por Guillermo Almeyra - La Jornada
Como se sabe, Rifondazione Comunista (RC) forma parte del gobierno y de la mayoría de centro que gobierna Italia. Los sapos que ha debido tragar con ese objetivo han sido muchos. Se declaró, por ejemplo, contraria a la violencia, así, en abstracto, y pacifista, aunque vota los fondos para la continuación de la aventura colonialista e imperialista en Afganistán. En el terreno de la política económica, por supuesto procapitalista, que aplica el gobierno de Romano Prodi, ex democristiano, ex responsable de la Unión Europea, no va más allá de proponer algunas enmiendas sobre impuestos y jubilaciones en la misma línea, pero no más allá de los dirigentes sindicales.
En el campo internacional apoya sin pero alguno lo que dice y hace el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y da un confuso apoyo a los palestinos, privilegiando a la Administración Nacional Palestina. No hace ninguna reflexión política ni teórica sobre la lucha socialista a escala mundial, y sus federaciones y centros languidecen precisamente por la falta de vida teórica y por el desencanto de los jóvenes ante la transformación del partido en uno de tantos componentes burocráticos del gobierno, con la consecuencia de que los militantes que antes estaban en los movimientos son hoy tecnócratas, burócratas o candidatos a serlo.
La izquierda, históricamente, jamás fue pacifista, porque sabía muy bien -y proclamaba- que el capitalismo lleva en su seno la guerra, como la tormenta los rayos. Una cosa era oponerse con todas las fuerzas a una guerra y al militarismo y otra desarrollar ilusiones pacifistas, como si se hubiera terminado la lucha entre los explotados y los explotadores, el conflicto, la posibilidad de guerra. De modo que el pacifismo de RC no es de izquierda, y mucho menos lo es si vota por el envío de tropas opresoras a Afganistán y expulsa a un senador que, coherentemente, vota de acuerdo con los principios socialistas tradicionales. La identificación entre el llamado socialismo real, estalinista, y el socialismo y el marxismo no es sólo una ruptura con el pasado marxista, sino que equivale a la colocación del partido en el marco del capitalismo neoliberal, como único posible. Eso también aleja a los jóvenes de RC y de la política, porque ésta es presentada como simple juego de poder por el poder en las instituciones y no como construcción osada de una utopía, de un mundo más justo.
La idea de que todas las violencias son igualmente repudiables y condenables deja impunes a los verdaderos violentos -a los belicistas, hambreadores, explotadores- y su violencia instalada y, en cambio, ayuda a éstos a frenar la reacción popular contra la violencia feroz del capitalismo y conduce al abandono de hecho del concepto de imperialismo y de la lucha contra la guerra preventiva declarada por Estados Unidos a todos los movimientos sociales. Por último, su incapacidad de ir más allá de lo que plantean los sindicatos de izquierda (que son fuerzas de clase, pero negocian salarios y condiciones de trabajo en el marco del capitalismo y no plantean nada que lo supere) coloca a RC en el campo de los reformistas, empeñados en hacer más aceptable y menos brutal la explotación y la opresión del capital.
RC no tiene un análisis realista de la situación política, económica y social que vive Italia. Los jóvenes, que en el país son minoría y forman un ejército de trabajadores desocupados o precarios, sin perspectiva alguna de cambiar esa situación, no encuentran ni una explicación de por qué les sucede eso ni una vía teórica de salida que los impulse a la lucha. RC es, así, otro elemento más de desmoralización en un país ya desmoralizado por la caída sin lucha y la putrefacción de los restos del que fuera el Partido Comunista más grande de Occidente, con 33 por ciento de los votos, centros de estudio, un enorme aparato cultural, diarios, revistas y decenas de miles de cuadros en las instituciones. RC no ha hecho un balance del pasado y por consiguiente tiene un presente de asfixia mientras carece de futuro.
¿Qué pueden hacer en ese ambiente mefítico los pocos jóvenes que desean hacer de RC lo que ésta declaraba querer ser cuando el suicidio del partido comunista, es decir, un partido comunista democrático, revolucionario? Hacer un balance del pasado de Italia desde la posguerra, del pasado del PC italiano y de sus características, retomar el marxismo que RC ha abandonado como herencia nefasta del siglo pasado. Además, trabajar en los movimientos sociales esperando que éstos puedan arrastrar lo que queda del partido, reanimar una parte del mismo y hacer que se apoye en el llano (sobre todo si el gobierno de Prodi cayese, debido a sus contradicciones internas y a su similitud con la centroderecha). En tal caso, RC podría hacer una cura de oposición y de rejuvenecimiento y encontrar nuevas fuerzas, renovando su dirección anquilosada y cansada. Es raro tener que esperar que la derecha recupere el gobierno para entonces retomar una esperanza.
lunes, 15 de octubre de 2007
RIFONDAZIONE COMUNISTA: Y LA IZQUIERDA, ¿DÓNDE QUEDÓ?
Publicado por nancho en 15:04
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