jueves, 21 de agosto de 2008

EL SOCIALISMO IRREAL

Por: Aníbal Venegas
Fuente: www.elclarin.cl , (19.08.08)

En Chile, Derecha e Izquierda (La oficial, la que circula en el hocico de todo mundo) se han vuelto semejantes, prácticamente idénticas, de ahí la total indiferencia de las nuevas generaciones, de ahí su resistencia frente a la vida. Si la Modernidad con todos sus matices ideológicos y luchas sociales se ha encargado de regentar un mundo dual, donde los de “arriba” tratan de dominar a los de “abajo” emergiendo voces a partir de la disidencia; aún cuando tal realidad se mantiene todavía incólume, nadie pareciera prestarle mucha atención porque la antigua lucha entre dos frentes aparentemente idénticos ya ha sido borrada de un plumazo.

Se creyó que con la disolución de los socialismos reales la escaramuza ideológica se extinguiría de muerte en sí y por sí siendo reemplazada por un compendio axiológico más allá del bien y del mal. Sin embargo, la verdad es que tal promesa jamás llegó a cumplirse y en el siglo XXI nos enfrentamos a los mismos dilemas, al mismo cansancio y renunciamiento, pero acorralados por una economía que escapo de todo control humano, y frente a la cual la izquierda oficial ha bloqueado los sentidos…

La traición. Tal es el término adecuado para definir el comportamiento grotesco de nuestros representantes, algunos de los cuales tienen la tupé de definirse todavía como “socialistas” (Ricardo Lagos) ¿Qué no han hecho otra cosa sino acicalar las mullidas poltronas nacionales donde el empresariado extranjero reposa su muy suave y rubicundo trasero? Incluso las histéricas de siempre, del populacho, del trapo, la escoba y de la filosofía de las pesebreras, anunciaron con pompa y jubileo la voluntad de “aplicar” a Ingrid Betancourt al premio Nobel de la Paz ¿Qué acaso nos queda alguna duda de su melosa estupidez? ¿Qué es el Socialismo chileno actualmente, el del sillón presidencial, de los honores, de los trajecitos Chanel, stilettos y del after hour? Socialismo aborto, chocarrería… Ecce Hommo Chilensis.

La gran diferencia entre la izquierda y la derecha, es que la primera no sólo se manifiesta a través de partidos políticos (Sin lugar a dudas su cariz más pedestre), sino que tiene a su haber una centuria de reflexión a cargo de Marx, Adorno, Horkheimer, Fromm o Marcuse, dedicada única y exclusivamente a desenterrar los conceptos puros del entendimiento, de la sabiduría, de la realidad y de la ciencia; literatura en todos los idiomas y manifestaciones; instalaciones, happenings, música, plástica, pintura, en síntesis pensamiento. Ahora bien ¿Cuáles fueron y son las cualidades de la derecha? Aparte de su mera existencia, está también la fe en las viejas usanzas, en lo que se creía consuetudinario (amo-esclavo), el poderío económico y una renuncia a la vida que sirvió de acicate para que mentalidades enfermas concibieran cochambres medievales como el Opus Dei. De tal forma la izquierda se transformó en la disidencia intelectual por excelencia, en cuyo centro reposan y pululan buena o mala conciencia corrientes próximas y a la vez distantes como Socialismo y Anarquismo. Allí había atisbos, luces y hasta prejuicios en los qué basarse para encontrar respuesta a nuestra duda moral, nuestro mutismo y esa inquietud en el pecho que movió a algunos para comenzar a marcar la pauta histórica desde América Latina hacia el mundo.

Sin embargo, el neoliberalismo empezó a ofrecer garantías; garantías de abandono, de desidia e indiferencia pero que eran bienvenidas en el corazón de las generaciones criadas con la venia de las tecnologías y tuteladas por un pasado de horror y desconsuelo jamás resuelto en Latinoamérica. En Chile la hecatombe comenzó a gestarse gracias a las basas bien jugadas por un caudillo mediocre y rebajado como fue Augusto Pinochet, y con la ayuda de la derecha que ante todo precisaba arreglar una democracia a “su medida”. Pero no fue nadie más sino un presidente Socialista el encargado de derribar fronteras para que la pujanza y empeño extranjero llegase al país para explotarlo todo, acarreando las modas foráneas de la frivolidad e indiferencia, del lecho y la imbecilidad sin límites. Por la razón o la fuerza dicen, Aut concilio, aut ense…



¿Qué objetivo cardinal puede encontrarse en el Socialismo partidista chileno de nuestro tiempo? Más allá de la axiología delirante de los derechos humanos que se echa encima como si se hubiese avanzado “mucho” en la materia, el fin único es la continuidad presidencial y una voluntad de poder disfrazada del encomiable y muy cliché “amor al prójimo”. A saber que por lo menos la Derecha no tiene empacho en ventilar su mentecatería y que no quede duda de aquello; pero el sinsabor y la angustia se calan de pronto en nuestra alma y conciencia toda vez que se nos susurran al oído esta vez cada cuatro años, el siempre alentador y loable discurso con tufo a necedad del socialista de rigor, donde al son de la rumba y otras danzas tribales se convence a Pedro, a Juan y a Diego de que “esta vez habrá cambios”, mientras se continúa ninguneando la disidencia y se inventan historias épicas de escaramuzas de la fantasía, con indios terroristas (que seguro el gobierno sabrá quienes son porque nosotros aún no) que queman las haciendas de esos hombres buenos, blancos y gentiles que tanto hacen por el prójimo y el bien común, por sus vacas, su alfalfa, sus yuyos y sus huertas…

Por aquí y por allá se continúan trenzando la aspereza y el desconsuelo que justifican tanta resistencia hacia la vida. Resistencia del alma y el intelecto que no encuentra solaz en ninguna parte; garantías no hay en la Izquierda oficial, la que ofrece los pitutos y paga las isapres, ni en la derecha de apellidos vinosos, silicios, disciplinas y El Mercurio ¿Qué hacer con tanto dolor invisible, con tanta enajenación, tanto desprecio? ¿Qué hacer con la vida? En el filosofar pongo mi vida, me pongo a mismo frente a mí; filosofar supone que ya no estoy satisfecho con mi vida. La filosofía indica de esta manera cuando se realiza la desunión de la vida, la separación en realidad inmediata y pensamiento, la reflexión sobre ello. Es la época de la decadencia que comienza, la ruina de los pueblos; cuando el espíritu ha huido al reino del pensamiento, la filosofía se perfecciona, Hegel.

anibal.venegas@gmail.com

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