domingo, 15 de junio de 2008

LO QUE QUEDA DE LA IZQUIERDA

Por: Pepe Gutiérrez-Álvarez
Fuente: Kaos en la Red) [14.06.08]

Hace mucho tiempo que la izquierda-izquierda como el café-café, dejó de representar algo en las instituciones. Unas notas a propósito del Viento Sur de mayo.

Estoy a punto de jubilarme, y ya ni me acuerdo cuando la izquierda establecida consiguió alguna victoria. Lo que queda por aquí, es parte de lejanas movilizaciones en los años setenta. Seguramente, todavía se lograron mejoras significativas en los municipios en los ochenta y parte de los noventa. Está claro que con la descomposición del llamado “socialismo real”, no solamente hemos conocido una derrota geoestratégica, también se han secado los márgenes de las reformas y las mejoras parciales, y que por lo tanto, toda izquierda que deja de oponerse a los engranajes del sistema, deja de actuar como izquierda para acabar formando parte de la cara más “humana” de dicho engranaje.

Luego, se resistió mejor en algunos casos. Ahora el horizonte está en que no venga la derecha que lo empeore más todo. Las clases dominantes le han dado la vuelta a lo tortilla, han cambiado el mundo de base, y pueden gozar de la felicidad de contar con unos sindicalistas que –al decir en una tira de El Roto, al que parece que se le han caído algunas muelas últimamente-, ¡parecen que han estudiado empresariales!

Con semejante sindicalistas, no de es de extrañar que nos quieran meter 65 horas, lo extraño es que no lo hayan intentado antes, y que no estén pensando en volver al “jornal” por la “jorná”, como en aquellos tiempos en los que solamente necesitaban acercarse a un espacio convenido, y decir tú. Tú sí, tú no…Pero todo llegará, de momento, y en muy pocos años han dado pasos de gigantes en la reproducción de las técnicas de partido único-bipartidista siguiendo el modelo norteamericano, y en algunos casos, empeorándolo. “Cogidos” por el juego bipartidista, con sindicalistas como Hidalgo o Méndez que dan más miedo que confianza, con un PCE desarbolado por mil renuncia, y una izquierda radical que se agotó en los ochenta, el panorama resulta ciertamente desolador. Antes que por la “debâcle” electoral de IU, eso se hacía evidencia por la misma impunidad empresarial, impunidad cuyo máximo ejemplo está en Italia, pero como he escrito muy bien Rafael Argullol, Berlusconi no es el pasado sino el futuro. Pero sobre todo, se demuestra porque sus victimas pueden sentirse totalmente desamparadas ya que dicha derrota ha implicado que la gente se preocupe más del “yo” que del “nosotros”.

Los que dicen que la lucha de clases ha dejado de existir (así lo proclamó Kepa Aulestia en el congreso fundacional de Iniciativa per Catalunya sin que nadie le contradijera), es que han cambiado de bando, y no quieren que nos enteremos que la lucha de clases se encuentra en uno de sus momentos de mayor ferocidad. Lo único que cambia es que es una lucha de clases llevada por arriba, y que por lo tanto se confunde con la “ley natural”. O sea con esa ley que convierte en “noticia” que unos obreros utilizan tirachinas o que los autobuses colapsan el tráfico, pero que cuenta con letra pequeña y como si tal cosas el creciente aumento de los beneficios, o incluso los casos de corrupción que, al fin de cuentas, no son más que el aceite del sistema como proclamaba el flamante Nobel de Economía, Milton Friedman, uno de los “padrinos” más eficiente que tuvo en su momento aquel “revolucionario” neoliberal llamado A gusto Pinochet.

El objetivo final de los que mandan es convertir a la izquierda-izquierda en un archipiélago de “lobbys” marcados además por las “culturas” competitivas, de manera que se dan casos, de corrientes a las se les puede hundir el mundo alrededor pero eso ni impedirá que su principal preocupación sea el vecino sindical (¿hasta donde llegará la fragmentación de lo que queda del anarcosindicalismo?), o múltiples ejemplos de firmamento partidario con su bandera “trotskista” o “marxista-leninista” obviamente “auténtica” y genuina, librando su propia guerra pero eso sí, incapaces de abandonar su casa por un proyecto más abierto.

El modelo norteamericano ha sido y es una buena escuela de destruir y neutralizar todo lo que queda de la izquierda. La socialdemocracia acabó finalmente integrada en el Partido Demócrata, un verdadero cementerio de elefantes, ahí cayó lo que quedaba del movimiento de los derechos civiles; ya antes, el PC norteamericano había caído en medio de dos fuegos: la represión sistemática y el virus estalinista. Más allá quedaría el consabido archipiélago de grupos pertenecientes a las minorías proféticas, a veces muy interesantes, pero sin apenas capacidad de incidir seriamente, siempre situados contra las cuerdas. Y más allá o al mismo tiempo, todo un sector amplísimo de “perdedores”, situados fuera de “sistemas” a los que el propio sistema puede ignorar perfectamente. Debe de ser un consuelo muy radical perder batalla tras batalla sin sentirte responsable de lo que el sistema hace contra ti y contra los tuyos.

Evidentemente, hay gente que resiste, que analiza, y que recompone. Que trata de trabajar por un proyecto alternativo que deje en su lugar historias que nunca pueden ser un punto de partida (aclaro, prefiero gente con la que puedo estar en desacuerdo con tal o cual interpretación del pasado pero que ahora abra camino, que al revés), un proyecto que nos permita trabajar por la recomposición de la izquierda que será anticapitalista o no será, que optará por oponer la creación de resistencia a las moquetas porque de no hacer acabará también suicidándose…

Sin embargo, todo esto que parece obvio, elemental, clamoroso, no parece que vaya a resultar sencillo…Así al menos lo dejan claro desde el último número de Viento Sur (nº 97, mayo 2008), que, entre otros trabajos, nos informa sin medias tintas del desastre italiano donde las concepciones gramsciana sobre la hegemonía cultural…han sido aplicadas por una derecha que todavía puede ser peor que la nuestra, o de los grandes peligros que acechan un proyecto boliviano que había remontando desde abajo golpes militares y corrupciones neoliberales sin cuento…También nos ofrece “cinco céntimos” de buena información sobre el curso político francés, posiblemente el más luminoso de esa Europa social que acaba de ganar una batalla importantísima en Irlanda. Me gustaría volver a hablar de los hermanos de la LCR y del “sobrino” Besancenot, porque ahora me gustaría llamar la atención sobre el “dossier” titulado “A la búsqueda de la izquierda perdida” con cuyos trabajos resultan de un grana calado, con aportaciones para aprender, y con los que me encuentro bastante de acuerdo…

No obstante, me gustaría llamar la atención sobre unas notas escritas por Josep Mª Antentas y Esther Vivas en su artículo “La izquierda catalana tras el 9 de marzo”, y en las que afirman: “No hay fórmulas mágicas para construir una izquierda de combate, ni vías rápidas que permitan quemar etapas, no modelos para copiar”.

En mi modesta opinión, la de alguien que no tiene precisamente motivos para ser optimista dado que en una larga vida militante ya he tenido sobradas ocasiones para aprender a no serlo, al menos más de lo justo, semejante afirmación requiere al menos algunas matizaciones. Cierto, no hay fórmulas mágicas, ni tan siquiera propuestas políticas como en la que otros tiempo generaron movimientos alternativos que ya figuran en la historia. Entonces, existían fuertes escalones por lo cuales se podía escalar, hoy esos escalones están por recomponer íntegramente, al menos por estos andurriales. De acuerdo, no hay vías rápidas ya que, pro lo mismo, dicha izquierda no solamente tiene por delante sus propias tareas sino que además, tiene que emplearse a fondo para forjar dichos escalones…En cuanto a los modelos, en el mejor de los casos, pertenecen a realidades muy distintas. Todo ello es cierto.

Pero también lo es, que en los últimos diez-quince años, como diría Marx, ha ido creciendo la hierba. El triunfal-capitalismo sigue sin tener una oposición digna de este nombre, pero también es cierto que se ha desprestigiado aceleradamente. Hasta ahora se ha permitido ir desmantelando las conquistas socales de un siglo de lucha, pero ya está tocando hueso, y lo que es más evidente, se está haciendo evidente ante unas nuevas generaciones que, por más embrutecidas y nihilistas que hayan llegado a ser, comienza a tener ojos y oído. Si en estos años ha crecido la hierba, resulta factible que, tras una primera fase de recomposición, pueda darse una aceleración. Metamorfosis de este tipo se han dado en la historia, de hecho, lo más singular de la oleada entre los sesenta y los ochenta cuyos momento más característico fue el mayo francés, es que emergió como una tormenta que irrumpía el “aburrimiento” de un cielo en el que no aparecían nubes. Así pues, no hay vías rápidas, pero la situación puede precipitarse, no hay más que ver la cara de Sarkozy al conocer los resultados de Irlanda.

No hay vías rápidas, pero al menos, hoy sabemos mejor que tiempo atrás los caminos que no hay que transitar. Sí algo tiene de meridiano el planteamiento del socialismo del siglo XXI es que tiene que superar las enfermedades que ”lo jodieron” en el siglo XX: la socialdemocracia y el estalinismo. Hay pues modelos para evitar. Pero también hay modelos que tener en cuenta. Con todas sus limitaciones, las Comisiones Obreras de la clandestinidad supo romper el nudo gordiano de la división sindical anterior, supo superar las dicotomías y llevar la propuesta a “lo que hay que hacer ahora”, eso se puede hacer, y se puede hacer mejor. Se trata por lo tanto de, no olvidar las dificultades, pero también de avanzar en los que puede facilitar las tareas. No hay modelos, pero la experiencia de la LCR francesa puede sacarnos del marasmo de la fase anterior en la que no veíamos más camino que pasar por algún tipo de acuerdo con todo la izquierda que parecía moverse…

Fue en la época “dorada” de Julio Anguita, algunos tuvimos la impresión que hasta Iniciativa se podía mover. Recuerdo un semi-Congreso allá por la mitad de lo noventa, como esto me pareció posible al encontrarme por los pasillos a veteranos de Mientras Tanto, a gente de la extinta LCR, y a antiguos luchadores en los que seguía confiando. Aparecían o reaparecían revistas interesantes como El Viejo Topo, Viento Sur, Archipiélago, Mientras Tanto, Le Monde diplomátique, etcétera. Hasta el lenguaje de los veteranos eurocomunistas se hizo más social y casi rupturista, en Vilanova vino Joan Saura y nos obsequió con una diatriba antimonárquica que causó furor entre los viejos comunistas de siempre. Pero no era así, y después de la recuperación sistemática de Iniciativa llegó la del PCC, y finalmente la Refundazione de Bertinotti, aquel que decía defender “ideas que nunca mueren”, pues menos mal. Hoy está claro, creo que lo explican muy bien tanto Armando Fernández Steinko como Jaime Pastor, la vieja izquierda reformista ya había dejado de serlo. Ya no quedan reformistas, no hay espacio, por lo tanto…

Por lo tanto, no se trata de crear simplemente “una fuerza política de carácter estatal que esté situada nítidamente a la izquierda del PSOE”, al menos que al mismo tiempo “no comulgue con las ruedas de molino del neoliberalismo”, y que además “sea capaz de defender lo público, a los trabajadores, que combata la desigualdad sin menoscabar la libertad, etc., etc”, tal como expresa Miguel Riera en la editorial de el último número de El Viejo Topo, número al que ya me había referido en un artículo anterior para Kaosenlared (El fin del comunismo como sistema de poder). Dicha izquierda no solamente tendrá que ser “antagónica” con lo que representa el socialberalismo (y por lo tanto, tendrá que actuar como lo han hecho la LCR, el Bloques o hizo en su día Refundazione, con total independencia sin entrar en el juego derecha-izquierda sino como nos dejó claro Manuel Sacristán, en el sistema-antisistema. Por lo tanto no puede haber ningún apoyo a cualquier política que signifique favorecer la gestión neoliberal.

No se parte pues de cero, sino desde otra lógica. De entrada es fundamental tener clara la situación: no hay vida (favorables al pueblo) dentro de las instituciones. Para que algo sea pueda ser verdad aunque sea parcialmente, tendrá que existir previamente una presión de masas real, efectiva. Y sí se de hacer, será previo control de los movimientos. Tampoco hay vida en la vieja izquierda que persiste en hacer nuevos cambios tácticos para hacer más de lo mismo. Sin menoscabo de colaborar puntualmente la gente honesta que quiera hacer cosas pero que no se ha enterado que el mundo ha cambiado de base, no creo que haya mayor cosa que hacer con los lobbys que se han resignado, y que siguen hablando de “izquierda transformadora”, y cosas por el estilo con prácticas de aproximación a las ruedas del engranaje.

Lo que ha de existir se forjará en combate contra el triunfal-capitalismo, pero también aprendiendo de las experiencias más nefastas. De enfermedades como el oportunismo de los que quieren “llegar a más” aunque sea a través de un discurso de izquierdas que además les puede aliviar posibles problemas de conciencia, pero también de los sectarios, los que se refugian en sus dogmas de fe o en entidades que refrendan su conservadurismo teórico y organizativo. Conviene tener muy en cuenta que las derrotas no solamente provienen de la maldad del sistema, que al fin y al cabo el prisionero de su propia lógica de egoísmo y acomodación. También provienen, y muchas veces de manera especial, de los errores y desastres de la propia izquierda atada a sus propias contradicciones.

Está claro que no tenemos que hacernos más ilusiones de las necesarias, y que a veces las falsas expectativas tienen malas consecuencias, pero no lo es menos que nos ha tocado vivir unos tiempos en los que el poder establecido se encuentra cada vez más desprestigiado, y que por esa brecha, el Viejo Topo puede encontrar un camino mucho más amplio del que en estos momentos nos podamos creer.

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