Por Paul Walder
Fuente: revista “Punto Final”
No son pocos los periodistas y editores de televisión que lamentan el sesgo de farándula que ha tomado este medio. Un sesgo que se extiende hacia el resto de la prensa y que decanta en la audiencia, en este caso también cliente, paciente o consumidor. Prensa de farándula, del espectáculo, política del espectáculo, crónica y morbo, drama y comedia. La información diaria procesada en la cocina mediática. Como resultado, un producto informativo moldeado como si fuera ficción. Tal vez producto real, pero información espuria. Falsa, adulterada.
Un proceso que parece natural. Podría llegar a pensarse que la farándula, el rumor y el chisme inocuo, el crimen y el terror, llenan por sus propios méritos espacios periodísticos, porque existe la demanda. Pero sabemos que no es así. El mercado informativo es mera apariencia, invención, para convertir en mercancía la información. Cuando Eugenio Tironi condenó a comienzos de esta peculiar democracia las políticas comunicacionales de los gobiernos de la concertación (la mejor política comunicacional es la que no existe, decía el hoy columnista de El Mercurio) no entregó la producción de mensajes e información al mercado: se la entregó al duopolio, se la entregó a la derecha, al poder económico.
En la televisión el fenómeno tiene algunos matices. La producción de mensajes, de información y entretención, está condicionada por el rating, que es finalmente una medida pecuniaria, y por un coto institucional, que es un respeto y tal vez un terror a las normas impuestas por la institucionalidad política, económica, cultural. Nadie que desee trepar por esos canales institucionales y pecuniarios, nadie que ambiciona la fama y el dinero, osará rasgar esos límites, se aventurará a explorar los márgenes del sistema. Así se hará la televisión, con la misma madera que se hacen los negocios. Esos negocios.
Comercio, sí. Pero también sesgo ideológico, trampa a las conciencias, adoctrinamiento, industria de los afectos, del drama. Monopolio reaccionario de la opinión. “General del Pueblo” y llanto en cadena nacional, liberación de Ingrid Betancourt en Colombia y titulares para la prensa de farándula.
La prensa escrita avanza, se puede ver, por cauces similares. Pero su tránsito, sus estrategias comerciales y conductuales, evidencian sus intenciones. Del mismo modo que la TV, es un medio de farándula orientado no a la diversión, como muy mal se piensa. Está encauzado a la alienación, a masificar el adormecimiento, la aculturación, a generalizar la estupidez. Que la estulticia sea el vínculo social de los chilenos. Esa es la función de la prensa actual, de la prensa en esta democracia. Este es el engendro comunicacional estimulado por Tironi desde el primer gobierno de la llamada concertación.
Dos grandes consorcios con diversos productos, que es el léxico gerencial para referirse a los medios y sus contenidos. Unos para influir políticamente, y otros para alienar. El Mercurio, La Tercera y La Segunda, tres periódicos cuyas diferencia o matices van desde el ultraconservadurismo al conservadurismo, destinados a vigilar y castigar a los gobiernos de esta democracia. El resto de los medios, que son La Cuarta y Las Últimas Noticias, están diseñados como potentes sedantes. Junto a una buena dosis de televisión, la combinación resulta venenosa. Y adictiva.
En esta prensa –aunque en la otra también- el mundo está reducido a una invención mediática, la que brota de la televisión. Una invención, un sistema para el consumo, con consumidores, publicistas, actrices, opinólogos, travestis, peluqueras, cocineras y bailarinas. Un inventario de modelos, un ideario, una oferta de pautas –muy irrisoria, claro- a seguir, de conductas a adoptar. Todo bien ordenado dentro de un sistema. Afuera, terroristas, delincuentes, anarquistas, guerrilleros, plagas, una ralea para aterrorizar y adoctrinar. Una especie, o clase, que merece ser castigada. Por su condición, por su naturaleza. Porque sí. Con eso basta. En esta prensa no hay cabida para las ideas, la reflexión. En esta prensa no hay cabida para el debate, para la organización social, para las ideas, para buscar el origen de nuestros dramas sociales. Farándula, risa, estupidez, que tiene también su inverso: reduccionismo, burla, desprecio. Control social.
¡Qué mejor estrategia para desarmar las crecientes movilizaciones sociales! Más espectáculo, más risas destempladas, más desprecio por los estudiantes y trabajadores organizados. Aumentos de las dosis, del sedante, opio sintético. ¿Crisis económica? ¿Inflación, desempleo, colapso? Nada de eso ni aquello. Como decía aquel finado innombrable, ésta es una isla de paz y tranquilidad.
Los diarios políticos son también un producto. Los publicistas y gerentes le llaman un producto para el ABC1, que es el grupo que concentra en Chile la riqueza. Empresarios, ejecutivos de corporaciones, operadores del sistema financiero y algunos profesionales de éxito económico. Por cierto que también se cuela aquí la elite de esta democracia, de la derecha y de la llamada concertación. Estos diarios son un vehículo para la publicidad de artículos de consumo caros, pero son también canal para los intereses, conspiraciones, rumores y chismes de esos grupos. Porque en Chile durante esta democracia la política se ha hecho, existe, según los intereses del ABC1.
PAUL WALDER
walderpaul@yahoo.es
Publicado en Punto Final
domingo, 20 de julio de 2008
ALIENACIÓN Y FARÁNDULA COMO ESTRATEGIA POLÍTICA
Publicado por nancho en 12:00
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