sábado, 8 de marzo de 2008

CRÍMENES KAPITALES

Por: Francis Wheen(Inglaterra)
Fuente: Piensachile.com (07.03.08)

“Por supuesto”, escribió el teórico francés Louis Althusser, “todos hemos leído, y leemos, Das Kapital”.

Por supuesto que no lo hemos leído, ni lo leemos.

Incluso el propio Althusser, quien escribió un libro sobre el tema, eventualmente confesó en sus Memorias que él era un “tramposo y un farsante”, que no había leído más que “unos pocos pasajes de Marx”.

Sin embargo, en un sentido más amplio, él estaba en lo correcto: desde la publicación del primer volumen de Das Kapital –el único completado en vida de Marx – lo hemos leído en el mudo que nos rodea, en los dramas y conflictos de la historia contemporanea.

Como el “Burgués gentilhombre”, de Moliere, quien descubrió para su sorpresa que había estado hablando en prosa por cuarenta años sin saberlo, muchos han absorbido las ideas de Marx sin siquiera darse cuenta.

Piensen ustedes en el famoso slogan que los voluntarios de la campaña de Bill Clinton pegaron en sus muros en la elección presidencial de 1992: “Es la economía, estúpido”- un perfecto compendio del argumento de Marx de que somos criaturas de nuestras circunstancias materiales, y que los cambios de los métodos de producción afectan profundamente todas nuestras relaciones sociales, mucho más allá del lugar de trabajo.

Aunque muchos que no lo han leído asumen que su inconclusa obra maestra es un tratado de economía, el propio Marx lo veía como una obra de arte, que rompe las estrechas convenciones de la economía política por medio de un collage literario radical que yuxtapone voces y citas de la literatura y la mitología, con reportes de los inspectores de fábricas y cuentos fantásticos.

Das Kapital tiene probablemente tantas alusiones a Shakespeare como a Adam Smith. Mezcla sátira, melodrama, horror gótico y reportaje para hacer justicia a la irresistible, aunque misteriosa fuerza que gobierna nuestros motivos materiales e intereses.

Lo que probablemente sea la razón de por qué algunos lectores encuentran tan difícil pasar más allá de las primeras páginas. Nada nos ha preparado para una obra como esta, [nos sentimos ante ella] más bien como un gentleman de plena era victoriana que se encontrara de pronto en una galería de arte londinense con una pintura de goteo de Jackson Pollock.

Marx nos hizo la tarea más difícil al ubicar una de las más abstractas y mareadoras secciones –el ensayo sobre las mercancías- como capítulo de apertura. “Asumo, por supuesto, un lector dispuesto a aprender algo nuevo y por lo tanto a pensar por sí mismo”, le replicó impertinentemente a su amigo Friedrich Engels cuando éste le suplicó poner el referido ensayo más adelante en el libro.

Pero había un propósito en esta perversidad. Véase los verbos que elige Marx en la primera frase: “La riqueza de las sociedades en las que prevalece el modo de producción capitalista, aparece como una ‘inmensa colección de mercancías’; la mercancía individual aparece como su forma elemental.”

Estamos ingresando en un mundo de apariciones, de ilusiones, un mundo invertido en el cual los objetos inanimados –mercancías, ya sea un iPod o una cartera de moda- adquieren una tremenda vida y vigor, mientras que los trabajadores humanos que las producen son reducidos al status de máquinas inanimadas, que son amenazados por sus propias creaciones, como Frankenstein y su monstruo, según nos recuerda Marx.

En el capítulo sobre la Jornada de Trabajo, poblado de mujeres que lloran y de agotados niños obreros, Marx nos muestra el costo humano de las formulas aparentemente impersonales blandidas por los economistas clásicos, en escenas reminiscentes del Inferno de Dante.

Das Kapital no es un texto sagrado, a pesar del intento de algunos marxistas de presentarlo como tal. Hay en él silencios y omisiones, errores y conceptos falsos. El hecho de que Marx descubriera brillantemente un nuevo continente –la Terra incognita del capitalismo industrial- no significa que él haya dibujado todos sus mapas correctamente.

Aun así, al penetrar los velos de la ilusión, Marx puso a la vista por primera vez la explotación y la alienación, así como la destrucción creativa por medio de la cual vive el capitalismo.

Posteriormente al fin de la Guerra Fría, algunos críticos sugirieron que Das Kapital era ahora obsoleto, irrelevante -pero no por mucho tiempo.

Al producirse en 1998 el pánico de los mercados de Asia y de otras partes del mundo, el Financial Times se preguntó en voz alta si acaso no nos habremos movido “desde el triunfo del capitalismo global a su crisis, en apenas una década”.

El artículo fue titulado: “Das Kapital revisitado.” Mientras dure el capitalismo Das Kapital no perderá nunca su resonancia, ni su poder para poner al mundo bajo un nuevo y más claro foco.

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