Por Magaly Silveyra
Fuente: Pieldeleopardo.com (05.03.08)
Está de moda –entre quienes pueden pagarla– obsequiar a la niña de la casa una estancia en el quirófano. Corregir la naricilla, tal vez reducir ese traserito que nadie duda es un tesoro, aumentar un pelo el busto, corregir un párpado que no cae bien... En fin potenciar el valor de intercambio (social, sexual) de la mocosa de marras. ¿Y por qué no, si la vecina, la tía, la mamá y la abuelita lo han hecho? Lo malo es que se suman voces que advierten que las operaciones de cirugía estética en las adolescentes pueden dejar graves secuelas.
¡Ah! Y ha comenzado el turno de los caballeretes, según algunas estadísticas, necesitados de algo más que anabólicos, tintura para el pelo, viagra y estiramientos varios. Pero naturalmente "de eso no se habla". Todavía. Quizá en una futura entrega.
Lo que hace dos décadas era un viaje discreto –o secretísimo– a una clínica en Brasil o Estados Unidos se ha convertido en tema de conversación y –casi– en motivo de ascenso social. Las chilenas viajan a Mendoza, porque es más barato que hacerlo en Santiago; las venezolanas pudientes aprovechan el viaje a USA para unas compritas en Miami (¡cómo las empobreció Chávez!), las centroamericanas van a México y las mexicanas a California o Texas, y las argentinas descubren que en tierra propia hay tan buenos escultores de carne y cartílagos como los artistas de la clínica Pitanguy.
Las pobres no. Ellas deben apechugar con los que dios le dio. No hay para las "clases D y C baja" (vaya Cristo a definir qué es D y C baja) remiendos para la virginidad, aspiraciones de grasitud, remodelación de nalgas, eliminaciones de arrugas para que el cuello vuelva a la tersura de los 20 años. Pero las mujeres pobres –la mayor pobreza del planeta– no importan mucho. Al fin y al cabo sus hombres no van al gimnasio ni trotan por la madrugada. Y tienen la mala costumbre de preñarse año por medio. No hablemos de los pobres.
A mediados de los noventas se inició una moda extraña –o lógica, según como se la mire–: regalar a la quinceañera una cirugía estética. No por razones de salud, que si así fuera no es un regalo, es satisfacer una necesidad. Tímidamente primero fueron las narices, quizá las orejas. Con el tiempo se llegó a lo principal: las mamas. Las chicas se comparaban con la actriz tal o la cantante cual o la modelo aquella y los padres, comprensivos, aflojaban la billetera. Y lo hacen de tal modo que el número de adolescentes con la mirada puesta en el quirófano aumentó más allá de cálculo.
En los últimos años –informa un "blog" de www.periodistadigital.com– el número de adolescentes que se somete a operaciones de cirugía plástica en España motivó al presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética, doctor Antonio Porcuna, a recomendar no realizar estas intervenciones ante las graves secuelas que pueden producirse por la falta de madurez física y psicológica del paciente. Dijo:
"Creo que los adolescentes no se deben operar bajo ningún concepto", señaló en declaraciones a Europa Press. Y por una muy atendible razón:"el organismo de los adolescentes está en crecimiento, es un cuerpo que está en desarrollo y todo lo que podamos tocar desde el punto de vista estético podemos estropearlo". (Vaya con el médico, atenta contra el desarrollo de la profesión).
"Un chica que con 15 años quiere ponerse implantes mamarios, por mucho que tenga el consentimiento de los padres y por mucho deseo que tenga, nunca se la deberán poner porque estamos causándole un perjuicio de cara al futuro, ya que la mama está en pleno desarrollo y un implante puede traer secuelas físicas", recordó. En el caso de las rinoplastias, "si bien al principio no se va a notar ninguna consecuencia cuando termine el crecimiento posiblemente la nariz se haya torcido porque se ha dañado uno de los núcleos de osificación".
La generalidad de los médicos dedicados a esta noble tarea de procurar corregir los defectos de la naturaleza (que las cirugías correctivas por razones de otra índole: accidentes, malformaciones, quemaduras, ec.. son otra historia) están de acuerdo en que el bisturó, la tijera, la sierra y la lipoaspiración no deben intervenir anes de los 18 años, cuando el cuerpo haya completado su crecimiento óseo. El asunto es que no basta el cuerpo desarrollado.
Es necesario un criterio formado, si no se corre el riesgo de correr detrás de un arquetipo a la moda, y difícilmente una muchacha o muchacho de 18 años tenga su criterio formado; el cerebro no termina su desarrollo sino unos cinco o más años después. Pero nadie hace mucho caso y el regalito de la cirugía tiene para rato. Vino para quedarse, como dicen los estudioso de las costumbres.
miércoles, 5 de marzo de 2008
CIRUGÍA ESTÉTICA...UN MUY MAL REGALO PARA UNA NIÑA ADOLESCENTE
Publicado por nancho en 4:47
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