viernes, 29 de febrero de 2008

EL CULTO A LA SALUD

Por: Antonio Palomar
Publicado en: www.klinamen.org

UNA IDEOLOGÍA EN AUGE

Cuando en una sociedad más o menos plural todo el mundo está de acuerdo en algo (ya sea la Paz, el Amor o la Salud), o sea cuando hay un aparente “consenso” (o pensamiento único) habría que sospechar que en esa sociedad hay algo de alienación o confusión en torno a ciertos valores que tomamos como absolutos, como panaceas. ¿Quién en nuestra sociedad está en contra de la Salud?. Todo el espectro ideológico desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda la aprueba e incluso hace bandera de ella. Pero los distintos discursos médicosanitarios (ya sean estos oficiales o alternativos), aunque en apariencia neutrales, están cargados de ideología, de mitos y de tonos moralistas.

Y la perversión del lenguaje juega en nuestra contra: a menudo desde distintos ambientes se cometen los mismos errores: confundimos salud con sanidad; y sanidad con medicina. Salud es una capacidad inherente a todo organismo vivo (se puede tener más o menos; pero no se puede no tener salud mientras hay ciertas capacidades inherentes a la vida). Medicina es el arte y la ciencia (inexacta) de curar las enfermedades; Sanidad es la manera o maneras (públicas o privadas) en que una sociedad se organiza no ya sólo para curar las enfermedades, sino para prevenirlas y para rehabilitar cuando no sean curables. La salud existe desde que surgió la vida en el planeta, aunque cada cultura la conciba de maneras diferentes; la medicina es muy antigua, milenaria, pero la Sanidad (y aquí está el meollo) es algo bastante reciente en la historia de la humanidad, que casi nace paralela a ciertas ideas (discutibles) de algunos políticos de la Revolución francesa inspiradas a su vez en ciertas ideas de Rousseau y otros filósofos.

La cosa tiene miga... Tres tendencias en torno a la salud en nuestras sociedades occidentales globalizantes avanzan cogiditas de la mano.

EL SANITARISMO DE LA MEDICINA OFICIAL.

SALUD COMPLETA Y PARA TODOS EN EL AÑO 2.000 (AHORA EN EL 3.000).

Aunque con un lenguaje supuestamente científico-matemático, el movimiento sanitarista de Medicina Anticipatoria (más que preventiva) y de Promoción de la salud (más que simple información) avanza imparable desde mediados de los años 70. La OMS dicta las normas que van calando en casi todo el mundo. Una legión de burócratas de la salud se prepara para cuidar de nuestra seguridad sanitaria y ofertarnos no ya sólo una salud aceptable, sino algo utópico (en el sentido de imposible): el bienestar completo físico, psicológico y social; o sea, la felicidad individual y colectiva; un “mundo feliz”, vamos...
Las consecuencias de esta supervisión sanitaria estatal son que se “culpabiliza a la víctima”, es decir a los pacientes por estar obesos, por fumar, por comer grasas y por apalancarse frente al televisor; hacer todo eso es políticamente incorrecto. Se disparan los gastos sanitarios y se alimentan los ingresos de las empresas multinacionales, que -junto a los burócratas sanitarios se frotan la manos. Como decía Iván Illich, la medicina nos hace más dependientes medicalizándonos la vida, quizás porque nos vuelve obsesos de la salud o hipocondríacos.


LA SALUD HOLISTICA EN MEDICINA ALTERNATIVA.

Existe el mito de “mens sana in corpore sano”. El naturismo surgió en Alemania y Centroeuropa en el siglo XIX; cogió auge en la época nazi; también en USA el higienismo naturista tuvo sus adeptos en la segunda mitad del siglo XIX de forma paralela a los movimientos prohibicionistas del opio y el alcohol que culminaron con la Ley Seca de los años 20, que tantos males acarreó a la sociedad estadounidense. Con el hipismo de los 60 y el ecologismo de los 70, las ideas románticas de vuelta a la Naturaleza y el mito del Buen Salvaje (pregonado por el paranoico Rousseau) vuelven a tomar auge. Lo políticamente correcto es comer alimentos “biológicos”, ser vegetariano (ya seamos veganos, macrobióticos o higienistas), no tomar drogas y hacer estiramientos, yoga o tai-chi, llevar tejidos naturales y vivir en “casa sana”. Y como la autoestima también está en venta, pues que no te falte una exótica terapia o algún cursillo de corte más o menos humanista o psicoanalista (que te mantiene entretenido por meses o años). Las empresas de dietética y una legión de profesionales (de la Privada) se frotan las manos.

EL CULTO A LA IMAGEN (PIJISMO).

Culto al cuerpo, a la belleza, cosmética, gimnasios, solariums, culturismos, aeróbics, cirugía estética, uso excesivo de la limpieza y del aseo (limpiar lo limpio) suplementos vitamínicos y proteínicos, balnearios urbanos, etc. En esta sociedad competitiva cada vez es más importante ser bella o bello para tener éxito. Hay una obsesión por la imagen, por la apariencia y como bien desarrollaba Erich Fromm el “tener” es más importante que “ser”. Hoy en día hay varias cruzadas: contra la obesidad, contra la comida basura, contra el envejecimiento, contra las drogas en general y el tabaco en particular, contra el dolor y todo tipo de malestares, contra la vida sedentaria, etc.

LA MALSANA OBSESION POR LA SALUD.

Lo que tienen en común estos movimientos y estas modas es bastante más de lo que parece. Elaboran discursos (más o menos ocultos) moralistas y paternalistas (cuando no autoritarios). ¡DROGAS NO! Es un buen ejemplo; que es tanto como decirnos, VICIOS NO; no cometas los 7 pecados capitales. Nos venden la moto de que la salud es algo objetivo y medible (no algo cultural, subjetivo y difícilmente medible); la salud es, más que un medio, un fin en sí misma; la salud se puede comprar; se adoptan actitudes perfeccionistas y exigentes: nunca es suficiente; no hay límites para conseguir más salud: se cree que cuanto más hagamos por ella, mejor. Y claro, nos sale el tiro por la culata: soportamos cada ver peor los malestares, nos hacemos dependientes de pastillas, nos volvemos hipocondríacos y sufrimos mil y un males muy “modernos”: estrés, bulimias, anorexias, carencias nutritivas, vigorexias, ortorexias, fatigas crónicas, cáncer de piel, alergias, asma, enfermedades autoinmunes, hongos, Legionela, infecciones emergentes y oportunistas; y para colmo, una infancia cada vez más sobreprotegida que fomenta la merma de la autoestima y ésta a su vez la gran epidemia de depresión.

Cuando estamos insatisfechos, vacíos, confusos; cuando las maneras de ganarse la vida son competitivas y alienantes; cuando las religiones entran en crisis y los valores tradicionales empiezan a hacer aguas, la gente busca fórmulas mágicas, panaceas, refugios, utopías ingenuas.

Pero el sentido común nos dice que no hay recetas milagrosas y a menudo muchas de esas atractivas soluciones son callejones sin salida. Nos obsesionamos por la salud y no sabemos aceptar o convivir con aspectos inherentes a la vida: el malestar, el dolor, la enfermedad, la incapacidad, la angustia y la muerte. Como lúcidamente apuntaba Illich estas incapacidades son males de nuestro tiempo; son tabúes heredados de la cultura judeocristiana disfrazada de progresismo o postmodernismo y que, aunque sean hábitos y actitudes cuando menos discutibles, actuamos como si ya lo tuviésemos todo bien claro. Para evitar insufribles “mundos felices”, la medicina, la sanidad y los movimientos sociales pro-salud deberíamos ser más humildes en nuestras pretensiones.

Para saber más:

“La muerte de la medicina con rostro humana”. Petr Skrabanek. Diaz de Santos. 1999.

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