lunes, 21 de julio de 2008

TIEMPO DE COSECHA

Por: Rafael Rafael Cavada
Fuente: www.thepaskin.cl (20.07.08)

No puedo dejar de preguntarme qué hizo que el Gobierno aceptara como nueva ministra de Educación a una mujer de destacada trayectoria posgolpe de Estado. Supongo que Pérez Yoma la nombró o Soledad Alvear la propuso cuando las papas estaban realmente calientes, pero –al menos en mi estrecha concepción machista, misógina y resentida– la paridad de género no da para tanto. No tanto como para darle ese poder a un personaje autoritario y verticalista.

La discusión acerca del lucro en la educación es una tontera. No para la Presidenta, pero sí para la nueva ministra de Educación, Mónica Jiménez. Un dato interesante, tomando en cuenta lo que fue este tema para los pingüinos, para el Gobierno, para la ex ministra y para los emprendedores que ante la disyuntiva de invertir su capital en un motel o en un liceo, optaron por esto último. Muchos de ellos deben de estar pensándolo. Después de todo, bajo los actuales parámetros, estudiar es un lujo, mientras que tirar es una necesidad. Lo esencial versus lo suntuario.

Pero probablemente la ministra Mónica Jiménez tenga razón. ¿Para qué poner límites a la ganancia de los mercaderes de la educación básica o media? Total, ya les entregamos la educación superior. Esa estupidez de que la educación no puede ser un negocio suena bonita en los discursos, pero hecha la ley, hecha la trampa. Sea usted dueño de una universidad y no podrá lucrar con ello. Pero sí con la inmobiliaria que le arrienda los edificios, con la empresa que limpia los baños de esos edificios, con la otra empresa que presta servicios de transporte o si se le antoja con algunos servicios menos descriptibles pero más placenteros que le presten sus servicios a los dueños de la corporación sin fines de lucro que posee la universidad. El quid del asunto es que los dueños de todas estas empresas sean los mismos. O el mismo. O lo mismo.

A fin de cuentas lo que importa es que el asunto se vea bien en el papel. Como en los impuestos. No importa cuánto se gane, lo que importa es cuánto figura al final del papeleo como tributable. A final el título es cambiable; las cifras, acomodables; las preguntas, interpretables, y la verdad, moldeable. No se gana plata con la educación, sino con los servicios asociados. Hay que empezar a explorar los negocios asociados a la educación sexual, quizá por ahí uno se pueda hacer millonario figurando como sostenedor sin que lo acusen de proxeneta.

Y ahora tenemos a una ministra de verdad, una que no cuestiona el lucro. Una que fue normada cuando el Gobierno hacía agua por los cuatro costados, después de los autogoles de Curepto y las frambuesas. A propósito, si ese era el segundo tiempo, mejor el walkover. No puedo dejar de preguntarme qué hizo que el Gobierno aceptara como nueva ministra de Educación a una mujer de destacada trayectoria posgolpe de Estado. Supongo que Pérez Yoma la nombró o Soledad Alvear la propuso cuando las papas estaban realmente calientes, pero al menos en mi estrecha concepción machista, misógina y resentida la paridad de género no da para tanto. No tanto como para darle ese poder a un personaje autoritario y verticalista.

Menos todavía a cargo del ministerio que debería resolver el problema más grave de este país: la educación. Pero, claro, me olvidaba. Ahora no es el Gobierno el que resuelve los problemas del país, son los privados. Como los del Transantiago, las isapres y tantos otros. Mejor así, entonces. Que sean los sostenedores, los amigos de los dueños de las universidades y de los senadores y diputados, con buena chequera, los que arreglen este pastelito.

Pero no son los únicos; también están los estudiantes. Quizás a ellos no les agrade tanto la resolución política de este conflicto. Porque, a fin de cuentas, serán ellos como lo fui yo los que reciban una educación de cuarta categoría a cambio del precio de mercado que deberán pagar para tener un título profesional.

Y como ya los acostumbramos a la rutina, ellos la saben mejor que nosotros. Sin reclamo no hay victoria. Sin violencia no hay oídos que los escuchen. Así que ahora, que la casta conservadora en lo moral y liberal en lo político se anotó un gol de media cancha en el Ministerio de Educación, quizás ellos tengan ganas de nivelar un poco el marcador.
Cuento corto. Como ya sabemos que el Estado ha renunciado a sus deberes en esta materia, cuando ya entendemos que los gobiernos de la Concertación dejaron de interesarse en controlar la gestión y la relación costo-beneficio que implica dejar la educación, la salud, el transporte público y otras tonterillas como esas en manos de privados, entonces no hay mucho que perder.

Sobre todo si se agregan ejemplos como los de los subcontratistas de Codelco; mientras más desorden armes, mientras más violencia provoques, mientras más intranquilizadora sea tu acción, mayor nivel de llegada tendrán tus palabras en las esferas de Gobierno. Con ese discurso, con ese mensaje, con esa experiencia, las esperanzas de que este segundo tiempo sea hora de cosechar no parecen tan irreales. Lo que preocupa es que nadie en esa estructura de poder sabe muy bien lo que acaba de sembrar. LND

No hay comentarios: