martes, 8 de enero de 2008

EL SILENCIO CÓMPLICE DE LA BACHELET

Por: Ramón Poblete
Fuente: El Paskin (5 Enero 2008)

Otro joven ha sido asesinado y Bachelet guarda silencio. Qué distinto cuando el que muere es un agente de la represión: Bachelet entonces llena las cámaras, entrega las condolencias a los familiares, hace declaraciones condenatorias. Ese doble estándar no es casual; por el contrario, refleja de cuerpo entero la voltereta política y moral de la ex luchadora, ex prisionera política y ex torturada, convertida hoy en obediente mandadera del gran capital.

La mentira es la enseña de Bachelet. Habla de Pacto Social, pero se refiere al acuerdo entre las cúpulas políticas de la Concertación y la Alianza para desvirtuar los anhelos y demandas sociales. Habla de la Ley de Subcontratación como el fin de los trabajadores de segunda y primera categoría, pero en ninguna parte la ley habla de equiparidad de trato salarial, ni siquiera de aquellos trabajadores que fueren contratados por la empresa mandante; además, la principal empresa del país, CODELCO, recurre legalmente contra los dictámenes de la Dirección del Trabajo y Bachelet apoya a la empresa.

Ayer fue asesinado otro joven, Matias Catrileo. Su muerte ocurre menos de un año después de que fuera asesinado Rodrigo Cisternas. Con ello, el gobierno ciudadano de Bachelet ya anota dos marcas en su prontuario antipopular. Como con Rodrigo, como con Alex Lemún, como con Daniel Menco, los autores materiales son miembros de Carabineros. Como con todos ellos, los asesinos seguirán impunes.

Bachelet es políticamente responsable de este crimen. Todos los sectores democráticos han demandado el fin del régimen de terror que carabineros ha implantado en el territorio mapuche. El gobierno ha hecho oídos sordos. Desoyó incluso las recomendaciones de un relator especial de la ONU, Rodolfo Stavenhagen, quien advirtió de los peligros de la militarización de la zona.

Ante esta situación, ya no es posible esperar algún atisbo progresista de Bachelet, salvo por parte de los cretinos y los cínicos rematados. No sabemos a cuál de las dos categorías pertenecerá una izquierda que parece cada vez más pequeña, mezquina y patética, dispuesta a hacer la vista gorda ante la farsa que es Bachelet y que sigue actuando como miembro oficioso de la coalición de gobierno.

¿Pueden ser tan importantes uno o dos escaños parlamentarios como para guardar silencio ante la mentira descarada, ante la política antipopular del gobierno? ¿Qué pasó con esa izquierda valiente y generosa que enfrentó sin vacilar a la dictadura, que fue el factor principal de su derrota parcial y que convocó bajo la bandera de la Rebelión a cientos de miles de jóvenes? ¿Por qué actúa como una prostituta vieja y desdentada dispuesta a hacer cualquier cosa por un par de chauchas?

Sabemos que el gobierno ha entregado un generoso financiamiento a esa izquierda, canalizados a través de un instituto de ciencias y una universidad, financiamiento que totaliza alrededor de ciento cincuenta millones de pesos en el último año. Pero nos resistimos a pensar que ese dinero haya tenido alguna influencia y preferimos creer en el error, no por bienintencionado menos grave.

Mientras tanto, jóvenes generosos y puros de este largo país siguen muriendo bajo las balas; a la distancia del tiempo, se hermanan en la sangre con Ricardo Silva, con Rodrigo Rojas, con Ronald Wood.

Entonces no callamos, no callaremos tampoco ahora: Michelle Bachelet tiene las manos manchadas con la sangre de Rodrigo Cisternas y Matías Catrileo

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