugados, los primeros en llegar y los últimos en irnos.
Finalmente y para entender mejor este conflicto, es bueno conocer el contenido del Proyecto de Contrato Colectivo presentado, en el que se solicitan beneficios tan inéditos como que en caso de renunciar voluntariamente se les indemnice con el 80% de lo que les correspondería si se les despidiera y donde se exige al semanario pagar "como indemnización por las carencias sufridas en estos años", desde cifras cercanas a los dos millones, para Magdalena Muñoz y Ana Muga, hasta casi 4 millones para los dirigentes del sindicato, Raúl Blanchet y Julio Oliva.
Quienes conocen la realidad de El Siglo, saben que el semanario no tiene ganancias y a duras penas se costea, muchas veces con el trabajo voluntario de compañeros que nos aportan con artículos, corresponsalías, ayudando en la parte administrativa o en la distribución. Por lo tanto al solicitar esa cifra (17 millones en total, sin contar con otros beneficios como bonos de escolaridad, etc) lo que se busca es crear un problema financiero y político al Partido, objetivo tras el cual se han reunido con el Colegio de Periodistas e incluso han hecho aparecer sus denuncias en medios como El Mercurio y sitios en Internet, conocidos por su anticomunismo.

La respuesta a este tipo de maniobras por parte de todos aquellos quienes nos sentimos interpretados por este semanario debe ser contundente: trabajar más, reportear más, esforzarnos el doble en vender nuestro semanario, en difundirlo entre nuestros amigos y familiares, en aprovechar sus artículos para estudiar y luchar más y mejor.
Porque a pesar de cualquier intento de debilitarlo, que este no es el primero ni será seguramente el último, nuestro "cañón de largo alcance" seguirá llegando a todos los rincones de Chile para impulsar la causa más hermosa de todas, la de la construcción de un país justo, libre y democrático. Y con ese desafío estamos todos comprometidos.


Dolores Cautivo, Luis Córdova, Danae Prado, Claudio Valenzuela, Erica Vásquez, Elcira Navarro, René Amigo

Trabajadores y colaboradores del Semanario El Siglo

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