lunes, 14 de julio de 2008

CANSANCIOS

Por: Pablo Salvat B.*
Fuente: www.elclarin.cl (14.07.08))

Cansancio. Eso es lo que quizá puebla el escenario de la vida cotidiana de buena parte de chilenos y chilenas. Dentro y fuera de la región metropolitana. Con la política, la economía, la sociedad que tenemos. Se deja sentir esporádicamente en erupciones sociales de expresión; en intersticios de los bien controlados y aceitados medios de in-comunicación; en las cartas a los medios, en cientos de miles de pequeños gestos. Cansancio, con el Transantiago, por cierto; pero también, con la educación, la vivienda, la UF que sube todos los días, mientras los sueldos se mantienen iguales.

Cansancio con una democracia que parece cara dura, porque acorazada para transparentar y acoger, traducir y asumir las demandas ciudadanas; una democracia cada vez mas protegida contra todos nosotros. Contra todos aquellos que quisieran vivir en una ciudad mejor; menos segmentada y contaminada; contra todos aquellos que quisiéramos vivir en una sociedad mas justa, más igualitaria en el trato mutuo, en lo que hace al reconocimiento de lo que aporte cada cual al todo. Contra todos aquellos que creemos que hay unas riquezas demasiado grandes y para muy pocos, y que no desbordan hacia la calle.

Cansancio con unos derechos en la constitución que se contradicen, porque aún intentan cuadrar lo imposible; poner solidaridad, poner equidad, poner justicia, poner reconocimiento en las fajas de un modelo dirigido desde la ética del mercado como suprema lex : el calculo de utilidad, el costo-beneficio, el negocio, la ganancia, el lucro como suprema norma directriz . En todo. Cansancio con una salud que no hay salud; si es privada, los planes suben y se reajustan, cuando más uno la necesita entonces ya no funciona. Si es pública, está aun en mal estado y mal servida. Cansancio con una educación que atiende muy bien a menos del 10% de los educandos y deja al acaso de lo que se pueda al resto, y que a eso le llama por cierto, ejercicio de las libertades. Como no. Cansancio con una televisión y algunas radios que repiten todos los días lo mismo, en programación, en rostros, y en noticias. Siempre las mismas noticias, siempre los mismos actores: delincuentes; algunos políticos; el tiempo; fútbol; alzas varias; morbo a raudales, alguna modelo, y kilómetros de agotadoras y poco imaginativas tandas comerciales. La reiteración e idiotización como método. Nada se explica. Nada se comprende.

Todo sucede nada más; acontece, fluye al azar, siempre por cierto, en este lado del mundo, bajo la égida de la lucha del bien contra el mal. Y punto. Importa saber de que lado está usted. El poder ya sabe de qué lado está. El mercado también. Y sin embargo, pasa sin hacer ruido en algunos medios un resultado de un trabajo realizado por el Instituto Social de Michigan sobre el bienestar subjetivo en algunos países. Lo que algunos llaman, felicidad. De 97 países estudiados, el nuestro ocupa el lugar 41. El primero, por si le interesa estimado lector, es Dinamarca. ¿a qué se debe esto? ¿Es el resultado de que hemos abandonado la senda del consabido “crecimiento” modernizador, panacea mágica de todos lo males de la nación? ¿Será que somos depresivos por natura? ¿Será, a lo mejor, la raza misma? Última encuesta de Adimark: se consigna en cifras un malestar generalizado en la forma que se conducen casi todos los ítems que se relacionan con nuestra vida cotidiana: medioambiente, salud, educación, economía, transantiago… Una desaprobación que supera el 50% de los consultados. Y sin embargo, todo se mueve al unísono machacón de cientos de miles de tarjetas de crédito, del ciudadano endeudado y por lo mismo enajenado de su real poder cívico-político. A la vuelta de la esquina estará por si acaso la mano firme desde el poder estatal para meter encinta a todos aquellos que hablen muy fuerte; se organicen, se expresen o reinvindiquen algo. Algo saben de ello estudiantes y mapuches (Matías Catrileo y Elena Varela, por ejemplo). Cansancio con las desigualdades. Por cierto, a esto se le ha dado el nombre de democracia, es decir, gobierno del pueblo por el pueblo mismo. Pero esto al parecer no lo sabe el mercado y su ética. ¿Hasta cuando? No se sabe. Lo que si sabemos es que una sociedad está enferma cuando deja de cuestionarse e interrogarse a sí misma; cuando ello sucede está mas cerca de perderse que de salvarse, y que cada cual entonces se salve como pueda. Hasta el cansancio. Es la ley de la selva. Algo más que un mero programa de televisión…

*Director del Magíster de “Etica social y desarrollo humano” de la Universidad Alberto Hurtado.

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