domingo, 11 de noviembre de 2007

CUMBRE IBEROAMERICANA. PUNTO FINAL PARA UNA DIPLOMACIA HIPÓCRITA

Por: Hernán Montecinos

Cualquiera sea la opinión, a favor o en contra, que se tenga sobre el estilo de Chávez para hacer política y establecer relaciones internacionales, lo cierto es que éste, una vez más, así como lo hizo en las Naciones Unidas, delante de toda la comunidad mundial, (tratando a Busch de criminal y asesino), en la reciente Cumbre Iberoamericana, fue la estrella, el que acaparó todas las cámaras, el que dijo verdades tremendas y lacerantes, que incomodaron a más de algunos de los fruncidos y estereotipados asistentes a la Cumbre, incluso, hasta el mismísimo autodenominado rey de España.

Por supuesto que esto no es nada nuevo, corresponde al personal estilo de Chávez, tanto es así que en una de las últimas Cumbres anteriores, a las que asistía Fidel, este declaró que por fin ya no se sentía sólo en dichas reuniones, pues dejaba de ser el único Diablo, el único aguafiestas, ahora tenía a Hugo Chávez a su lado para acompañarlo en sus diabladas. ¡Y vaya si tenía razón!... Incluso hasta se quedó un poco corto Fidel, porque los diablos, en la reciente Cumbre en Chile, ya no fueron dos sino tres, si le sumamos a Cuba y Venezuela la participación de Daniel Ortega en representación de Nicaragua. Y yendo más lejos aún, no se puede soslayar el hecho de que hay varios otros que se encuentran al “aguaite”, deseosos de encontrar el momento propicio para sumarse al exclusivo Club de los “Nuevos Diablos”.

Resulta un hecho indudable que la aparición de nuevos diablos, o con ganas de serlo, ha resultado sumamente beneficiosa para enriquecer y darle movimiento a las prácticas de las Cumbres Iberoamericanas que se distinguían por su esterilidad, su ineficiencia y su acartonamiento. Sí, porque eso de andar de Cumbre en Cumbre, dándose palmaditas en los hombros, con sonrisas alegres y muy contentos sus asistentes por consensuar en sendas declaraciones todo de todo, hay que considerar que, a partir de Chávez, tal imagen se encuentra desahuciada y obsoleta. En efecto, estamos asistiendo en las Cumbres a un fenómeno político que, por primera vez, se está produciendo: decirse las cosas tal como son, sin ningún tapujo y con toda franqueza. Y eso, aquí y en la quebrada del ají resulta siempre saludable en tanto se pone término a una hipocresía diplomática que es la que prevalecía en las anteriores Cumbres. O sea, al pan pan, y al vino vino, nada más simple que eso. Ahora si a más de alguno esto le incomoda tenemos que recurrir al dicho popular de al que le venga el sayo nada más que se lo ponga. Esa es la mejor manera de entenderse; no a la hipocresía, ni mirar para los lados, ni tampoco hacer oídos sordos frente a las verdades. Decirlas cara a cara, a micrófono abierto, delante de todos, y punto. Lo demás pura poesía, puras paparruchadas, y nada más que eso.

Ahora bien, y entrando un poco al detalle de los hechos que se sucedieron, y que suscitaros tremenda escandalera, en mi opinión, creo que si había alguien en la Cumbre Iberoamericana que no tenía ningún derecho ni ninguna autoridad moral para intentar siquiera hacer callar al presidente Hugo Chávez, o a cualquiera de los mandatarios asistentes, ese era el rey de España, Juan Carlos de Borbón. En primer lugar, porque el nunca ha sido elegido por el pueblo español, ni tan siquiera para conformar y dirigir la directiva de un club de rayuela. En segundo lugar, porque crecientemente se ha estado gestando una movilidad social en España, contraria a la anacrónica y espuria figura del denominado rey de España, al cual tildan, y con mucha razón, de ser un “parásito, un “zángano”, una figura decorativa que, por lo único que se distingue es por dilapidar una cuantiosa fortuna para su uso personal y la denominada “familia real”, a costa del erario del gobierno español. Un parasitismo a ojos vista de toda la comunidad internacional, impropia de un país que se dice democrático, equitativo y justo, y más encima civilizado. En tercer lugar, tampoco tiene ninguna autoridad moral, en cuanto su actitud tuvo por motivo hacer una cerrada defensa del fascista José María Aznar, grotesco personajillo, grotesco remedo de fuhrercillo europeo, que se ha prestado para servir las peores causas, entre otros, avalar el intento de golpe de Estado contra Hugo Chávez, y ser lamebotas de Busch, embarcándose en la aventura criminal contra el pueblo de Iraq, que a la sazón ha significado decenas de miles de civiles asesinados, fundamentalmente, mujeres, niños y ancianos.

De otro lado, por decir, lo menos, lamentable y triste la actitud del presidente Zapatero, quien pidió respeto para la figura de Aznar, argumentando que dicho respeto se debía mantener, aún para aquellos que pudieran estar en las antípodas ideológicas de quien las oficia de ocasional contradictor. También exigió dicho respeto, por haber sido Aznar representante legítimo del pueblo español al haber sido elegido democráticamente. Sobre estos “sesudos “argumentos de Zapatero me caben hacer dos observaciones.. El primero de ellos, es señalar que en, un sentido general, tiene razón el presidente de España, en cuanto a que al adversario político o ideológico debe respetársele en su condición de tal. Sin embargo, en mi opinión, toda regla tiene una excepción. Y esta regla se rompe si remitimos el caso cuando la referencia la hacemos a un fascista redomado como lo es, sin duda, el caso de José María Aznar. Cualquier diferencia que se pueda tener con cualquiera persona, sin duda, esa diferencia tiene que ser respetada pero, jamás nunca, y bajo ningún pretexto, ese respeto debe ser reclamado para un fascista, cualquiera sea su procedencia o estirpe. Si en su tiempo, los fascistas Mussolini e Hitler no se merecían ningún respeto de nadie, así también sus clones contemporáneos, Bush y Aznar, no tendrían porque merecérselos, bajo ninguna circunstancia ni ninguna condición.

En mi modesta opinión, en este punto se equivocó medio a medio el demócrata Rodríguez Zapatero, quedando en mal pie sus públicas adhesiones a los valores de la humanidad y la democracia, por tratar de defender públicamente ante la faz internacional, precisamente, a quien más ha pisoteado dichos valores: el fascista, golpista y criminal de José María Aznar. En cuanto a la segunda razón esgrimida, por el presidente de España, resulta lamentable comprobar que no es primera vez que un pueblo se equivoca al elegir de gobernante, lo cual pone en entredicho la utilidad misma de los procesos eleccionarios, en cuanto no siempre se elige en los cargos de elección popular a lo mejor de los ciudadanos. En este sentido, el pueblo español, en su oportunidad, se equivocó medio a medio eligiendo a un fascista, pero esa equivocación no le entrega crédito al presidente Zapatero para que, invocándola, intente hacer defensa de una figura tan abyecta y miserable como, sin duda, lo es José María Aznar, y más precisamente, justo en los momento en que agrupaciones civiles en España están solicitando la conformación de un “Tribunal Especial” para juzgar a este personajillo por crímenes de guerra, por atentados de lesa humanidad. Un traspiés de Zapatero que le seguirá penando, aún pese a toda los aplausos que le entrega la prensa internacional, más del 90% de ella controlada por los grandes consorcios periodísticos.

En fin, no quiero seguir abundando más sobre el asunto, porque a estas alturas ha corrido ya mucha tinta. Por lo demás no quiero ser yo quien tenga que defender a Hugo Chávez, porque conocida es mi posición pública de simpatías hacia su persona y el movimiento revolucionario que representa, y también, mi profundo odio y desprecio hacia todos los personajes fascistas cualquiera que éstos sean. En eso, a mucha honra, me diferencio del demócrata Zapatero y del reyezuelo de España. Sin embargo, y para mejora ampliar la visión, de lo que he querido dar a entender en esta nota, recurro a la trascripción de dos artículos anteriores de autoría de otros columnistas, por encontrarlas muy pertinentes, aunque se encuentran referidas a situaciones distintas. El primero de ellos escrito por un columnista del diario “El Mercurio”, al que no se le podrá acusar ni de de marxista ni terrorista, como acostumbra la prensa de mi país, y de todo el mundo, para descalificar los razonamientos fundamentados, de quienes se oponen al intento de hacer valer un discurso único proveniente de los países del Norte. El segundo artículo De edison Barría de cuya procedencia y adhesión se encuentra en el encabezado del mismo:
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TRANSCRIPCIÓN DE 1° ARTÍCULO

Por: Carlos Peña González
Fuente: Diario "El Mercurio" (24.09.06)

”Hugo Chávez es informal, lenguaraz, arbitrario, simplote, populista, simpático, desinhibido e impúdico. Los trajes, no hay caso, siempre le quedan estrechos y la corbata inevitablemente lo ahoga; emplea un lenguaje de programa matinal de radio o de cuartel; al comenzar los discursos se persigna como los futbolistas antes del partido; usa escapulario y le reza a la virgen María, y, salvo el temor de Dios, tiene esa apabullante confianza en sí mismo que sólo alcanzan las personas que, de pronto, y casi de la nada, se encontraron con el dinero a manos llenas.

Por decir algo, Chávez es lo más distinto que uno pueda imaginar a Vicente Fox, Álvaro Uribe o cualquier otro político de las élites latinoamericanas. Mientras éstos parecen siempre estreñidos o constipados, Chávez vive en permanente expansión.

A diferencia de ellos -cuya aspiración secreta es ser confundidos en alguna reunión internacional con un político europeo-, Chávez se niega a asimilarse a los grupos dominantes y rehúsa conferirles cualquier ventaja simbólica. Se mofa del idioma inglés -cuyo dominio es el máximo orgullo de un político local- y sustituye las referencias cultas por las apelaciones al imaginario latinoamericanista y por el uso de citas tomadas de canciones populares. Mientras los políticos de la élite latinoamericana hacen de tripas corazón cuando se acercan a la cultura mestiza, Chávez navega en ella como pez en el agua.

A él le gusta, en suma -y lo paladea con deleite-, lo que los peruanos llaman huachafo y nosotros cursi: esa distorsión con la que los pueblos toman venganza de los modelos estéticos que les han sido impuestos.

Coase, Keynes, la public policy y el consenso de Washington -las cosas que los políticos de la élite de la región memorizan antes de dormir- lo tienen sin cuidado. A él le bastan dos o tres ideas gruesas sobre la injusticia y la democracia, alguna apelación al legado de Allende, el recuerdo de algún discurso de Fidel, un vistazo al título de un libro de Chomsky. Cosas así. Nada demasiado sesudo. Es que él sabe que lo sesudo ha sido, con frecuencia, la excusa para la tontería en Latinoamérica.

Y es que Hugo Chávez en vez de pretensiones tiene lo que los escritores de novelas llaman personalidad: en torno a él se puede escribir una buena historia.

No es, desde luego, un dictador. No es lo que en Chile y en la región se llamó siempre un gorila. En vez de eso, es el fundador de un movimiento político, el bolivariano, que mal que nos pese ha sabido sumar adhesiones y ganar dos o tres elecciones nacionales sin que nadie pueda reprocharle haber violado las reglas (el último referéndum fue calificado por Carter como un "ejemplo de democracia"). Eso no es poco para Latinoamérica (ni para nosotros hace apenas unos lustros) o para Venezuela, cuyas élites, no hay que olvidarlo, se especializaron en escamotear la soberanía al pueblo, apropiarse de los excedentes del petróleo, viajar a Miami y adornarse con brillos. Es cosa de recordar que Carlos Andrés Pérez -Presidente en dos períodos- terminó abandonando el poder condenado por corrupción y no precisamente por una Corte Suprema con intolerancia a los robos y a los desfalcos.

Pero ¿quién es entonces este sujeto tan lejano a las artes de la diplomacia que tutea a todo el mundo, tiene programas de radio (no es el único), promete hacer ver a los ciegos y calienta gratis los hogares del Bronx?

Con esos modales que parecen burlarse del canon, Chávez es un típico líder nacionalista y popular que, con el dinero a manos llenas, construye poco a poco una ambiciosa plataforma de poder en la región. Chávez no tiene nada de arcaico (hay pocas cosas más modernas que el nacionalismo) ni de exótico (el patrimonialismo es una de las más extendidas técnicas de la política). ¿Acaso todos los países, cuando tienen la oportunidad, no usan su dinero para influir, hacerse de un lugar en el mundo y alcanzar el reconocimiento? Eso no es exotismo de nuevo rico, es pura racionalidad instrumental.

Es, claro, un populista, alguien que halaga a las masas con promesas difíciles de cumplir y que engatusa al electorado con la habilidad de un vendedor de serpientes. De acuerdo. ¿Pero acaso por estos mismos lados no haríamos llover donde no había nubes y nevar donde no granizó nunca, sólo que con otros modales y con el aplauso y el apoyo de las élites empresariales?

Los defectos de Chávez -que los tiene- no son de él, son de la región.

El casi nulo valor de las instituciones y de las reglas, la captura del Estado por pandillas y por caciques, el clientelismo como regla fundamental de la acción política y el cantinfleo como modelo discursivo han existido en la región desde siempre, incluso gracias a gente de buenos modales, con un MBA en California y que de pronto, y al pasar, en alguna reunión internacional podían aparentar ser políticos europeos.

Hay que dejar entonces de considerar a Chávez un payaso exótico, porque no lo es. Es un liderazgo nacionalista y popular, de esos que ha habido varios en el mundo, altamente racional, y que hace de la distorsión del gusto de las élites una forma de identidad.

Y hay que dejar también de hacerle asco a votar por Venezuela para el Consejo de Seguridad de la ONU.

Después de todo, si hay un ámbito de la acción humana donde el consecuencialismo, y no los principios, es la mejor regla, ése es el de la política internacional (una de las cosas más parecidas al estado de naturaleza que nos va quedando). Y si atendemos a las consecuencias, votar por Venezuela no es malo.

Es una forma de contener a la política exterior del gobierno de Bush, que -ésa sí que sí- carece de modales y de reglas, y sabe de patadas a la hora de defender sus intereses. A su lado -para qué nos engañamos- Chávez no es exótico: es un ejemplo de la Ilustración francesa.
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TRANSCRIPCIÓN DE 2° ARTÍCULO

Por: Edison Barría
Comisión Internacional y DD.HH. del PPD de Chile.
Fuente: Provincia Virtual
N° 177, 28 Enero 2007

Desde que Chávez se lanzó por primera vez al ruedo electoral, muchos se han preguntado qué tiene este hombre que parece invencible, si nos ajustamos a los resultados de los procesos electorales en los últimos ocho años en Venezuela. Y ciertamente Chávez parece haber encontrado la fórmula para mantenerse en el poder, por la vía democrática, derrotando de manera contundente a todos los que han osado enfrentársele en la arena política.

Por otra parte, sus niveles de popularidad son tan elevados (75%, según ultima encuesta Latinobarómetro ) que no existe precedente en la historia democrática de Venezuela de algún mandatario que, luego de tanto tiempo gobernando, continuara siendo la primera opción en todas las encuestas, a la hora de formular la pregunta ¿quién quiere Usted que sea el próximo presidente de nuestro país?, en la reciente elección presidencial del 3 diciembre del 2006, logró el 65% de los votos.

Ahora bien, ¿será que esto lo ha logrado Chávez por arte de magia?, ¿cuáles son los elementos que conforman la fórmula Chávez de su triunfo constante?, ¿qué factores han permitido que ninguno de los que lo han enfrentado pueda siquiera representar un peligro regular?, ¿cómo es que su popularidad ha logrado superar golpes de Estado, paros petroleros, y cualquiera otro de los intentos antidemocráticos que han procurado sacarlo de Miraflores?

Para dar respuesta a estas preguntas, debemos revisar algunas de las características particulares de Chávez, que en su condición de candidato lo diferencian de los demás.

SINTONÍA CON EL PUEBLO

La primera de ellas es la impresionante sintonía que tiene con el pueblo venezolano.

Cuando hablamos de sintonía, no nos referimos simplemente a que hable y se exprese como habla la mayoría de la gente común, sino a que conoce la idiosincrasia del venezolano desde las entrañas.

Pocos políticos venezolanos tienen el conocimiento genuino que tiene Chávez de la historia de Venezuela, de su folklore, de sus costumbres, de su geografía. Se sabe de memoria poemas enteros de los autores más representativos de las letras venezolanas. Canta con ganas las canciones de nuestros compositores. No hay pueblito grande o pequeño que no haya visitado, al menos una vez, y no ahora que es Presidente, sino desde su época de soldado. Se ha aprendido a Venezuela desde niño, desde sus colores, sus sabores y sus olores.

Mientras otros se conocían de memoria Miami, la calle 8, Fort Loderdale o Boca Ratón, Chávez se metía en las entrañas de Venezuela y eso le permite, hoy en día, hablarle a la gente desde su propia realidad, desde el conocimiento tangible de lo que es el país. Y cuando Chávez habla, la gente siente, en el fondo de su corazón, que sabe lo que está diciendo, porque lo ha vivido.

TENER UN PROYECTO

A pesar de que parecería lógico que cualquiera que pretenda aspirar a un cargo tan importante como la presidencia de la república debería, por lo menos, tener un proyecto, insólitamente hemos escuchado a algunos de los que se inscribieron para estas próximas elecciones presidenciales declarar, sin ningún sonrojo, que esto no es necesario.
También hemos escuchado a otros, menos osados pero igual de ignorantes, confundir proyecto con acciones. Entonces los vemos ofreciendo que van a repartir dinero a diestra y siniestra a cada familia venezolana, manipulando desvergonzadamente el discurso de la justicia social, para convertirlo en una vulgar repartición de torta. Estúpidamente no se dan cuenta que el pueblo ya los ha visto durante años, quedándose con la mejor parte de esa repartición, como aquellos que parten y reparten.

Ahora bien, un proyecto de país es una cosa muy distinta a una carta al Niño Jesús, y tampoco tiene que ver con ofrecer que se va a repartir esto o aquello. Un proyecto de país tiene que estar fundamentado en principios, en filosofía, en ideología, en visión a largo plazo.

Cualquiera podrá decir que no le gusta la forma de gobernar de Chávez, pero jamás se podrá argumentar que no tiene un proyecto. Además, él ha venido hablando de dicho proyecto desde el primer día en que anunció que sería candidato a la presidencia, allá por 1997.

Desde entonces, está hablando de la convocatoria a una Asamblea Constituyente, con la finalidad de darle poder al soberano, es decir, al pueblo, para que se pudieran cambiar las leyes, en función de adelantar un proceso revolucionario con fundamentos bolivarianos. En otras palabras, Chávez plantea las bases de sus propuestas desde la visión filosófica de lo que es su concepción del país y del rol del gobierno y del Estado dentro de un sistema democrático.

VIVIR LO QUE SE PREDICA

Cuando Chávez habla de lo que es su visión de país, lo hace desde las entrañas. Él no se para delante de la gente a echarle un cuento que le contaron o que los publicistas le recomendaron para ver si subía un puntito en las encuestas, sino que habla desde su propio ser, de lo que cree con la sangre y por lo que está dando la vida. Habrá quien piense que está loco, equivocado o lo que sea, pero nadie dudará de que él cree cada una de las palabras que le dice a la gente, que considera, desde el fondo de su alma, que es lo que se debe hacer.

Vivir lo que se predica trae dos consecuencias indispensables para la credibilidad de un político: la coherencia y la pasión. Si un candidato se para delante de la gente a hablarle de algo que él mismo no cree, se le nota rapidito. La gente lo siente, lo percibe, lo huele. Y por eso no les cree. En cambio, cuando Chávez habla, habrá quien lo juzgue, pero no quien dude de que habla desde el corazón.

GANAS DE SERVIR

Sin embargo, hay otros que asumen el compromiso de la presidencia desde la humildad. Desde la convicción de que es necesario servir a los demás. Desde el convencimiento de que el poder no es un fin en sí mismo, sino un instrumento para hacer el bien.

La sintonía con el pueblo, el tener un proyecto de país, el vivir lo que se predica y las ganas de servir son tan sólo cuatro de las características que hacen que Chávez sea un candidato diferente y que lo han convertido, también, en un presidente diferente.

La gente humilde ha sentido la diferencia. Los privilegiados también. Por eso los primeros lo aman y los últimos financian acciones golpistas, que por más que quieran, nunca podrán. Este es el INVENCIBLE, el Hugo Chávez que gana todas las elecciones y líder del nuevo Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que nace de la unidad de todos los partidos y movimientos que lo vienen apoyando desde el año 1998. Este es el Chávez que al igual que su inspirador Simón Bolívar dice “ maldito y muerte al soldado que dispara contra su pueblo”.

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