jueves, 31 de julio de 2008

UN PACTO DE MACETERO

Por: Ramón Pobrete
Fuente: www.g80.cl (31.07.08)

El cierre de las inscripciones del Lunes 28 tuvo el indudable mérito, respecto del pacto por omisión entre el Juntos Podemos Más y la Concertación, de arrojar al tarro de la basura los grandilocuentes anuncios de lo que se suponía iba a ser – “vuelco del cuadro político”, “avance sustantivo hacia la democratización”, “plebiscito contra la exclusión”, etc. – y revelarnos en forma prístina aquello que sabíamos que en verdad era, una negociación electoral por cupos más o menos, que deja intacta la institucionalidad política; en los hechos, significa la renuncia a la democratización real del país y que el Juntos Podemos Más pasa a convertirse en ala izquierda oficiosa de la Concertación, sumando fuerzas al “discolismo”.



El símbolo político de las deformidades congénitas del pacto por omisión lo constituyó la discusión por la candidatura a alcalde de la comuna de Estación Central. Los propios dirigentes del Juntos Podemos reconocieron que sin esa comuna, el pacto resultaba bastante deslavado. Cuando la tarde del lunes 28 la Democracia Cristiana le dio la bofetada final a los dirigentes juntopodemistas, al anunciar que no iba a omitirse en Estación Central, el pacto por omisión quedó reducido a la condición de pacto de macetero. La única humillación que la Concertación se abstuvo de infligir fue ofrecer omitirse en Cachiyuyo y Chaitén.

Desde el “paso táctico” de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 2005-2006, el Partido Comunista, fuerza principal del Juntos Podemos, ha ido acercándose progresivamente a la Concertación y mutilando poco a poco su exigencia de fin del sistema electoral binominal. Como dijimos en octubre pasado, el pacto por omisión municipal no tiene sentido sino como prolegómeno de un pacto por omisión parlamentario el año 2009. El PC ha llegado a la conclusión de que el sistema binominal no será modificado y que la única oportunidad que tiene de entrar al Congreso es ir en un pacto por omisión parlamentario, a cambio de entregar su tradicional apoyo a la Concertación en una eventual segunda vuelta presidencial.

En el camino hacia el pacto por omisión municipal, la dirigencia del Juntos Podemos ha debido construir una cuidadosa argumentación política, cuyo objetivo principal es justificar ante la militancia el viraje político hacia la derecha y el engancharse al tren de la Concertación. Para ello, la estrategia discursiva se ha caracterizado por:

1. Desplazar el discurso crítico desde la Alianza y la Concertación como sostenes políticos del sistema neoliberal, hacia una crítica sólo de la Alianza, omitiendo el carácter neoliberal de la Concertación.
2. Intentar sustentar históricamente la nueva alianza Concertación-Juntos Podemos en base de ejemplos que obedecen a una mirada superficial y acomodaticia de la historia, blanqueando en particular la historia de la Democracia Cristiana.
3. Fundamentar teóricamente el viraje tomando como referencia al Frente Popular y sus diversas encarnaciones, intentando encajar a la fuerza la realidad actual del capitalismo chileno (realidad que es económica, social, política e ideológica) en el lecho de Procusto de la línea aprobada por el Kommintern en 1935.
4. Apoyar este discurso con gestos de estilo concertacionista, es decir mediáticamente grandilocuentes y políticamente nulos, como la reciente “reforma” que pretendía sacar el número de diputados de la Constitución y dejarlo en una ley especial, que fue presentado como “avance hacia el fin de la exclusión”.

Sobre lo primero, como dijimos en una ocasión anterior, el Juntos Podemos ha terminado por convertirse en la oposición que todo gobierno quisiera tener. En la práctica, en particular el Partido Comunista actúa como si fuera miembro de la coalición gobernante y su discurso en nada se diferencia de los “díscolos” y “autoflagelantes”, que disparan a diestra y siniestra contra éste o aquél funcionario – los favoritos son Andrés Velasco y José Pablo Arellano –, pero sin cuestionar ni el proyecto político concertacionista ni a la presidenta que nombra a los funcionarios y les entrega, reiteradamente, su confianza y apoyo político.

Como todo converso reciente, el PC tiende a sobreactuarse. Las páginas de “El Siglo” se han convertido en un boletín electoral de la Concertación, repitiendo el mismo estribillo anti-Piñera (“Piñerocho”) de la Secretaría General de la Presidencia. Hasta la LGE ha pasado ahora a ser culpa de la Alianza.

Esa sobreactuación tiene, sin embargo, antecedentes históricos. Basta recordar como ejemplo al Pacto de No Agresión firmado entre la URSS y la Alemania Nazi en agosto de 1939 (razonable bajo una lógica diplomática y militar), al que siguió por parte de Stalin el ofrecimiento, en septiembre del mismo año, de un “Pacto de Amistad”, vergonzoso y refractario a cualquier principio, que permitió a la Wermacht esclavizar Europa contando con abundante apoyo logístico soviético (1).

Los intentos por proveer un sustento histórico que respalde la política actual del Juntos Podemos han ido por la vía de sacar a colación distintos ejemplos de alianzas amplias que han significado avances democratizadores en nuestro país, como el Bloque de Saneamiento Democrático, la Unidad Popular y el acuerdo amplio de 1986 contra la dictadura. El sutil sofisma de esta argumentación consiste en que a) si bien todo avance democrático ha requerido un acuerdo político y social amplio, no todo acuerdo político amplio necesariamente se traduce en avances democratizadores b) que por lo tanto, se trata no de sacar ejemplos descontextualizados, sino de analizar las condiciones políticas concretas que permitieron esos avances. Pero como el fin de esos argumentos no es fundamentar una política sino sólo legitimarla ex post, ese análisis no se produce y el discurso se queda sólo en la superficie.

Además de la superficialidad, ha sido necesario “acomodar” algunos hechos históricos para ayudar a digerir el trago amargo a los militantes y mejorar las relaciones políticas con los nuevos “aliados”. Por ejemplo, algunas semanas atrás, Francisco Herreros, director de “El Siglo”, escribió, en el ejemplo citado más arriba sobre el acuerdo de 1986, que éste finalmente se frustró debido a “la intervención externa”, olvidando que esa “intervención externa” contó con el apoyo entusiasta de la burguesía opositora encabezada por la Democracia Cristiana y que sólo a través del involucramiento activo de dicho partido tal “intervención externa” se pudo materializar. Ese intento de blanqueo histórico de la Democracia Cristiana constituye la oferta de “Pacto de Amistad” del PC a la DC. Lo sucedido en Estación Central (que siguiendo la analogía vendría a ser nuestra “Operación Barbarroja”) muestra que la DC al parecer no apreció el gesto.

Si hubiera que buscar una analogía histórica apropiada a la conducta política del Juntos Podemos, ella sería, sin lugar a dudas, la actuación de la fracción mayoritaria del Partido Socialista en 1952, que resolvió apoyar a Carlos Ibáñez del Campo en las elecciones de ese año (2). Ibáñez resultó finalmente electo por una “amplia mayoría”. No es ocioso recordar que contra esa política oportunista y sin principios se rebeló Salvador Allende, quien, con el apoyo de un puñado de socialistas y del PC, entonces clandestino, levantaría la primera de las cuatro candidaturas que terminarían llevando al pueblo a La Moneda.

En otras columnas hemos ya criticado la línea frentepopulista y de “liberación nacional” con que se pretende justificar teóricamente (en forma muy superficial) la actual política del Juntos Podemos (3). Las transformaciones históricas que median entre 1938 y el 2008 son de tal magnitud que es un ejercicio político completamente fútil el intentar fundamentar una política de izquierda actual con las categorías del frentepopulismo y la línea de “liberación nacional”.

Finalmente, respecto de la reciente “reforma” para terminar con la exclusión por la vía de sacar el número de diputados de la Constitución y dejarlo en una ley especial, tal reforma no iba a hacer retroceder ni un centímetro la exclusión política del PC y la izquierda, pues los diputados se iban a mantener en 120 y la forma de elección iba a seguir siendo el sistema binominal. Sólo alguien que políticamente razone como la lechera de Samaniego podría llamar a eso “un paso” hacia el fin de la exclusión.

El propósito de la “reforma” era otro. Se trataba de generar el ambiente y el estado de ánimo político para el pacto por omisión. El pacto ya estaba acordado y decidido, pero se buscaba presentarlo como “consecuencia” del rechazo de la derecha a la reforma; la puesta en escena buscaba canalizar la justa indignación de los militantes de base del Juntos Podemos contra la Alianza y desviarlo de la Concertación.

El pacto por omisión ha terminado de configurar una división estratégica de la izquierda, entre un sector que ha decidido convertirse en ala izquierda de la Concertación y empezando a caminar el camino recorrido desde 1990 por el PS (que en los hechos ha terminado por renunciar a la democratización del país y a aislarse del movimiento social), y otro sector que no se extravía y no renuncia a las banderas de una auténtica democratización del país, porque entiende que la democratización, para ser auténtica, debe ser de horizonte anticapitalista y que, por lo tanto, no puede hacerse del brazo con los sostenedores del modelo neoliberal y del capitalismo salvaje, por más caretas democráticas que éstos se pongan.

Ramón Poblete

Notas

1. Como es bien conocido, Alemania terminó invadiendo la URSS el 22 de junio de 1941 (en la llamada “Operación Barbarroja”). Hasta el mismo día de la invasión, Stalin se negó a creer los informes de la red de espionaje soviética en Europa, que advirtieron de la inminencia y magnitud del ataque. El “genio táctico” de Stalin era la otra cara de la moneda de su completo cretinismo estratégico (son ilustrativas al respecto las críticas, desde el punto de vista militar, del Comandante Fidel). Afortunadamente para la causa de la libertad, el pueblo soviético derrotó a la Alemania Nazi, a pesar de Stalin.
2. El Partido Socialista apoyó al ex dictador Ibáñez y formó parte de su primer gabinete (Clodomiro Almeyda fue uno de los ministros socialistas de Ibáñez). Leer las justificaciones políticas de los socialistas mayoritarios de entonces resulta un ejercicio sumamente útil, pues anticipan en 56 años los argumentos del Juntos Podemos del 2008.

3. Tres diferencias esenciales: i) en 1938 aún existían importantes resabios precapitalistas en nuestro país, fundamentalmente el latifundio; ellos fueron liquidados por la Reforma Agraria ii) consecuentemente, los pocos rasgos “progresistas” que podía haber exhibido la burguesía “nacional”, producto de su enfrentamiento con la oligarquía latifundista, hoy ya no existen, y iii) dada la globalización capitalista mundial, ya no existe la burguesía “nacional”, que se ha transformado en una fracción de la burguesía internacional y que no tiene ninguna contradicción esencial con el gran capital transnacional. Sólo olvidando groseramente al “abc” del leninismo, el análisis de clase de la política, puede pretenderse recaer en el frentepopulismo.

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