Por: Álvaro Cuadra*
Fuente: www.elclarin.cl (18.0608)
Desde hace ya casi dos décadas nuestro país ha venido postergando una serie de problemas que hoy comienzan a hacerse manifiestos, mostrando las fisuras y arrugas de un orden político arcaico. Cada gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia ha adquirido compromisos que no ha cumplido. Por de pronto, la sucesión de gobiernos concertacionistas no ha sido capaz de borrar la herencia autoritaria impresa en la Constitución del 80, apelando a pequeños parches cosméticos consensuados con sus opositores.
Esta aguda incapacidad política del conglomerado oficialista se suma a una deficiente “moral pública” que se ha traducido en una imagen y un clima de corruptelas en diversos estamentos del aparato público. Digámoslo con franqueza, la Concertación ha ido de más a menos. Esta verdad es incómoda, pues de algún modo esta agrupación de partidos políticos atesoró la esperanza de una amplia mayoría de chilenos que les confió la tarea de restituir una plena democracia en el país, tarea que no han cumplido hasta la fecha.
En la actualidad, vivimos horas complejas en el mundo. El alza de los combustibles, el calentamiento global, la inestabilidad de los mercados entre otros factores, tiende a desdibujar el “milagro” chileno. El “neoliberalismo a la chilena” viste con ropajes de modernidad y lenguaje pseudo científico una añeja, y muy poco cristiana, costumbre de nuestra derecha: explotar a los pobres y débiles para aumentar su riqueza. La triste realidad es que estamos muy distantes de soñar siquiera con asomarnos al mundo desarrollado. Atrapados, como estamos, entre una derecha sumida en un retrógrado conservadurismo pietista, devota de cierta nostalgia militar y un oficialismo paralizado por su ineptitud y falta de voluntad política, el horizonte no podría ser más mediocre y desolador.
En un clima adverso, crece el temor y la derecha lo sabe. Utilizando con habilidad temas como la “delincuencia” y la “seguridad ciudadana”, desplaza de los medios cualquier recuerdo de aquellos años en que se hizo cómplice de crímenes atroces. Carente de un proyecto político democrático, apela a lo peor de la demagogia y el populismo para defender “su” orden constitucional, pretendiendo que es el de todos los chilenos.
Las recientes movilizaciones de camioneros y estudiantes representan apenas la punta de un “iceberg”. En Chile, las cosas se están haciendo mal, muy mal. Al observar la realidad nacional, se tiene la impresión de que nos aproximamos a un punto de inflexión que reclama un salto cualitativo. No podemos seguir enjaulados por un orden constitucional anacrónico que ha erigido una “democracia de baja intensidad”, otra forma de decir, de espalda a los ciudadanos, para preservar grandes intereses económicos y de paso, garantizar una impunidad selectiva a conspicuos personeros del antiguo régimen.
Los grandes problemas del país, educación, salud, previsión social, energía y medioambiente, respeto a los trabajadores y a las minorías, entre muchos otros, sólo se resuelve en una democracia plena. Las cosas por su nombre: Es hora de que Chile despierte a sus verdades incómodas: Nos aproximamos a momentos muy complejos para la humanidad entera, derivados del cambio climático, la crisis de combustibles y ajustes tecno estratégicos del capitalismo mundial, y no estamos preparados en absoluto. Sólo podemos exhibir una gran deuda social pendiente, un profundo desajuste económico y político, un vergonzante clima de “inmoralidad pública” que prevalece en todos los niveles de la administración del Estado, en la antesala del Bicentenario de nuestra República.
*Álvaro Cuadra
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados.
Arena Pública, Plataforma de Opinión de Universidad Arcis.
miércoles, 18 de junio de 2008
CHILEY SUS VERDADES INCÓMODAS
Publicado por nancho en 6:32
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