Por: Hernán Montecinos
Escritor-ensayista
A estas alturas resulta obvio decir que la labor de solidaridad que realiza la Teletón (la institución, no el show) es beneficiosa, loable, y tremendamente destacable en términos humanos, sociales y de solidaridad. En eso imagino que todos estamos más o menos de acuerdo. Pero mis cuestionamientos no van por ese lado, van por otro, esto lo digo por si acaso alguien quisiera sacar conclusiones en contrario.
Nos encontramos en pleno desarrollo de una nueva versión del evento llamado Teletón. Una repetición de esquemas y presupuestos ya consabidos. Este año, al igual que los anteriores, deberemos soportar las mismas caras, las mismas escenas, escuchar las mismas frases, las mismas entrevistas, las mismas declaraciones. Soportar también, los mismos llantos, los mismos pucheros, y todo un sin fin de múltiples y sentidas emociones. Para que la imagen sea completa, no faltarán las autoridades de gobierno de turno, haciendo expresión de su beneplácito, muy contentos todos ellos, de ser representantes de un país que chorrea solidaridad por todos sus poros.
El año pasado, a propósito de darse inicio a una nueva versión de la Teletón, escribí un artículo titulado “Mi fastidio por la Teletón”. Al repetirse, este año, por enésima vez, esa soporífera lata, no puedo dejar de referirme a algunos otros aspectos de dicho evento que, en mi opinión, son criticables, en lo principal, por desnaturalizar los principios fundacionalistas que dieron origen a lo que desde siempre hemos entendido por solidaridad. En lo fundamental, en esta ocasión, quiero referirme al papel que entran a jugar la comercialización, la propaganda y la farandulización durante el transcurso de su desarrollo. En efecto, si en sus primeras versiones estos elementos ya se encontraban incipientemente presentes, hay que considerar que los mismos, en las últimas y más nuevas de sus versiones, han llegado a límites extremos, lo que ha pasado desapercibido para el siempre pasivo y desprevenido tele espectador.
Ahora bien quiero iniciar esta nota a partir de una pregunta que considero pertinente y elemental… ¿Debe, o mejor aún, puede un acto solidario, entendido como tal (acto de desprendimiento, acto de amor, al prójimo, etc.), convertirse en algo que proporcione réditos a quien supuestamente lo está entregando? Ese es el quid del asunto, el meollo del problema. Pregunta válida porque, si bien es cierto la Teletón implica un aporte efectivo, a los sujetos a los cuales está dirigido (los niños minusválidos), son beneficiados también las grandes multinacionales y empresas criollas que participan en él, al mismo nivel, e incluso más aún, que aquellos que supuestamente serían sus únicos sujetos receptores. Esto se comprende a través de un complejo y complicado juego de mecanismos y apariencias que no dejan ver, al hombre común, el trasfondo oscuro que hay detrás de ello. En este sentido, lo que ahora prevalece en la Teletón, no es la solidaridad, entendida como acto de desprendimiento desinteresado o de amor por el prójimo, sino una especie de ley compensatoria para aquellos que participan en todo el desarrollo del evento, fundamentalmente, multinacionales y empresas criollas.
Sobre esto último, para nadie es un misterio que las empresas participantes lo hacen a cambio de una especie de ley de cambio, bajo ciertas condiciones, que le significan a la postre réditos y gananciales, y no precisamente de las muy menores. Por decirlo de algún modo, reciben a cambio un doble beneficio, esto es, por un lado, ganancia material por efecto del mayor volumen de ventas, gracias a una majadera y reiterativa propaganda cobijada bajo el alero de una noble causa, y por otro, un mayor rédito en la imagen que proyectan hacia la comunidad, logrando hacer prevaler la imagen en esta última, de que todo lo que “donan” es producto de un desprendimiento voluntario, porque son buenos del alma y del corazón.
En efecto, la Teletón, debiendo realizarse con fines estrictamente solidarios, sin embargo su previa puesta en escena, dos meses antes del evento mismo, pone como punto relevante, no el acto solidario propiamente tal sino, la comercialización de productos de aquellas empresas que participan como entes auspiciadoras del evento en cuestión. Ahora bien, no tiene nada de malo el hecho mismo de la comercialización de productos y su consiguiente propaganda; al fin y al cabo, esa es la exigencia que impone la dinámica de las leyes del mercado (ley de la oferta y la demanda), y contra eso nada se puede hacer, a lo menos, en las sociedades capitalistas, neoliberalistas. Mi reclamo va dirigido, más bien, a los diversos entretelones oscuros que subyacen en su fondo, y que a pesar de haberse hecho, en su momento, denuncias muy fundadas, éstas nunca han sido suficientemente aclaradas ni desmentidas por los organizadores, fundamentalmente, por su mentor original, Don Francisco.
Mi alegato se remite a que una causa solidaria, que debe distinguirse por los beneficios reales que debe aportar hacia quienes va dirigido, en ningún caso debe implicar ningún tipo de réditos para aquellos que la están entregando. Sí, porque la solidaridad, tal cual yo la entiendo, y el sentido común así lo indica, debe implicar un acto de “desprendimiento voluntario”, “no inducido”, pero en ningún caso réditos materiales o de imagen para aquellos que supuestamente en forma desinteresada estarían participando. Menos aún si este evento se ha convertido finalmente en un mero show, en un espectáculo, o en un grotesco acto de farandulización en la que participan distintas personalidades del mundo de la televisión y el espectáculo, algunos de ellos de dudosa calidad moral e intelectual, (incluido, muchos rostros fachos de por medio), todos ellos en una afanosa búsqueda por hacerse un lavado de imagen ante la opinión pública, gracias a la excelente y propicia oportunidad que le entrega el evento de la Teletón. He ahí, algunos de los lados oscuros, el lado feo, un entrecruce de entreverados y oscuros intereses que interactúan entre sí, desvirtuando de hecho el supuesto desinterés de los entes involucrados en el despliegue y desarrollo del evento (empresas, artistas, opinólogos, rostros de la televisión, etc.).
Ahora bien, sabemos, en un sentido general, que el permanente bombardeo de las tandas propagandísticas, transmitidas a través de las pantallas de la televisión, logran vencer hasta las voluntades más estoicas, para inclinarlos finalmente a consumir el producto tal o cual en desmedro de otros. Por eso en el periodo de la Teletón, se nos repite majaderamente y hasta el cansancio, que hay que consumir el dentífrico tal o cual, o el yogurt de determinada marca y no de otra. Sólo consumiendo dichos productos, -nos transmite el mensaje subliminal-, somos solidarios con los niños minusválidos. Y así lo cree la inmensa mayoría de la gente, la que vuelca finalmente sus preferencias a favor de dichos productos. La Teletón, sabedora de esta premisa básica, por lo demás, sustentadora fundamental de las relaciones capitalistas, aprovecha muy bien sus axiomas, para aplicarlas en el caso específico del evento en cuestión. Así, por tanto, una vez fijado el objetivo central del evento, se estudian, se analizan las estrategias a seguir para derivar en la aplicación de los métodos científicos de la ciencia social, fundamentalmente, las ciencias de la psicología y de la comunicación. Este método que se aplica como norma general, para todos los objetivos trazados en el sistema capitalista, se aplica ahora en la instancia de la Teletón. Se verifica así el éxito de una estrategia que sirve tanto para justificar hechos tan disímiles como lo son, por un lado, la invasión a Iraq, y por otro, el evento de la Teletón.
En efecto, la propaganda, viene a ser el eje central de sustentación del éxito que año tras año exhibe la Teletón para el logro de sus metas. Aquellos que muestran interés especial por los contenidos y aplicación de la ciencia social, saben muy bien el poder que tiene la propaganda para alcanzar cualquier objetivo propuesto. La Teletón no ha estado ajena a esta premisa sabiendo muy bien, sus organizadores, la utilidad que representa la aplicación del esquema comercialización-propaganda, para el logro final de sus objetivos. Entonces, si algo hay que reconocerle a la Teletón, y especialmente, a don Francisco, es haber logrado hacer tabla rasa con los presupuestos básicos que han dado origen a la solidaridad desde tiempos ancestrales, esto es, ser constitutivo de un “acto voluntario”, “no inducido”, y agregaría yo algo más aún, un desprendimiento entregado en “forma anónima”. Cualquier acción o estrategia que pretenda ser solidaria, y carezca de estos elementos en su desarrollo, en mi opinión, merece, a lo menos, ser cuestionado en la condición de solidaridad propiamente tal.
Así, todo el cúmulo de presupuestos fundacionales que le subyacían a la solidaridad, han sido desvirtuados por la Teletón, como consecuencia de haber prestado oídos a aquella máxima que enseña la moderna ciencia social de nuestros días, en cuanto a que, para alcanzar cualquier fin propuesto, la meta es lograr, en primer lugar, captar el imaginario social, y para ello han prestado atención, cada vez mayor, a las modernas técnicas de la psicología social debido, precisamente, a las posibilidades que puede ofrecer esta ciencia en la esfera de la manipulación de masas. Esto es tan así, que no sin razón N. Choukas, en su libro “Propaganda Comes of Age” señala: “Si al individuo se le bombardea constantemente con ideas propagandísticas se aísla, tarde o temprano, de la realidad. Se destruyen unos tras otros sus nexos con el mundo real, mientras que el propagandista le proporciona paulatinamente todos los consejos que satisfacen la curiosidad del individuo. De este modo, cualquier iniciativa desaparece y el horizonte mental del individuo se estabiliza. Todo lo individual se congela y se hace estático. Y por muy grande que sea el poder del individuo, este cae por completo bajo la influencia del propagandista”.
A partir de estas ideas no cabe duda que la Teletón actúa conscientemente haciendo cuerpo de las premisas de la psicología social, derivando con ello a que ahora, los beneficiarios de la Teletón, no sólo sean los niños impedidos, sino también, las multinacionales y empresas comerciales criollas, las que obtienen grandes réditos comerciales, al aumentar considerablemente sus ventas y ganancias, al amparo de la sombra de una convocatoria, que utilizando como fondo, la necesidad de ayuda a los niños limitados ha logrado, a lo largo de los años, capturar la conciencia y emotividad de todo el pueblo de Chile.
Entonces, hay que sacarse ese prurito, en cuanto a creer que las empresas participantes en el evento, son buenas y solidarias con el prójimo. Eso no es así ni mucho menos. Hay que tener presente que las empresas, su razón de ser, es sacar mayores ganancias, y punto. Y eso lo logran con creces al aumentar las ventas que una generosa propaganda les pone a su alcance. Una propaganda majadera, un bombardeo mediático sin igual, la que finalmente logra minar el inconsciente colectivo de todo un pueblo, terminando por caer finalmente casi todos rendidos en los brazos de la Teletón. No es un dato menor señalar que estas empresas y fábricas, supuestamente bondadosas con el prójimo, al día siguiente del evento, siguen explotando a sus trabajadores, cada vez más que antes, sobre todo, gracias a la flexibilización en las leyes del trabajo que generosamente les han entregado de regalo los sucesivos gobiernos de la Concertación. Así de simple y clara es la cosa. Decir lo contrario, son pura poesía, puras paparruchadas.
Una última referencia, en lo que respecta a la farandulización del evento. Mucho se ha escrito sobre ello, por lo que no tendría mucho más que agregar sobre el asunto. Sin embargo quiero hacer oír mi reclamo, de lo que me parece el colmo de los colmos: haber elegido los organizadores de esta versión, a Cecilia Bolocco, poco menos que la figura promocional central del evento, el gancho, para captar la atención del público (el populacho diría Nietzsche), en todo el proceso de farandulización a que ha estado sometida sus últimas versiones. A mi juicio, un torpe error de la Teletón, que la desacredita y descredibiliza en la alta imagen de percepción que ha alcanzado ante la opinión pública por la obra de envergadura, social y solidaria, que ha estado sucesivamente realizando por varios años a favor de los niños minusválidos de Chile.
Pero, veamos … ¿Quién es Cecilia Bolocco?... ¿Qué reales mérito tiene, para haber sido elegida algo así como “el rostro promocional de la Teletón”?. Los chilenos bien la conocemos, aparte de ser ex miss universo, también fue la regalona del dictador Pinochet y de la sin par doña Lucía. Pero su distinción mayor, en los últimos años, no ha sido otro que participar o haber sido objeto de sesudos y extensos comentarios en cuanto programa ramplón y chacabano se exhibe por la mediocre televisión chilena. Sí, figura habitual en aquellos maratónicos programas matinales de farándula que transmiten profusamente los canales de televisión de nuestro país. Programas de simples copucheos en donde sueltan la lengua esa curiosa nueva fauna aparecida de “sesudos opinólogos”, que cotillean los juegos de entre sábanas de la artista tal o cual, o bien chismorrean acerca de ciertas anatomías, en donde nalgas, traseros y pechugas parece ser lo que más cuenta.
Figura central, seguramente, por las gracias de los últimos numeritos que se ha mandado. En primer lugar, por querer ser émula de Eva Perón, para cuyo fin no encontró nada mejor que desposar al sempiterno viejo feo, pelado y corrupto de Carlos Mennen, esperpento de figura política, de triste recuerdo para el pueblo argentino, por haber dejado a ese gran país en la bancarrota. Otra vez, haciendo de bailarina, cuando animó el festival de Viña, pero una bailarina muy especial, aquella que elevó bien sus piernas dejando al descubierto sus nalgas, de modo tal, que todos los televidentes pudieran ver hasta lo que había almorzado el día anterior. Y por supuesto, no podía faltar la guinda de la torta. Sí, porque no contenta del todo, y con el afán de estar siempre presente en los primeros planos del faranduleo, no encontró nada mejor que hacer el papel de vampiro, con eso del numerito que se mandó haciéndole sexo oral a un play boy en Europa.
Bueno, esos son los méritos de la figura de atracción de la Teletón. ¿Que más se puede pedir y esperar de la Teletón en este país doblemente hipócrita, desigual e injusto y que discrimina sin ton ni son a sus ciudadanos? Sí, porque no debemos olvidar que a la Natty, esa adolescente de 14 años, por hacer lo mismo que la Bolocco (sexo oral), el colegio la expulsó y los medios de comunicación la repudiaron y estigmatizaron socialmente. Lo mismo le pasó a una miembro del ejército, que la expulsaron inmediatamente de las filas. ¿Por qué tanta drasticidad con estas últimas y con la Bolocco no? Juzgue la opinión pública, el grado de mediocridad y degradación a que ha llegado la televisión chilena, los medios de comunicación, y la sociedad toda, al sólo mérito de los hechos tal cual se han sucedido y tal como son.
Por eso, y muchas otras cosas más es que reitero, en esta nota, mi profundo fastidio por la Teletón, por lo que una vez más me abstraeré de ver sus imágenes durante las “27 horas de amor” que transmite, ¡para colmo!, en cadena nacional, los canales abiertos de la televisión chilena. Podré ser el único, o quizás conformar el grupo de unos muy pocos, pero eso para mi no cuenta, consciente de que nunca las mayorías necesariamente acreditan que se está con el buen gusto o en lo correcto, más mejor, diría yo, en nuestros tiempos sucede todo lo contrario.
Por último, y para poner punto final a esta nota, recordar desde el punto de vista filosófico, que ya en el siglo XIX, tanto Federico Nietzsche como Carlos Marx, advertían la dicotomía que presentaba la sociedad al presentarse fenómenos como éstos. El primero de ellos decía, que los valores de nuestra sociedad se encontraban transmutados, y por tal había la necesidad de invertirlos. Es más, señalaba que la realidad nunca es tal cual se nos la presenta, porque a lo que es verdadero se le hace pasar por falso y a lo que es falsa realidad por verdadera. Por su parte Marx, nos advertía que en las sociedades de clases, y por tal en la sociedad capitalista, el hombre es lo que no debe ser, y hace las cosas de una manera como no las debe hacer; a eso lo llamó “alienación”. Y no dejan de tener razón estas dos cumbres intelectuales, porque eso es lo que estamos viviendo en el día de hoy, en todos los campos de nuestras actividades. Y el caso de la Teletón, no a estado exento de ello, porque los elementos alienantes hace rato que se le han metido entre medio.
martes, 27 de noviembre de 2007
MI FASTIDIO POR LA TELETÓN (II)
Publicado por nancho en 15:47
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario