sábado, 9 de febrero de 2008

NI EL PARTIDO SOCIALISTA NI LA PRESIDENTA BACHELET SON DE IZQUIERDAS

por Hermes H. Benítez (Edmonton, Canada)
Fuente: Piensachile.com 08 de febrero de 2008)

TÍTULO ORIGINAL: ¿Cómo identificar hoy en Chile a alguien verdaderamente de izquierda?

¿Es justificable seguir identificando al actual Partido Socialista chileno, y a la presidenta, militante de este mismo partido, como una organización y una persona “de izquierda? Esta es una pregunta no sólo perfectamente legítima, sino de gran importancia política en el Chile de hoy, luego de 17 años de dictadura militar, y de cuatro períodos de “democracia tutelada”(Portales), en los que el Partido Socialista ha participado y cogobernado; gobiernos que, en una importante medida, han conservado tanto el aparataje jurídico-constitucional, como el modelo económico establecido por la dictadura.

Por cierto, una respuesta medianamente satisfactoria a la pregunta formulada más arriba no puede darse, simplemente, a partir de un puro examen de estas realidades presentes o de la historia inmediata de nuestro país; sino que exige, previamente, ponerse de acuerdo respecto de ciertas definiciones básicas y criterios.

Como lo muestra David Caute en su instructivo libro titulado: “LA IZQUIERDA EN EUROPA DESDE 1789”(1), las denominaciones izquierda y derecha se originaron en los tiempos de la Revolución Francesa, durante la cual los ‘radicales’, o revolucionarios, se sentaban al lado izquierdo de la Asamblea Legislativa (mirados desde el sillón de su presidente), mientras que los ‘conservadores’, es decir, los partidarios del absolutismo, lo hacían al lado derecho.

En cuanto a lo que aquí nos interesa, Caute argumenta convincentemente que la denominación ‘izquierdista’ tiene un carácter bastante elusivo, teóricamente problemático, además de históricamente cambiante. De allí que sea más dificil de lo que parece a primera vista, definir o identificar las ideas, valores y actitudes que caracterizarían a los individuos, organizaciones, o coaliciones políticas denominadas de izquierda.

A continuación Caute plantea y examina algunas creencias, valores y actitudes que parecen comunes a quienes dicen compartir y defender esta posición política, tales como: “la fe en la perfectibilidad humana”, “el racionalismo”, “el amor a la libertad”, “la tendencia igualitaria”, “la simpatía por el explotado y el oprimido”, “el antirracismo”, “el pacifismo”, “el anticlericalismo” y “el antiautoritarismo”. Como es manifiesto, estas actitudes o creencias no se encuentran siempre y necesariamente, en toda persona o partido identificado como de izquierda; e incluso algunas de ellas (el anticlericalismo, por ejemplo) no son hoy, en parte gracias a la Teología de la Liberación, en absoluto distintivas de esta posición política. Mientras que, por otro lado, el igualitarismo y el antiautoritarismo no son valores que históricamente le hayan importado, por ejemplo, al stalinismo, que uno no podría identificar sino como “de izquierda”.

Por no decir nada del “amor a la libertad”, sentimiento que, dependiendo como se defina y entienda, puede ser experimentado por individuos ubicados en cualquier lado del espectro político. Como escribe Marx en alguna parte, “nadie lucha contra la libertad en general, sino contra la libertad de otros”. Es decir, cualquiera se considera partidario de “la libertad”, incluso aquellos que en la práctica son sus peores enemigos.

El único valor que pareciera ser esencial a la posición característica de la izquierda es “la simpatía por el oprimido y el explotado”, siempre que ella no se limite a ser un puro sentimiento vacío, sino que se traduzca en acciones efectivas que hagan posible mejorar la situación material de aquellos, y en general a favorecer sus intereses.

Pero existen otra forma de identificar, de manera clara y categórica, aquello que sería distintivo, o característico, de los individuos, partidos o coaliciones de izquierda, a partir de su conformidad, o no conformidad, con ciertos “criterios”, que según sean o no satisfechos por el individuo, partido, o coalición en cuestión, permitirán reconocerles, o negarles, su condición de izquierda. Este procedimiento parece resolver por sí mismo el litigioso problema previo de ponerse de acuerdo en cuál o cuáles pudieras ser los requerimientos, necesarios o suficientes, que nos permitan ubicar a una persona u organización, en éste o en aquel otro lado del espectro político.

Pensando en el caso específico de Chile, pero aplicable a cualquier otro país, nos parece que podrían establecerse dos grandes criterios a partir de los cuales es posible calificar, identificar o definir hoy como de izquierda a una persona, a una organización, o a un grupo de organizaciones políticamente asociadas. Significativamente, estos criterios no se refieren a sentimientos, valores, o actitudes, a veces imposibles de establecer de una manera objetiva, sino a la posición de un individuo, o de una organización, u organizaciones, ante las dos realidades económicas fundamentales del país y del mundo de hoy. De allí que el primer criterio para calificar de izquierda hoy en Chile sería el de repudiar el neoliberalismo en cualquiera de su formas internas, ideológicas o prácticas. El segundo criterio consistiría en el rechazo de las formas contemporáneas de penetración, control de las economías y relaciones de intercambio internacional, conocidas bajo el nombre genérico de globalización, definidas corrientemente como “el proceso de creciente integración de las distintas economías nacionales en un único mercado capitalista mundial”(2), tras el cual se ocultan las duras realidades de la superexplotación, desnacionalización y perdida de la soberanía que esta forzosa “integración” entraña para las naciones del Tercer Mundo.

Nos parece que no se necesita ser marxista para aceptar estos criterios, dada la centralidad de la base económica de las sociedades, lo que los hace enteramente inobjetables, además de perfectamente lógicos, puesto que no se puede estar objetivamente en favor de los intereses económicos y políticos de las grandes mayorías oprimidas y explotadas de nuestro país, si uno defiende, o se beneficia de cualquier modo, con el modelo económico neoliberal. De manera semejante, tampoco se puede estar a favor de los intereses de estas mayorías a escala mundial, si al mismo tiempo se está de acuerdo con la estrategia dominante de control, saqueo y desnacionalización de las economías nacionales por parte de las grandes metrópolis industriales del Norte.

Ahora bien, si medimos con estas dos varas la posición y conducta del Partido Socialista en el gobierno, y la de la propia presidenta, no cabe duda que no califican como de izquierda. El partido Socialista y la presidenta defienden el modelo económico neoliberal introducido en Chile a sangre y fuego por la dictadura; y simultáneamente son partidarios de la globalización en los términos más arriba definidos, por lo tanto ni aquel partido, ni Michelle Bachelet son, ni pueden ser adecuadamente definidos, como de izquierda. En realidad sería mucho más justo clasificarlos a ambos como centro-derechistas, porque esa es objetivamente la posición donde se ubican, y tal es, igualmente, la de sus aliados democristianos.

Apellidar social–demócrata al Partido Socialista actual, y a la presidenta, no nos ayuda mucho a comprender su verdadera posición, porque históricamente la social democracia ha adoptado posturas tanto de izquierda, de derecha como de centro. A menos que uno emplee la denominación ‘social-demócrata’, como sinónimo de: “de izquierda en las palabras, y de derecha en los hechos”, pero esto corresponde a un uso peyorativo y no simplemente descriptivo del lenguaje político.

Digamos, también, que no debiéramos llamar izquierda solamente a aquellos que aspiran a la transformación socialista de la sociedad. Esto equivale a utilizar un criterio demasiado restrictivo, que simplemente asimila izquierda y socialismo en un solo conjunto indiferenciado; además de que, al poner una vara demasiado alta, por así decirlo, hace que, por ejemplo, ni siquiera califiquen como de izquierda políticos de la talla de un Pedro Aguirre Cerda, lo que es patentemente absurdo.

Notas:
1. David Caute, THE LEFT IN EUROPE SINCE 1789, New York: McGraw-Hill, 1966, pág. 9.
2. Véase el término ‘Globalización’ en la Wikipedia.

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