domingo, 23 de marzo de 2008

COMUNISTAS CHILENOS: ENTRE LA ESPADA Y LAS LENTEJAS

Por:Arturo Alejandro Muñoz
Fuente: KaosenlaRed [23.03.2008]

¿PODRÁ EL PARTIDO comunista reactivar sus cuadros y programas para reposicionarse en la política chilena? La que fuera tienda política de Emilio Recabarren, Pablo Neruda, Gladys Marín y Volodia Teitelboim, en su mejor momento, contó con un porcentaje de votos cercano al 20% durante la administración presidencial de Salvador Allende. Hoy, con serias dificultades, se han aproximado a un escuálido 06% que de nada le sirve en el sistema binominal.

Hubo un tiempo en que esa tienda mostraba su orgullo asegurando que en nuestro país se encontraba el tercer partido comunista más importante del mundo occidental y democrático, después de Italia y Francia, naciones donde el PC mantiene votaciones significativas y a veces desequilibrantes en los comicios parlamentarios y municipales.

No es el caso de Chile. Aquí, los miembros del conglomerado que creara el histórico sindicalista Emilio Recabarren, han ido de mal en peor desde el momento mismo en que Augusto Pinochet les declaró una guerra unilateral y sangrienta, persiguiéndolos con la saña y tenacidad propia de un tirano sin escrúpulos. Pero, de un tirano que contó con el apoyo inclaudicable de mentes e intereses capitalistas que representaban poderes económicos aún mayores.

Se vino a menos el PC criollo durante las administraciones concertacionistas proclives abiertamente a la economía de libre mercado, y a la expoliación comandada por tiburones transnacionales que no trepidan en esquilmar territorios ajenos a su propia nacionalidad. Frente a estas verdades, el PC nunca dispuso de respuestas sólidas ni de programas confiables. Más bien se dejó llevar por la insípida ‘fortaleza’ de su propia historia partidista, la que ha sido insuficiente para realimentarlo.

La ciudadanía tiene la percepción de que, aunque las políticas económicas de la Alianza y la Concertación sean muy parecidas, hoy no es lo mismo Bachelet que Piñera, aunque para muchos electores tales diferencias parezcan anecdóticas e irrelevantes en lo esencial. Ellos saben que sus votos por la izquierda-izquierda irán directamente a la papelera y es entendible que, siendo de izquierda e incluso compartiendo el ideario del Juntos Podemos, voten por la Concertación pues no tienen otra alternativa, ya que el voto ‘nulo’ –apuntado como flecha o dardo contra el sistema- no ha sido aceptado, hasta ahora, por la masa laboral en cuanto a otorgar un rechazo oficial a los dueños del establishment.


Si hacemos memoria, podremos recordar que en las últimas elecciones presidenciales del año 2006, muchos ciudadanos de la izquierda radical, incluso más allá del ‘Juntos Podemos’, que nunca votaban, lo hicieron por la Concertación para ‘expulsar’ a la Alianza de las cercanías de La Moneda, conscientes de que puestos a buscar un resultado práctico, por muy radicales de izquierda que se considerasen, lo único que para ellos tenía sentido, coyunturalmente, era votar por los pseudos socialistas.

¿UN NUEVO ACUERDO POLÍTICO?

Para la Izquierda la tarea es mayúscula, pues la economía capitalista en Chile podrá presentar algunas dificultades en las cifras macroeconómicas, pero estructuralmente está en un momento de solidez frente a las actuales turbulencias internacionales. Y ello parece resultar suficiente argumento oficial en orden a mantener inefablemente ‘orgulloso’ y pasivo al mismo pueblo que está sumido en deudas y carencias merced a la aplicación a ultranza de un sistema neoliberal bastante salvaje.

Si a lo anterior se agrega la retahíla de consecuencias políticas derivadas del sistema binominal, el panorama se oscurece aún más ya que un 20% de la población electoral chilena queda sin posibilidad de representación en el Poder Legislativo, lo que favorece claramente a aquellos sectores que se afanan por legislar en beneficio exclusivo del capital y la inversión, en detrimento del mundo laboral.

Luego de constatar el fracaso electoral del pacto ‘Juntos Podemos’ que llevó a Tomás Hirsch –miembro del Partido Humanista- como candidato a la Presidencia de la República, la dirigencia del PC estimó necesaria una aproximación hacia sus antiguos ‘compañeros de ruta’ en años mejores: los socialistas y algunas líneas internas del PPD. Pero aquello traía aparejada una consecuencia significativa: quebrar el pacto del ‘Juntos Podemos’ y abandonar a los aliados humanistas. Algunas voces al interior del propio partido de la hoz y el martillo protestaron asegurando que eso era “venderse por un plato de lentejas mal cocinadas”.

Las ‘lentejas’ no eran sino un par o un trío de vacantes para el PC en los listados concertacionistas de las futuras elecciones parlamentarias el año 2009. A su vez, el Partido Socialista sacó cuentas y concluyó que el posible 06% del total de sufragios nacionales –perteneciente a los comunistas- servirían para desequilibrar la balanza a favor de la Concertación y, por supuesto, de la tienda socialista.

La exigencia planteada a los dirigentes Teillier y Carmona por las cúpulas socialistas y pepedeístas apuntó a la omisión del PC en algunas comunas en la ya cercana elección edilicia. No obstante, tal omisión debía ser aceptada también por el principal aliado del PC, el Humanismo que dirige Marilén Cabrera, pues el señalado 05% resultaba a todas luces insuficiente para concretar el acuerdo.

Pero, el PH no marcha solo en la batalla por reformar el sistema económico y social, ya que le acompañan otros sectores menores cuya sumatoria de sufragios es nada desdeñable, como es el caso de la Izquierda Cristiana, la “Surda”, y algunos grupos proclives al anarco-sindicalismo que en el último tiempo han logrado reverdecer laureles en estamentos universitarios y poblacionales.

Esos sectores acusan al Partido Comunista –o mejor dicho, a sus dos principales dirigentes (Teillier y Carmona)- de propugnar un acuerdo con la Concertación exclusivamente para llevar a los máximos responsables del partido de Recabarren al Congreso Nacional. El quiebre se produjo hace ya un año y no tiene visos de recomponerse, pues el propio Tomás Hirsch ha salido en defensa de la posición manifestada por Marilén Cabrera en cuanto a seguir (los humanistas) privilegiando el camino propio que una vez trazara el ‘Juntos Podemos’.

Los Humanistas insisten en que resultará en extremo difícil lograr darle cierto aire ‘social’ al actual escenario económico, donde dominan y predominan legislaciones ampliamente favorables para los inversionistas, ya que tanto en lo impositivo como en lo laboral, desde hace treinta años, las reglas del juego no sólo han girado en favor exclusivo del empresariado sino, además, lograron decantar las posturas progresistas que muchos políticos mostraban como principal componente de sus programas parlamentarios. El último dardo iba dirigido con claridad a la Concertación.

Algunos sectores de la actual izquierda chilena dicen entender que la lucha política y democrática no es sólo contra el sistema y sus principales administradores (UDI y RN) sino, además, contra quienes hoy lo sustentan y administran, por mucho que estos últimos pretendan figurar como ‘progresistas’. Ello significa aceptar –aunque parezca doloroso- que la dirigencia de la Concertación también forma parte del contingente neoliberal, pues se ha aliado voluntariamente a los intereses del empresariado transnacional y a las voluntades de quienes en el pasado reciente fueron responsables del quiebre dramático de la institucionalidad democrática.

Así, el avance del acuerdo PC-PS-PPD se ha entrabado seriamente por la negativa Humanista de participar en él bajo las actuales circunstancias. Entonces, los dirigentes socialistas y pepedeístas –ni cortos ni perezosos- invitaron al PH a conversar y reflexionar sobre la conveniencia múltiple de un nuevo pacto, un “new deal” cuya mira está puesta en derrotar a un candidato aliancista (Piñera) que asoma en las encuestas con aires ganadores, pero sin rozar al sistema ni con el pétalo de una rosa.

Sectores juveniles del espectro más radical, a la hora de ponerse a sacar cuentas, han manifestado que lo coyunturalmente necesario –dadas las circunstancias vigentes- podría ser el triunfo de Sebastián Piñera para, recién entonces, una vez agudizadas las contradicciones del modelo económico a través de huelgas y paros, rearticular una izquierda en serio, masiva, con programa claro y fuerza electoral suficiente para influir en la legislación y en las decisiones de alto nivel. Obviamente, como ha sido tradicional en los últimos cuarenta años, tal perspectiva aterroriza al PC chileno.

En eso está ahora el intríngulis político parido por los propios dirigentes comunistas, quienes ven con pavor cómo sus intenciones pueden irse al tacho de la basura y, además, ellos mismos en cuanto tienda política, ser superados por una emergente realidad de la actual izquierda criolla que ha comenzado a replantear sus estructuras mediante la idea –aún en ciernes- de alzar un amplio frente anti neoliberal que recoja sentimientos y esperanzas de una masa cercana al 20% del electorado.

Si ello ocurre, indudablemente el PC quedará aislado y en franca declinación política terminal…todo por un plato de lentejas, y mal cocinadas.

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