miércoles, 11 de junio de 2008

REFLEJOS CONDICIONADOS

Por: Jorge Coulon
Enviado por: Mario Hoare (11.06.08)

No sólo amarradas y bien amarradas quedaron las leyes y la institucionalidad de la dictadura, el miedo como mecanismo de control social -que no es patrimonio exclusivo de las tiranías- es tal vez el amarre más complicado de desatar. Con mayor razón aún si, por acción u omisión, los gobiernos que se han sucedido bajo el signo de la Concertación no sólo no demuestran ninguna voluntad política de terminar con este control sino que a su vez lo usan con eficiencia.

Estas leyes escritas sólo en el subconsciente colectivo, no requieren de tribunales ni acción policial para ser respetadas, basta que se active el estímulo correspondiente para que esta Constitución intracerebral desparrame sus preceptos por el sistema nervioso de la nación.

Los ejemplos abundan y es sólo cuestión de observar con atención para ver cómo actúa el mecanismo. Basta un titular en algún diario del duopolio, de un editorial o de una portada, dependiendo del sector de la población que debe recibir el estímulo… o en los casos más clamorosos de un cóctel bien combinado de prensa, radio y televisión.

No seamos tan presuntuosos como para creer que esta situación es patrimonio de Chile ni invención de los cerebros de la dictadura, pero en nuestro país ha tenido particular éxito. No se explica de otra manera la pasividad nacional frente a hechos como que los sistemas de salud, previsión y educación continúen, con maquillajes más o menos patéticos, siendo un jugoso negocio privado pese a los altísimos porcentajes de rechazo a la gestión privada que todas las encuestas revelan (y que rara vez la prensa publica).

Algunos ejemplos:

El paro del transporte. Al margen de las razones coyunturales reveló dos amarres de los que no se habla, el del miedo reflejo y la evidencia de que la dictadura dejó a Chile a merced del gremio de los transportistas, no teniendo el Estado ninguna capacidad de asegurar a la población la libre circulación de cargas, mercancías y abastecimiento por el territorio nacional (¿no sería materia de discusión en el Consejo de Seguridad Nacional?)

La majadera campaña del terror en torno a la seguridad ciudadana, campaña cardinal en crear los mecanismos de control social por el miedo a nivel mundial. Muchísimas más víctimas fatales (y secuelas sin resultado de muerte) que la delincuencia, dejan los accidentes del tránsito, sin embargo los esfuerzos informativos (o de manipulación de la opinión pública) y económicos en torno a la difusión y combate de esta lacra social no tienen parangón frente al esfuerzo gigantesco por instalar la delincuencia y la sensación de inseguridad ligada a ella, como una de las preocupaciones fundamentales de la población.
Igual cosa sucede con los recursos informativos y económicos invertidos en destacar las carencias en los servicios públicos, especialmente educación, salud, previsión y vivienda, frente al ocultamiento casi sistemático de los abusos que el sector privado comete permanentemente con la población en estos y otros campos de los servicios básicos que, se supone, son derechos fundamentales de los ciudadanos.

La sospechosa campaña del terror en torno a la energía. Que duda cabe que la energía es un tema estratégico nacional y como tal debe ser discutido por la Nación y no impuesto de acuerdo a los intereses de las multinacionales ni de determinados y poderosísimos sectores productivos.
Se sabía desde Enero que el 2008 no sería un año de sequía, sin embargo hemos asistido a un montaje mediático impresionante, en el que las conclusiones, y los esfuerzos informativos, económicos y organizativos, no estuvieron dirigidos en lo central a paliar la situación pasajera de sequía y sus consecuencias en el agro, con las secuelas de caros precios al público y daños a las exportaciones.

Se ocultó que las lluvias llegarían tarde, pero abundantes al extremo de provocar inundaciones y penurias para la población (como está sucediendo en todo el mundo) para utilizar esa sequía sabidamente pasajera en función de crear pánico en torno a una supuesta escasez futura de energía eléctrica, esto con el fin de favorecer elecciones energéticas favorables a las multinacionales y no al interés nacional. Se ocultó que los problemas con la generación termo eléctrica y los recursos energéticos ligados al gas argentino son producto de malas elecciones en política energética en el pasado reciente. Se oculta que quienes se oponen a los megaproyectos hidroeléctricos en Aysen no se oponen al uso de la energía hidroeléctrica, sino que se oponen a esos obsoletos megaproyectos que hacen al país vulnerable y atrasado en su infraestructura de generación eléctrica. Se oculta que con la venta de Endesa a los capitales multinacionales se entregó al mercado el derecho (sagrado) del país a la soberanía sobre una parte del territorio que son sus ríos.

Se desinforma acerca del conflicto Mapuche, de los conflictos sindicales, sobre las manifestaciones populares, de los intentos por revertir la propiedad de los chilenos sobre la riqueza nacional, el cobre. En cada caso se activa oportunamente el estímulo que comunica el miedo a la sociedad, el impulso que paraliza, que aísla, que impide la interacción de los chilenos en función de sus propios intereses, de los intereses de las grandes mayorías que asisten mirando por las ventanas el festín de unos pocos.

Se oculta y se resalta, se informa y se desinforma de acuerdo a la respuesta que se quiere obtener. ¿Quien enciende las señales, toca las campanas, hace los gestos que preceden la descarga eléctrica? La respuesta no requiere de mucha imaginación, la tenemos cada día en nuestras pantallas de TV, la vemos colgada en los kioscos de todo el país. A los que no vemos es a los que determinan cuándo y con que intensidad se desata el reflejo condicionado.

¿Que antídotos podría tener la sociedad chilena frente a estos chips subcutáneos activados a distancia? El remedio es un cóctel de Democracia, Prensa Libre y periodismo digno, tribunales de Justicia realmente independientes e instituciones transparentes. No haría mal, desde mi punto de vista, una dosis de Izquierda que a la buena memoria agregue imaginación, agilidad, juventud, modernidad e intransigencia ética.

La gran inversión que Chile necesita no es en el pozo sin fondo de los parches a la herencia de Pinochet. Chile necesita invertir en Libertad, en pagar los costos que significa ser una República de verdad.

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