sábado, 9 de agosto de 2008

ESE OBSCURO OBJETO DEL DESEO

Por: Bernardo Reyes*
Fuent: www.elclarin.cl (08.08.08)

¿Cómo explicar tanto horror? ¿Qué pudo producir conductas humanas como las que allí aparecen? No tengo respuesta frente a ello. ¿Cómo explicar que el 94% de los detenidos señalen que fueron objeto de torturas? ¿Cómo explicar que, de las 3.400 mujeres que entregaron testimonio, casi todas señalen haber sido objeto de alguna violencia sexual?

…Palabras del entonces presidente Ricardo Lagos, luego de leer el “Informe Valech”, que recopilaba el testimonio de treinta y cinco mil chilenos que accedieron a entregar sus testimonios al obispo católico Sergio Valech, hombre respetado transversalmente por todas las tendencias políticas.

El emotivo discurso que se trasmitió a todo el país[1] no fue improvisado. Se trataba de una maciza construcción argumental luego de leer con detención la historia oculta de Chile bajo la dictadura.

En el capítulo VI[2], se describe uno de los miles de ladrillos de este muro que avergüenza y horroriza a la condición humana: los buques Lebu y Maipo fueron facilitados, como recintos de detención, y en ellos se cometieron los más aberrantes actos que conozca nuestra república.

Estos barcos pertenecían a la Compañía Sudamericana de Vapores, la que a su vez pertenece a un holding que agrupa empresas líderes en áreas tan diversas como la portuaria, transportes, industria y comunicaciones. Grupo Claro, es el nombre con que es conocido este holding, tomando su nombre de Ricardo Claro Valdés, considerado como uno de los seis hombres más ricos del país. Por cierto, Claro ha señalado con irritación que el entró a la Sudamericana de Vapores, trece años después del 11 de septiembre[3].

¿Será entonces que su nombre se le asocia a la dictadura por su irreductible convicción de que la tortura, el asesinato y la demencia, representaron un valor superior? Eso es al menos lo que se desprende de su rabiosa y poco cristiana acusación de traición a dos miembros de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, Jaime Castillo Velasco y Andrés Zaldívar, que cometieron la “deslealtad” de hacer llegar documentos probatorios de gravísimas violaciones a los derechos humanos[4] a la Sexta Asamblea de Derechos Humanos de la OEA.

La furibunda reacción de Claro, erigido en uno de los “asesores civiles” de Pinochet -léase cómplices directos-, significó la expulsión de Castillo del territorio nacional y la prohibición de ingreso de Zaldívar.

Ricardo Claro se había integrado al gobierno militar como preclaro asesor del canciller, contraalmirante Ismael Huerta, pocos días después del fatídico 11 de septiembre, acompañándolo a Washington en lo que sería la primera intervención del régimen ante la Asamblea de la ONU, para conseguir recursos económicos para la dictadura.

También es posible que el nombre de Ricardo Claro vea empañada su honra cristiana luego que la empresa Elecmetal, también parte del mismo grupo, fuera señalada como el lugar en donde desaparecieron dos obreros y otros fueran interrogados, según relata Mario Fernández –entre otros-, ex trabajador de esa compañía, que presenció como sus dos hermanos y varios miembros del sindicato fueron citados a la oficina de la gerencia por el interventor militar Patricio Altamirano, el gerente Gustavo Ross y el director, Fernán Gazmuri. Los trabajadores salieron de allí esposados y en poder de carabineros: hasta hoy continúan desparecidos.

Cristalerías Chile es también una de las empresas del grupo Claro, en donde se destaca la presencia del presidente vitalicio de la Fundación Pablo Neruda, Juan Agustín Figueroa Yávar, quien oficia de director[5].

En realidad la presencia de Figueroa en los negocios de Claro son de antigua data, y quien aclara cualquier duda sin ningún pudor, es el mismo: “Empecé a invertir en los mismos negocios (de Claro). Donde él ponía un peso, yo ponía un décimo y efectivamente ha sido extraordinariamente acertado” señaló Figueroa.[6]

“El señor de los mares”, como han apodado a Claro, no es hombre que olvide a sus amigos: Juan Agustín y Ricardo, se conocieron en 1952, cuando ambos estudiaban derecho en la Universidad de Chile: “Siempre hemos andado juntos en la vida. Pero pensamos muy distinto. Él es católico, yo soy ateo convicto y confeso”[7], afirmó con tierna picardía Figueroa.

Lo que omite decir, es que estas relaciones comerciales lo han llevado a tener una notoria participación suya en todos directorios de las empresas de Claro, por cierto sin tener en cuenta esta trivial anécdota de ser dos personas con concepciones de mundo diferentes.

La gracia del libre mercado es que todos estamos llamados a ser felices si podemos pagar la entrada al show de la vida. Caso contrario, nuestra marginalidad será nuestro estigma, la marca de Caín. Podríamos estar apoyando la empresa de un criminal, en el acto libre y soberano de comprar una gaseosa, o un periódico. Pero jamás uno se preguntará ni nadie tendría por qué suponer que se esconde algo ilícito. Figueroa en este sentido es un fiel practicante de la normativa ética en vigencia, que colectivamente se ha instaurado en el alma nacional, y por tanto sencillamente invierte donde las ganancias sea mas altas.

Juan Agustín Figueroa, hace poco tiempo tomó 2,3 millones de dólares provenientes de las arcas de la Fundación Pablo Neruda y los invirtió en Cristalerías Chile siendo el un director de esa empresa. ¿Tenemos que suponer que siendo director, el no contaba con información de los estados financieros de la empresa? Es posible que no entendamos las argucias del negocio bursátil, y eso nos lleve a establecer conclusiones erradas. Si así fuera, debemos señalar que habiendo pasado un tiempo más que suficiente, aún no nos ha llegado una explicación coherente. Desconocemos los alcances de lo que la Superintendencia de Valores y Seguros sanciona, cuando directores o gerentes de empresas que en esa calidad tienen información clasificada, invierten dineros propios o los de quienes representen. Solo sabemos de casos muy públicos, de empresarios que han incurrido en un delito que les ha valido fuertes multas. Bien poco podría interesar lo que a título personal Figueroa hiciera con su dinero. Pero él representa al legado de Pablo Neruda, y la opción por una inversión millonaria en un grupo económico que organismos de derechos humanos señalan como partícipe en la desaparición forzada de personas, parece ser un descriterio por donde se lo mire. Figueroa, alias “el camión” para muchos, desde hace demasiados años está convencido de ser el nuevo exégeta del poeta, que al parecer de poco o nada le sirvió confesar que para nacer ha nacido, puesto que su representante vitalicio declaró muerto y enterrado a todo aquello que sobrevive a los seres: su legado ético que funda su estética.

Dos estólidas voces se unen a su comparsa más íntima, la de Fernando Sáez, director ejecutivo y la de Jorge del Río, uno de los directores de la fundación Pablo Neruda, y miembro de su bufete. Ellos reafirman lo que su patrón les ordena: insistir en la obsolescencia del discurso político del poeta y promover la aceptación unánime de que las leyes de la oferta y la demanda son imperativos para una mejor comprensión del fenómeno poético y su inserción en tiempos futuros. El resto de los directores, con escasa capacidad expresiva, se les suele ver en las páginas sociales de los periódicos, promoviendo el concepto de “cultura” con arrogante simulación, ya que está claro a estas alturas, que el papel de pertenecer al directorio es como vestirse con ropajes nerudianos, de talla bastante superior al volumen que ocupa su ser.

El patrimonio cultural de Neruda, tiene el deber de preservarse con delicadeza y transparencia, que aquí no se tuvo. Entre decenas de posibilidades de inversión, se optó por la menos apropiada. “El tiempo de Neruda se terminó”, dictaminó J. A. Figueroa, como quien en la soledad se ufana de sus propios gases y se los celebra, creyendo que la sola enunciación convertía en axioma su aseveración. Esta es pues una forma de ser que lo ha llevado a ser un protagonista de su propia decadencia: cada vez que ha abierto la boca, ha sido para añadir una dosis de desprestigio sobre su persona. Y por cierto, al staff de directores y asesores que formaban y forman parte de la comparsa que avalaba tácita o directamente sus dichos.

Pero mas categórica que nuestra opinión es la que exhibe el afamado escritor Enrico María Santí: “la información que tengo sobre lo que pasó con la Fundación Neruda y la triste intervención de estos personajes –encabezados por Juan Agustín Figueroa- que como ladrones en la noche, han utilizado estos fondos para el beneficio económico de personas que son diametralmente opuestas a cualquier tipo de memoria que se pueda tener de Neruda –digamos Ricardo Claro- me parece inaceptable, lo encuentro de una repulsividad moral total y soy el primero en apuntarme para cualquier tipo de gestión que pueda remover a estas personas del poder que han tenido hasta ahora”[8].

Pero el tema este del descrédito de la fundación, no tiene que ver solamente con las interpretaciones de detractores que por cierto siempre existen. Se trata de opiniones serias, fundadas, de quienes no tienen intereses directos en el destino de la institución, y que miran el comportamiento torpe e irreflexivo de un grupo de personajes que llegó a ocupar un lugar de cierta notoriedad social, que vergonzosamente la concertación y no pocos miembros de partidos de izquierda apoyan de manera abierta.

Pero quizás las acciones que definitivamente han transformado a Figueroa en una figura decadente de la política chilena ha sido cuando volcara su prepotencia jurídica para castigar a un grupo de insurgentes mapuches, que cometieron un incendio en una casa de su fundo en Traiguén.

Por cierto no hay en estas palabras una defensa a un acto de violencia, sino a ver que la sanción debe ser proporcional a la falta. Y en este caso ocurrió un delito común, y para castigarlo fue invocada por Figueroa la Ley Antiterrorista creada por Pinochet, cuestión que jamás ha hecho ni la ultraderecha.

Ha sido Felipe Portales, quien interrogado acerca del marco jurídico antiterrorista de la dictadura contra los mapuches, declara estar en desconocimiento de la aplicación de la Ley Antiterrorista en democracia aplicada por el presidente de la Fundación Neruda en 2003, y se trata, sin dudas de un hombre informado, pese a ignorar algunos entresijos de la vida pública de Figueroa. Dice Portales: “Como lo ha señalado el conjunto de organismos nacionales e internacionales de derechos humanos, la aplicación de la Ley Antiterrorista a los mapuches que desesperadamente han recurrido a la violencia -con el objeto de recuperar la tierra de que han sido despojados- significa una grave conculcación de su derecho a la justicia, dado lo aberrante de esa legislación. No sabía que el político radical, Juan Agustín Figueroa, haya sido el primero en recurrir a dicha legislación. Por cierto, lo encuentro especialmente lamentable.[9]

Adicionalmente hay intelectuales que han manifestado su repudio en forma discreta por la ineptitud de Figueroa, en tanto representante de la más importante instancia privada de cultura del país, como es la Fundación Pablo Neruda. Entre ellos cabe mencionar cuatro premios nacionales de literatura chilenos, varios otros escritores connotados, y estudiosos de toda Hispanoamérica, que confluyen en una sola idea en torno al directorio actual de la fundación incluído su presidente: que se vayan.

Es en este contexto que se funda la demanda por uso indebido de la marca Neruda, de propiedad de la sucesión de herederos del poeta, en contra del Hotel Neruda y en el futuro de otras empresas que hubieran hecho uso de una marca industrial inscrita legalmente a nombre de los herederos consanguíneos.

Y es aquí donde se fragua el primer ardid de Figueroa, al tratar de hacer aparecer como único heredero de Pablo Neruda a la Fundación, manipulando la ley de acuerdo a sus propios intereses, de una forma similar a cuando utiliza una desusada ley antiterrorista para sancionar un delito común.

En este caso, no han sido los herederos del poeta quienes hemos cometido un acto de usurpación, ni de violencia. Simplemente, apoyados en la ley que el dice defender, se realiza una demanda ante un acto de usurpación del hotel.

La explicación legal es la siguiente: a la muerte del poeta, como no existía testamento, por lo que de acuerdo a la ley sus bienes se distribuyeron en un 75% para Matilde Urrutia, su viuda, y un 25% para sus hermanos. Por tanto la Fundación se origina en los bienes de Matilde Urrutia, y no es heredera de Neruda. Valga agregar que la calidad de herederos lo determina la ley, y es taxativa para describirlos: hijos, cónyuge, ascendientes y descendientes, hermanos. Si algunos de ellos cede algún bien, solo puede hacerlo mediante una Compraventa. Y es lo que ocurrió el 15 de septiembre de 1987, y acotado en una segunda escritura pública el día siguiente, en un arreglo generoso, en que los herederos todos cedimos mediante escritura pública “determinados” bienes, con el fin de favorecer el legado nerudiano, y el funcionamiento de las casas museo, en lo específico. Se trató de un inventario simbólico, que describía someramente lo que era el “menaje” de las tres casas del poeta en las cuales cabría mencionar manuscritos de Rimbaud, cuadros de Diego Rivera, manuscritos de Víctor Hugo, por ejemplo, sumados a valiosísimas piezas bibliográficas, únicas en el mundo, por lo que se puede hablar con holgura de millones de dólares.

En lo específico, recibimos alrededor de nueve millones de pesos chilenos, una cifra irrisoria, que sin embargo siempre nos llenó de orgullo, por el hecho de haber contribuido a este gran proyecto. Por cierto era un inventario acotado: se entendería como ajeno a este inventario, cualquier bien que apareciera posteriormente, que es lo que ha ocurrido con el uso indebido de la marca por el Hotel Neruda.

El tema de las marcas no es un hecho baladí. Bastaría con citar la célebre fotografía de Alberto Díaz Gutiérrez, seudónimo del fotógrafo cubano conocido como Alberto Korda, quien fotografiara al Ché Guevara, mientras contemplaba el cortejo fúnebre donde se homenajeaba a los caídos en el sabotaje del barco francés Le Coubre por la CIA, el 5 de marzo de 1960, que traía armas para la defensa de la naciente revolución. Ese retrato es considerado como uno de los diez mejores retratos en la historia de la fotografía del siglo XX, cuyos derechos son de la sociedad Legende LLC y de la hija y heredera de Korda, la que pudo ganar dos juicios por uso no autorizado de la imagen el 2006. A estos juicios se suman varias otros intentos de usos abusivos de la imagen, como ha sido el intento de etiquetar vodka ruso, mediante el uso de un ícono resguardado en sus derechos. “El guerrillero heroico”, como tituló Korda a este retrato, tuvo que respetarse en cuanto a promover al autor, y por otro lado a quienes son los titulares de sus derechos, como es su hija.

En las antípodas se puede observar el caso de la firma de automóviles Citröen, que concordó con los herederos un arreglo el uso de la firma de Pablo Picasso, hecho sumamente conocido, entre cientos, o miles de situaciones de nombres conocidos. Frida Kalho; Siqueiros; Rivera; Jorge Amado; Juan Rulfo, etc. son algunos de los casos en que la administración de sus marcas están en manos de sus familias, para bien o para mal. Todo esto nos reitera lo que es sabido por todos: existe el consenso que se debe convivir respetando los derechos de los demás; y los actos de usurpación son delitos flagrantes, penados por la ley.

Si todo es tan obvio ¿por qué razón Juan Agustín Figueroa, Jorge del Río, y Fernando Sáez, son testigos del Hotel Neruda, parte demandada por los herederos de Neruda? Se trata de un juicio en contra de quienes usufructuaron algo que no les pertenece, y la Fundación, hasta donde sabemos, no tiene intereses directos en el hotel. Al ser convocados por el hotel como testigos, están actuando tácitamente como defensores de una empresa privada. Es decir Figueroa pierde la noción de ser presidente de la Fundación Neruda, para ser un testigo en un juicio de terceros. Esta sola figura, sirve para construir la caricatura completa de Juan Agustín Figueroa, hecha por el mismo, con obcecada perseverancia que le impide ver que el no significa nada en la vida cultural chilena, si acaso su nombre no esté vinculado a Pablo Neruda, a quien en cada momento el cree interpretar, para vergüenza nacional.

Luis Buñuel, en su última película estrenada en 1977, “Ese oscuro objeto del deseo”, con una notable velocidad narrativa, va involucrando a los espectadores en el relato de un señor –Mathieu- que durante el viaje de Sevilla a Madrid, rememora un tórrido romance con una jovencita. No solo es la edad la que separa a los personajes: Mathieu, un señor ya de la tercera edad, intenta compensar los treinta o cuarenta años que lo distancian de Conchita, financiando las carencias en que vive su amada y su madre. Comprar a la muchacha para que acceda a tener intimidad, es lo menos humillante de la historia. La muchacha lo alienta para que ello ocurra, pero en un siniestro y decadente juego, entre la bipolaridad de la muchacha fresca y cautivada por el hombre mayor, y la mujer calculadora que castiga al tácito comprador de su cuerpo, surge la pugna con el hombre que no puede comprar el corazón, la esencia de lo que representa la juventud. Es ciertamente una alegoría que tiene múltiples lecturas. La condición humana doblegada por el condicionamiento de la usura, intentando poseer lo inasible, podría ser una de ellas. Las piltrafas del ser parecen arrastradas por su sombra, cuando la decadencia total ha reemplazado todo lo bueno, todo lo que pudo haber sido y no fue. Entonces los cuchillos del poder relucen en la noche, cuando la seducción no es posible.

Ya nada puede hacer el usurpador, salvo ser habitante de su impúdica impotencia.

Notas.

[1] (28/11/2004)
[2] (Recintos de detención, pgs. 312/313)
[3] Radio Cooperativa 2/12/2004.
[4] Para la realización de la sexta asamblea de OEA, en Santiago en 1976, Claro fue designado coordinador general del encuentro.
[5] Ver en http://www.cristalchile.cl/.
[6] La Nación 8/02/2004
[7] Idem.
[8] En entrevista a Enrico María Santí, en El Clarín de Chile, 1º de mayo 2008.
[9] En entrevista a Felipe Portales, columnista de El Mostrador


*Escritor, sobrino nieto de Neruda. Colaboración especial para El Clarín de Chile.

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