miércoles, 14 de noviembre de 2007

LAS RABIETAS DE SU MAJESTAD

Por Rafael Luis Gumucio Rivas
Fuente: www.elclarin.cl

En el año 1968, tuve la oportunidad de estudiar en El Archivo de Indias, en Sevilla, sobre el tema de la influencia de los economistas españoles en la independencia de América – la verdad, estudié poco, pero lo pasé muy bien en esa ciudad en la cual el año transcurre entre hacer bailar fandangos a las Vírgenes y las ferias taurinas, muy similar, pero en grande, a nuestra antigua feria de animales, en la FISA-. En una ocasión, pude ver, de lejos, al joven aún, Juan Carlos de Borbón, que había sido arrancado de las manos de su padre, el conde de Barcelona, don Juan, quien, al menos, tuvo el valor de no estar de acuerdo con el tirano FranciscoFfranco. Juan Carlos era el niño predilecto y predestinado al poder por el caudillo.

Que el Partido Popular tiene muchos fascistas en su seno es innegable, que el ex jefe de Estado, José María Aznar, fue un mozo de Estados Unidos – además de aprobar y contribuir a la invasión de Irak, culpar falsamente a la ETA del atentado del 11-M, instigar el golpe de Estado en Venezuela y colocar, por unos días al “patrón de patrones”, Carmona – constituye todo esto una verdad insoslayable. Es cierto que Hugo Rafael Chávez es un llanero, al igual que “el león de Apure”, Páez, y que nunca se anda con chicas para darle duro a sus rivales y a los hipocritones de la derecha, pero en muchas de sus salidas “de madre” hay que concederle bastante razón: miren que discutir de la “cohesión social” en el continente donde las desigualdades son más profundas, y Chile y Brasil ostentan este récord. ¿Quién puede entender en qué consiste el pacto social? Podemos interpretar en el sentido de Hobbes o de Rousseau – y muy a la criolla, también en el evangelio “según Michelle Bachelet –que si bien los hombres nacen libres, están todo el tiempo encadenados, por consiguiente, el pacto social, dadas las condiciones de inequidad, es una verdadera utopía.

Siempre hay siúticos de cuello y corbata que viven convencidos de que estas Cumbres sirven para algo; es posible que aprueben un Tratado de Seguridad Social, que alguna de las bilaterales sea útil, pero en general, los textos aprobados, compromisos y declaraciones de intenciones nadie los cumple y duran menos que el perfume de una rosa; podríamos decir que son verdaderos cheques sin fondos de los miles de inútiles organismos internacionales. Daniel Ortega dijo, con todas sus letras, que era mejor cerrar la inoperante OEA y crear una institución iberoamericana. Al menos, esta vez no hemos visto pasar a presidentes pillines, como Saúl Menem, Gonzalo Sánchez de Lozada, el japonés Alberto Fujimori, y tantos otros de triste memoria –que el diablo se los lleve-. Por cierto que un Lula, un Evo Morales, un Daniel Ortega, un Hugo Chávez, un Rafael Correa, un Rodríguez Zapatero, un Tabaré Vásquez, una Michelle Bachelet, expresan mejor una América Latina más libre del imperio estadounidense.

Afortunadamente, ya nadie le hace caso a los encuentros de la OEA u organizaciones panamericanas; nadie le pide crédito al Banco Mundial; los Consejos del FMI y sus pronósticos son más falsos que Judas – se dedican, en cada crisis bursátil, (ya llevamos tres en el año), a bajarle un punto porcentual al crecimiento mundial- nadie cree que la FAO va a saciar a los hambrientos del mundo; que las Naciones Unidas van a solucionar algún conflicto. (Personalmente, estuve a punto de viajar al Sahara español para hacer votar a los nómades del POLISARIO, pero sabemos que en diez años aún no logrado censar a sus habitantes). Por experiencia propia, puedo afirmar que la profesión más exquisita del mundo es la diplomacia: la paz perpetua nunca llegará. El dólar es casi como una moneda africana: nadie está dispuesto a cambiarlo, a causa de su bajo valor; los bancos norteamericanos están por los suelos e, invitar a una Cumbre a Estados Unidos, tiene menos interés que hacerlo en cualquier isla caribeña. Al menos, en la Cumbre Iberoamericana descansamos del tontito de Bush y sus secuaces.

Es apenas lógico que en cada reunión internacional hay un personaje que se roba la película: desde 1959 hacia delante, lo fue Fidel Castro porque planteaba una revolución para América Latina – lo podían expulsar de la OEA, pero seguía influyendo en la política latinoamericana, tan odiado como amado –. Ahora surge Hugo Rafael Chávez Frías, todo un personaje, ¿cómo la gente no se da la molestia de leer su biografía o no capta que es un genio de las comunicaciones? – no lo afirmo yo, sino sus biógrafos, que son claramente contrarios al gobierno bolivariano – Sin esta virtud jamás Chávez se hubiera convertido, de un oficial golpista, a un presidente varias veces reelecto, y que tiene a la oposición por los suelos. Es verdad que a Chávez también se le puede amar u odiar, pero nadie puede ser indiferente.

De no mediar la corrupción e incapacidad de los dos grandes partidos venezolanos, Acción Democrática y COPEI, (demócrata cristiano), los robos y latrocinios de Carlos Andrés Pérez, de Jaime Luchinski, de Herrera Camping, y la decrepitud de Rafael Caldera, no hubiera sido posible la revolución bolivariana. Durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez viví en Caracas y comprobé la repugnante diferencia entre el barrio de Palo Alto (de los ricos), y la población de Petares. Con Chávez algo ha cambiado: hay mejores servicios de salud, educación y vivienda. Los críticos de siempre dirán que es una forma de asistencialismo, pero es diez mil veces mejor la exclusión darwinista del neoliberalismo, que en Chile y en Brasil se da cotidianamente.

Personalmente, soy enemigo de la perpetuación en el poder; no me gusta ningún gobierno que dure mucho tiempo; como decía Manuel Rodríguez, “me haría la revolución a mí mismo”. El ideal de gobierno debería ser de apenas un año; no creo que los hipócritas chilenos puedan vanagloriarse de demócratas, pues hay senadores que han durado diecisiete años, sin siquiera un plebiscito revocatorio; han sido elegidos por un sistema electoral espúreo y oligárquico y sus poderes se basan en una Constitución dictatorial. No logro ver en qué aspectos Chile es más democrático que Bolivia, Ecuador, Venezuela o Nicaragua. Mejor no me hablen de la libertad de prensa: en Chile hay solamente bipolios y tripolios de derecha, que dominan las expresiones oral, escrita y visual; en este plano, algunos fariseos y seduceos predican, pero no practican.

Evo Morales ha logrado encantar a la opinión pública latinoamericana y chilena, en particular: es un hombre sencillo, auténtico, que no parece mareado con el poder, así, es capaz de preferir el deporte a una aburrida y protocolar recepción: por lo demás, es muy posible que logre una solución para la famosa salida al mar. Está claro que un comodato en lo que constituía la antigua Cobija, al norte de Antofagasta, sería una salida bastante adecuada. Otro presidente que sorprendió por su carisma es el economista Rafael Correa, de Ecuador, cuyos postulados tienen objetivos bastante claros, que permitirán superar inestabilidad que ha caracterizado la política ecuatoriana durante estos últimos años.

Cada día está más claro que, respecto a las Comodities, hay que buscar fórmulas que garanticen la participación del Estado, sean éstas en la modalidad de PEMEX y Pedevesa, con exclusiva administración estatal, o Petrobras, parte estatal y otra por acciones. Chile, nuevamente, es un país que regaló el 70% de su cobre a capitales australianos, ingleses, norteamericanos y canadienses. Personalmente, creo que llegó la hora de proteger y aprovechar riquezas naturales que, muy pronto, se agotarán. Temas como la seguridad energética, la nacionalización de las riquezas básicas, la protección de nuestras economías, y no la vaguedad de la cohesión social, o antes la gobernabilidad o la democracia en América, que es puras tautologías y utopías, debieran ser el centro de las reuniones de las Cumbres iberoamericanas.

No hay comentarios: