Por: Hernán Montecinos
(21.07.08)
Muchas vestiduras se han rasgado a propósito de un jarro de agua arrojada a la cara de la Ministra de Educación, Sra. Mónica Jiménez. Un chaparrón que ha dado mucho que hablar, suscitándose reacciones encontradas, dependiendo del cristal con el que se haya mirado el incidente. Unos clamando al cielo, que haya sido una niña la responsable de haber desflorado la virginidad del sacrosanto principio de autoridad. Otros, en cambio, analizando el hecho desde un punto de vista explicativo más profundo, no quedándose pegados en las imágenes que afloran en la superficie, sino entrando a examinar las complejidades que provienen desde su fondo.
De estos últimos, he leído numerosos artículos que, desde la ciencia social, buscan encontrar raíces explicativas al hecho en cuestión. Entre otros, la psicología y la sociología han servido como base a reflexiones que van tras el trasfondo que motivó a esta niña a dar un jarrazo, no tan sólo a la cara de la Sra. Ministra, sino que más allá de eso, a la cara misma de una adormilada e inerme conciencia nacional.
Yo, por mi parte, pretendo aportar en esta nota algunos puntos de vista desde el campo de la filosofía, con elementos que, a mi entender, se encuentran implícitos y explícitos en el trasfondo de la cuestión. Pienso, que la vasta mirada que permite la filosofía en el análisis de los problemas humanos, pueden permitirnos mejor comprender todo el contexto involucrado en tan comentado asunto.
Desde esta óptica acudo, primero que nada, al filósofo Nietzsche, quien nos dejó de legado una potente imagen de lo que somos y como reaccionamos, en su libro, “Humano demasiado humano”. Un título cuya frase se hace carne cuando queremos entrar a explicar determinadas reacciones humanas que aparecen, a primera vista, incomprensibles desde el punto de vista de la pura lógica y la razón.
Ahora, si esa reacción proviene de una niña de 14 años, y más encima resulta ser una estudiante que estudia en Chile, y le lanza un jarro de agua a la cara de la Sra. Ministra de Educación, esa imagen de Nietzsche aparece más comprensible aún, por todo el entorno que han rodeado los procedimientos que han llevado a cabo las autoridades de gobierno (mesas de diálogos distractivas, mentiras, zancadillas, falsas promesas, etc.), para imponer, a como de lugar, el lucro en la educación, a contrapelo del deseo de la inmensa mayoría de los principales actores involucrados, esto es, estudiantes, profesores, padres y apoderados.
El jarro de agua lanzado a la cara de la Sra. Ministra obedece, ni más ni menos, a esa imagen del filósofo Nietzsche, quien, siendo un acucioso examinador sobre la naturaleza humana, apuesta a que son las intuiciones, las emociones los sentimientos y las pasiones, y no necesariamente la pura lógica y el racionalismo lo que impulsa al ser humano a reaccionar de ciertos modos que parecen salirse de la norma y las buenas costumbres.
En una relación más criolla, esta expresión de Nietzsche entronca con aquel dicho popular de que no siempre para todas las circunstancias tenemos “sangre de horchata”. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua “sangre de horchata” significa “carácter calmoso que no se altera por nada”. Entonces, de todos aquellos que han entrado precipitadamente a condenar a la niña Música, que arroje la primera piedra aquel que nunca se haya salido de sus casillas por algo.
No olvidemos también, que aquella otra cumbre del pensamiento intelectual, Carlos Marx, -pensamiento racional por excelencia-, dejó bien sentado que el hombre piensa, vive y actúa según las circunstancias que rodean su entorno más inmediato. Y aunque Marx, fundamentalmente, se refirió a las circunstancias materiales, no le restó menos importancia a las otras categorías súper estructurales que entran a incidir también, de uno u otro modo, sobre las personas para actuar o reaccionar de tal o cual forma.
Tenemos entonces que por vías filosóficas distintas, una racional y otra acerba crítica de la misma, llegan a explicar las profundas razones del por qué en la interioridad de cada ser humano se motivan impulsos para reaccionar de tal o cual forma. Esto es lo que ha pasado con la acción de esa encantadora niña de tan sólo catorce años, que con su carita entre sonriente y traviesa, logró con un simple jarro de agua romper la virginidad de la autoridad pública y con ello de toda la institucionalidad chilena.
Ni el mejor de los ensayos ni el mejor discurso del más reputado intelectual, ha podido conmover tanto la conciencia nacional como el jarrazo de la susodicha niña, la que se ha convertido, sin pretenderlo, en una especie de símbolo de la lucha de los estudiantes en contra de la autoridad, en su pretensión de instituir el lucro como soporte de la educación chilena. Sin duda, el hecho en sí, ha impactado tremendamente a la opinión pública, arrastrando consigo una carga sociológica y emocional del todo evidente, de la que ningún ente, ya sea oficial o del mundo del movimiento social y ciudadano han podido quedar ausentes.
De otra parte, Carlos Marx nos decía que si la sociedad en que vivimos fuera transparente no habría necesidad de la ciencia social. En efecto la realidad que se sucede en la vida social siempre se nos ha presentado compleja y confusa. Eso hace que para un mismo hecho no haya una apreciación unánime, de cómo ello aconteció. Menos aún se muestran coincidencias para representar las consecuencias que se derivarían a partir de aquello. Esto es exactamente lo que ha sucedido con el incidente protagonizado por esta singular niña que lleva por nombre “Música”.
Si hasta el cine ha abordado el problema en cuestión. Un claro ejemplo lo es, la película de Akiro Kurosawa, “Rashomon”. Un clásico del cine japonés que nos remite al viejo problema filosófico que se suscita a partir de las distintas reacciones humanas frente a un mismo hecho. En su trama, un hombre muere violentamente en el bosque tras la violación de su esposa a manos de un delincuente. Cuatro personas son testigos de la violación y posterior asesinato, sin embargo en sus testimonios judiciales se contradijeron del como se sucedió el hecho. ¿Qué es lo que sucedió realmente?... ¿Por qué un mismo hecho es visto de distinta manera?, Es la pregunta que queda flotando en la película.
Ahora bien, sobre el hecho mismo hay que decir, que no es que “Música”, haya ido preparada con un jarro de agua bajo el brazo al encuentro con la Sra. Ministra para lanzárselo a la cara. Nada parecido a eso. Simplemente, en medio de un ambiente enrarecido y caliente, Música, se encontró con el jarro de agua a la mano, y como reacción del momento, -aseguraría yo-, en forma inconsciente, se lo lanzó a la cara de la Ministra, y punto. No hay nada más allá de eso. Eso, a mi modo de ver no constituye ningún acto violento, como a coro los medios de comunicación pretendieron imponer como imagen ante la opinión pública. No corrió sangre ni hubieron machucones, lo que de haberlo habido si habría violentado la integridad física de la Sra. Ministra. Fue tan sólo un incidente, hay que reconocer, un tanto bochornoso y molesto, pero más allá de ello no hay porqué dramatizar, ni menos criminalizar ni judicializar como entiendo se pretende hacer sobre ello.
De otra parte, no precisamente un filósofo, sino un jurista de la época, Étienne de La Boétie (1530–1563), nos ofrece una interesante perspectiva que dice relación, en nuestros días, sobre el asunto en cuestión. Este jurista reflexiona filosóficamente sobre el problema de fondo que hay tras el concepto de la libertad, y fundamentalmente, sobre la servidumbre de aquellos que se encuentran sometidos a una autoridad.
¿Por qué los individuos gustosamente consienten su propia esclavitud?, se pegunta este jurista. Para él, la obediencia colectiva de la sociedad se origina en “un vicio para el cual ningún termino puede ser hallado lo suficientemente ruin, de cuya naturaleza en sí misma se reniega y al que nuestras lenguas se rehúsan a mencionar.” La Boétie, denomina a este vicio monstruoso “servidumbre voluntaria.”
A cada hombre le es dada su propia capacidad de razonar, y la virtud radica en cultivar su propia independencia innata. Entonces, ¿qué maligno designio ha desnaturalizado tanto al hombre que él, la única criatura realmente nacida para ser libre, carece de la memoria de su condición original y del deseo de retornar a ella?... He ahí el meollo del asunto, el fondo de la cuestión, a que hace referencia La Boétie, y que 500 años después los jóvenes chilenos tratan de reivindicar, dentro de las particularidades propias que reviste su particular conflicto.
Después de todo, -sigue Boétie-, el que gobierna tiránicamente sobre ustedes, posee solamente dos ojos, solamente dos manos, solamente un cuerpo...; en verdad no posee nada más que el poder que ustedes le confieren para destruirlos. ¿Dónde ha adquirido él ojos suficientes como para espiarlos, si ustedes no se los proveen por sí mismos? ¿Cómo puede tener él tantos brazos con los cuales golpearlos, si no los toma prestados de ustedes?
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Boétie va más lejos aún, al definir el concepto de tirano. Si un hombre gobierna justamente es legítimo; si lo hacía de mala manera, es un tirano. Esta era la máxima que La Boétie le imponía al gobernante para ser o no considerado tirano, independiente de la forma en que hubiere llegado al poder. Los tiranos los clasifica en tres categorías: los elegidos, los que heredan el poder; y aquellos que lo obtienen por la fuerza. El jurista se rehusa a darle importancia a los medios por los cuales los tiranos alcanzaban el poder, debido a que su método de gobierno parecía ser el mismo. Si hoy echamos un vistazo a los modernos gobernantes “democráticos”, pocos de ellos se salvarían de no ser considerados tiranos, según las reflexiones de La Boétie.
Es increíble, -sigue el mismo Boétie-, cuan pronto el pueblo se vuelve súbdito, como de forma tan súbita cae en un descuido tan completo de su libertad que la misma, difícilmente, pueda ser reavivada al punto de volverla a obtener, obedeciendo tan fácil y tan voluntariamente que uno es llevado a afirmar, al percibir dicha situación, que este pueblo en verdad no ha perdido su libertad sino que se ha ganado su esclavitud.
A decir verdad, en forma comparativa, y guardando las proporciones, Boétie pareciera estarse refiriendo al estado de situación que estamos viviendo hoy en nuestro país, y que observamos también como realidad en otros países. En eso radica la importancia de su escrito, valga la redundancia: su actualidad.
Después de que la mayoría se hubiese acostumbrado a la obediencia automática, -sigue en su escrito La Boétie-, el principal desafío del tirano era el de reducir la disidencia, para lo cual recurre a dos expedientes: controlar la información y monopolizar la educación. Con el control de la información, el tirano podía “educar” al pueblo en la creencia de que actuaba solamente para favorecer el bienestar público. Él podía inculcar el dogma de que su administración era una personificación viviente de conceptos tales como la justicia, la tradición, el patriotismo, la ley y el orden, o el bien público. Así, oponerse al tirano se torna equivalente a oponerse a dichos conceptos.
El tirano reforzaba esta imagen de perpetuidad mediante un proceso de mistificación: es decir, procuraba aparecer como algo más grande de lo que un mero ser humano es. Así, el gobernante alineado con la religión, juraba hacer respetar la ley de la tierra, recurrir a la autoridad de una constitución o de un documento fundacional, etcétera. Presidía sobre las exhibiciones de pompa, vestía a sus agentes en uniformes, construía monumentos, participaba en rituales del cargo, y alojaba a las autoridades de sus tribunales y de otras instituciones en costosos e impresionantes edificios.
Este era un segundo motivo que explica porqué los individuos le rendían obediencia automática. Una prensa regulada y un sistema escolar los había convencido de que la autoridad del gobernante era legitima. La mistificación de su poder los llevaba un paso más adelante: se volvían atemorizados por él y lo veían como algo más que un mero ser humano, no tan falible como ellos mismos.
¿Y los individuos que no podían ser atemorizados?...Según La Boétie, éstos bien podían ser comprados. Y, de esa manera, el gobernante se involucraba también en dadivas.
Al respecto, La Boétie señalaba que los “juegos, farsas, espectáculos, gladiadores, medallas, cuadros, y otros de tales narcóticos” patrocinados por el estado eran utilizados por los “pueblos antiguos.” Estas distracciones eran “el señuelo hacia la esclavitud.” El pueblo se fascinaba tanto por sus placeres que no se percataban de su esclavitud. En otras épocas, los gobernantes literalmente alimentaban al pueblo mediante la distribución de raciones de alimentos. “Y entonces todos vergonzosamente gritarían, ‘Larga vida al Rey!’” destacaba desdeñosamente La Boétie. “Los tontos no se percataban de que meramente estaban recuperando una porción de su propia propiedad, y de que su gobernante no podría haberles dado lo que se encontraban recibiendo sin primero habérselo quitado a ellos.” Al proveer pan y circo—bienestar estatal y distracciones populares—el pueblo era sobornado para que entregara su libertad.
Este soborno directo empalidecía en significación, ” Este era el soborno institucionalizado mediante el cual millones de personas eran empleadas en puestos públicos y recibían fondos financiados con impuestos a fin de poder pagar sus cuentas”. Estos empleados estatales “se aferraban al tirano” y le ofrecían su lealtad. Algunos empleados estatales, tales como los oficiales de policía, se convertían en las manos del estado, alcanzando a toda la sociedad para implementar leyes y políticas. Los intelectuales apoyados mediante los impuestos, tales como los profesores universitarios y los beneficiarios de becas gubernamentales, se volvían la voz del estado, defendiendo su legitimidad. Aún otros, desempeñándose como oficinistas o agentes menores, hacían que la maquinaria diaria del estado rechinase.
Durante generaciones, una vasta nueva clase de individuos emergía dentro de la sociedad: individuos que servían al estado a cambio de un salario financiado con impuestos. Estos empleados estatales voluntariamente destruían su propia libertad y la de sus vecinos. Y lo hacían sin pensarlo debido a que la fuerza de la costumbre los llevaba a creer que las cosas siempre habían sido de esta manera y que siempre lo serían.
La solución de La Boétie para poner fin a la servidumbre voluntaria, es que el hombre común retire su consentimiento, quite su cooperación al tirano de turno. Aconsejaba La Boétie: “No les pido que coloquen las manos sobre el tirano para derribarlo, sino simplemente que ya no lo apoyen más; entonces lo verán, como un gran Coloso, cuyo pedestal ha sido apartado, caer por su propio peso y romperse en pedazos”.
“El Discurse” de La Boétie es un ensayo altamente significativo sobre la fuente última del poder político, los orígenes de la dictadura, y los medios por los cuales los individuos pueden evitar la esclavitud política y liberarse. Este discurso ha sido reconocido en el mundo intelectual como una de las primeras voces en favor de la desobediencia civil y de la resistencia contra la autoridad. La Boétie aconsejaba que los individuos deberían rechazar la sumisión, diciéndole simplemente “No” al tirano, en aquella ocasión que tuvieran la oportunidad de hacerlo. En esa palabra, yace la libertad.
Teniendo a la vista las recomendaciones de La Boétie, es que pienso que el jarrazo de agua de Música, le ha hecho muy bien a la pacata y conservadora sociedad chilena para remecerla de su estado de servidumbre voluntaria en que se encuentra. Existen numerosos ensayos y denuncias que los chilenos estamos viviendo regulados y vigilados por una institucionalidad fascista, heredada de la dictadura pinochetista. Hay que partir desde este punto para el inicio de cualquier análisis. Quien soslaye este aspecto para querer opinar sobre este asunto, quiere decir que, de partida, su análisis quedará trunco. Por eso es gratificante hoy volver a leer y releer “El Discourse” de la Boétie. Su analogía con lo que está pasando en nuestro país, para cualquier inteligencia mediana quedará del todo evidente.
Han sido muchas los engaños y artimañas de las autoridades, medios de comunicación, y la clase política chilena, para que los estudiantes chilenos se queden de brazos cruzados tragándose el cuento de que el lucro en la educación es algo beneficioso que no hay que mover, y como corolario, que la administración de la educación por parte de las municipalidades tiene que seguir igual suerte.
Han visto como las autoridades se las han arreglado para convencernos de que Chile es un “estado de derecho”, que hay que respetar. Pero lo que no se dice, es que amparados en ese estado de derecho el pueblo ha sido violentado y reprimido una y mil veces. En nombre de ese estado de derecho se han llevado a cabo las masacres en “la Escuela Santa María”, en Iquique y la de campesinos en Ranquil, y también las de miles de detenidos desaparecidos en la dictadura de Pinochet, etc. Hoy con la tiranía en su nueva forma, la tiranía moderna de la Sra. Bachelet, Chile se ha convertido después de Colombia, en el Estado más represor de la región. Ahí están las imágenes diarias de la televisión que nos ofrece un menú variado de formas de represión sobre los allegados, los sin casa, los estudiantes, los pescadores, los mapuches, etc. Una represión que se ejerce con un doble objetivo: primero, para acallar y amedrentara a los que reclaman por sus derechos, y segundo, para mantener inalterables los principios y bases de una sociedad clasita e injusta representada por el neoliberalismo actual.
El dramaturgo Juan Radrigán, en “Memorial de los marginados”, refiriéndose a los discurso de políticos y autoridades que van en esa dirección (respeto del estado de derecho) ha dicho: “siempre están con la cantinela aquella del respeto al orden institucional y al sacrosanto estado de derecho”… “Su último portentoso descubrimiento es que debemos orientar nuestros esfuerzos hacia logros de una participación en el orden institucional. Como si no lleváramos toda la edad que tiene el mundo demostrando que es precisamente ese “orden institucional” el que oficia de verdugo contra nosotros”.
Afortunadamente hoy, los estudiantes chilenos están empezando a ver bien claro, la tremenda verdad y naturaleza que hay dentro de todos estos conceptos.
martes, 22 de julio de 2008
FILOSOFÍA EN TORNO A UN JARRÓN DE AGUA
Publicado por nancho en 6:00
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