viernes, 4 de abril de 2008

LENGUAJE DE LOS HONORABLES AL BANQUILLO

Por: Ana Rodríguez Silva
Fuente: Diario “el mostrador”, (04.04.08)

Poco queda de la imagen del orador inteligente y hábil para exponer sus ideas. Los políticos de hoy parecen preocuparse más de aparecer bailando una patita de cueca o sacándose una foto en la Teletón para figurar. Son las nuevas formas de aproximarse a una masa que se conforma con la reiteración y la poca innovación, con un lenguaje pobre y reiterativo, tal como el que escuchamos ayer en la Cámara de Diputados.

Repetición de ideas. Eso fue lo que reinó en las largas y tediosas horas que duró la acusación constitucional del jueves contra Yasna Provoste. Eternos discursos y una serie de palabras e ideas multiplicadas casi sin razón. “Autoridad jerárquica”, “responsabilidad Jurídica”, “eficiencia”, “eficacia”, “probidad”, “asesinato a una ministra” y un sinfín de expresiones que se han convertido en una moda salían sin pudor, una y otra vez, de la boca de los presentes en la jornada.

Una “argumentación en bloque”, según lo define el lingüista de la Universidad de Chile, Abelardo San Martín. “Hay una especie de decadencia en cuanto a la argumentación. Siempre se usan los mismos recursos y razonamientos”, asegura San Martín, para quien la posibilidad de que un político tome una idea y la explote resulta muy difícil.

Para el periodista Rafael Otano la explicación pasa porque el hablar de los políticos no surge de los hechos. “No se ponen al día, no tienen un desarrollo interior de su discurso. Siempre tienen alguien que los está monitorizando, alguien que les está diciendo lo que hacen”.

En ese sentido, a Otano le parece que el discurso del político actual responde a “una cultura oral, oportunista, poco estratégica, sin ese calor que da la convicción, esa capacidad de transmitir cosas, porque todo nace de esa contracción interna de los conflictos y del discurso”.

“El discurso político está caracterizado por la ramplonería, los lugares comunes, las citas a San Pablo”, dice el periodista y analista político Germán Gamonal, quien asegura que el principal problema es la carencia de lectura. “No hay brillantez del lenguaje”, dice Otano, y San Martín ejemplifica diciendo que una de las grandes fallas pasa por lo que llama el “dequeísmo”, es decir, incorporar a todas las expresiones el “de que”.

“Yo pienso de que”, “yo creo de que”, “hay que resaltar la importancia de que” son frases que actualmente entran sin muchos baches ni obstáculos por los oídos de todos, pero que evidencian una pobreza de lenguaje tal, que para enfatizar se debe recurrir a la insufrible muletilla.

Koala shá!

El lenguaje paupérrimo y facilista tendría explicación en gran parte por la amplitud de alcance y relevancia que han cobrado los medios de comunicación en la sociedad y la cultura, coinciden los tres consultados. Según Otano, el recurso más utilizado para llegar a la masa hoy en día es la simplificación del discurso hasta su mínima expresión “evitando por lo tanto cualquier tipo de análisis, cosa de captar a este televidente tan volátil”.

Algo que dista mucho de la manera de ejercer el discurso político años atrás. Aunque según Gamonal hay que reconocer que actualmente la actividad parlamentaria corre a otra velocidad que como lo hacía en el siglo XIX, hoy en día “falta preparación. Esto significa leer a los oradores, conocer los discursos. Antes era necesario ser orador de asamblea para ser político”, afirma.

Abelardo San Martín piensa que los antiguos políticos tenían un discurso más argumentativo y razonado. “Había recursos de oratoria que eran mucho más sofisticados que hoy. Antiguamente existía todo un valor de cómo la idea era expuesta, cómo este personaje que era el político se presentaba ante una masa y la convencía, y al final era aclamado”. Para esto, claro, era necesario hablar bien.

Según Otano los medios de comunicación envuelven todo de una oralidad y de un “caer bien” que no es un discurso, sino que es una búsqueda de elementos que enganchen rápidamente. “Es la nueva manera de llegar a la gran masa, lo que evita que el político sea alguien que esté trabajando los conceptos”, dice.

Y esto se evidencia en la tendencia de los personajes públicos a mostrar sus casas, cantar en el escenario de la Teletón o bailar el “Koala” en plena Cámara. “Se recurre a una especie de círculo donde hay cierta farandulización de la política, donde los políticos se esfuerzan por aparecer entre las cámaras, por hacer cosas más “cotidianas” o “normales” y en ese sentido se cree que un valor es simplificar su discurso para hablar con el pueblo”, dice San Martín.

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