viernes, 6 de junio de 2008

EL SOCIALISMO DE TODOS LOS DÍAS

Por: Ignatius Reilly
Fuente: Amigos rojos (25, 05.08)

Queremos la revolución, o bien una reforma profunda que transforme una sociedad que no nos satisface, que se nos queda pequeña por las infelicidades que encarna. Queremos un partido fuerte, que tome una serie de decisiones que contribuyan a este cambio. Pero, ¿nos hemos fijado en nosotros? Un repaso a nuestra conducta puede revelar serias contradicciones que están en la raíz de la crisis ideológica que vivimos en este momento: malos revolucionarios producirán una mala revolución, como ha sucedido en el pasado. Para ello, pensemos en lo siguiente:

¿A cuánto y a qué estamos dispuestos a renunciar: televisión, chucherías –de todo tipo-, videojuegos, fútbol, alcohol, cerveza, pornografía, revistas, ropa, vehículos privados, …?

¿Somos consecuentes con los productos que compramos diariamente? ¿Podrían ser menos o acaso nuestra conducta como consumidores es influida por factores externos? ¿Sería una locura fijarnos más en esto?

¿Seríamos capaces de vivir sin Coca-cola durante un mes? ¿Cómo sería tal experiencia?

¿Podemos eludir por unos días la competitividad en nuestro puesto de trabajo y probar la experiencia del cooperativismo? ¿No sería todo un experimento meternos en el lugar del otro a ver qué piensa para olvidarnos de nuestro ombligo?



¿No es acaso la cultura nuestra arma más revolucionaria? ¿Y el arte? ¿Sería posible hincar el codo más de la cuenta para poder instruirnos más, ser más cultos y críticos? ¿Podríamos convertir esto en una epidemia? ¿A quién podemos prestar un libro? (No es necesario que sea El Capital de Marx).

Los iconos son iconos, no se debe correr el peligro de que devoren nuestras ideas. El Ché tuvo su época, pero no podemos hacer de él nuestro programa. El bombardeo de imágenes y eslóganes es muy propio del capitalismo salvaje que queremos combatir.

Es un esfuerzo enorme, pero trabajar por el mantenimiento del medio ambiente –reciclaje, clasificación de basuras, no tires ese papel al suelo, joder- es, hoy por hoy, un acto revolucionario.

¿Es posible comunicar todo este programa al prójimo? ¿A cuántos a la vez? Tenemos a nuestra disposición numerosas plataformas de comunicación, discretas pero existentes para comunicar nuestras ideas.

¿Alguien puede ampliar esta lista?

Buenos revolucionarios dan lugar a una buena revolución.

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