viernes, 28 de marzo de 2008

EL ESTADO FAENADO

Por: Juan Pablo Cárdenas S
Fuente: el clarín de Chile (27 de marzo de 2008)

Nuestra Presidenta de la República tiene una oportunidad magnífica de hacer frente al estado de corrupción que afecta a la política. Una lacra ya insoslayable que amenaza severamente nuestra consolidación democrática. Al país ya no le cuentan cuentos respecto de que somos un país probo y que las denuncias que se suceden se refieren a casos puntuales que pueden ser resueltos y castigados por la fortaleza de nuestras instituciones.

El recuento de las “irregularidades” compromete a un amplio número de reparticiones y empresas públicas y los imputados recorren todo el espectro político del oficialismo, como ahora, de los partidos opositores en los gobiernos comunales. Ingentes recursos del estado se han desviado a financiamientos electorales o han parado en el bolsillo de los denominados operadores políticos asignados en las diferentes alcancías fiscales como Ferrocarriles del Estado, la Corporación del Cobre, la Dirección de Deportes y hasta la propia Gendarmería. Suculentos honorarios para pagar informes y asesorías que nunca se realizaron, millonarias coimas pagadas por empresas privadas y extranjeras para obtener la concesión de obras públicas y suministros. Turbios manejos de los recursos educacionales e incluso usurpación de los dineros destinados a fomentar el empleo.

Connivencia entre políticos de mayor o menor cuantía, empresarios inescrupulosos y jueces para faenar el erario nacional, nunca antes tan provisto como ahora, gracias al precio colosal de nuestro cobre. Vergonzosas adquisiciones de aviones de guerra y armamentos que enriquecen las cuentas corrientes de los oficiales chilenos que las convienen en el extranjero. Universidades, fundaciones, clubes y organizaciones sindicales arrastradas por la codicia, burlando su deber de no lucrar. Especulación flagrante de los proveedores de frutas y verduras; usura en el crédito de los bancos, financieras y multitiendas; ganancias fastuosas de empresas que apenas pagan el salario mínimo y no reparten peso alguno de tales utilidades a sus trabajadores. Pereciera que muchos chilenos quieren seguir la huella de los políticos.

Más de 300 mil macro y microtraficantes reconocidos por la policía que infectan de droga y crimen a las poblaciones más humildes y a los jóvenes más vulnerables. Más de un centenar de pasos cordilleranos detectados por donde transita la cocaína y otros estupefacientes. Resoluciones judiciales e indultos gubernamentales que favorecen a sus capos; “milagrosa” escapada de narcos mexicanos que se habían asentado en nuestro país y adquirido lujosas viviendas y equipadísimos automóviles, ¿sin ser detectados? por los servicios de seguridad e Impuestos Internos. Criminales atentados contra nuestros más delicados ecosistemas por palogruesos empresarios amigos de los políticos y que logran vulnerar las normas medioambientales y conseguir, en el más descarado lobby en el Parlamento, ventajas para sus operaciones de pesca e instalación de industrias altamente contaminantes como las de la celulosa y el cultivo del salmón. ¿Negligencia política? para encarar a tiempo una estrategia energética y fomentar el transporte público que favorece a los importadores de gas e incentiva el negocio de los importadores de buses y vehículos privados. Incentivos tributarios para las inversiones extranjeras que se “hacen la América ” con nuestros recursos no renovables, mientras que a los pequeños y medianos emprendedores se los hostiga con normas, trámites y gravámenes… ETCÉTERA.

Efectivamente, la Presidenta tiene una gran oportunidad en su segundo tiempo presidencial para hacer más que sus antecesores en materia de probidad. Si bien su condición de mujer ya no marcó gran diferencia respecto de los varones y barones de la política, quizás pudiera lograrla en el combate a la corrupción tan alimentada por prácticas como el cuoteo, la perpetuación de los mismos en las funciones públicas, el binominalismo electoral y la inexistencia de una prensa poderosa, independiente y diversa que cumpla con uno de sus objetivos fundamentales: vigilar a la autoridad.

De otra forma, es muy poco probable que le entregue la banda presidencial a alguien de la Concertación , que es lo que más se teme en su conglomerado. Es posible que le suceda el más profundo desencanto ciudadano y, por que no, una nueva crisis institucional de incierto signo político, pero casi siempre de trágico desenlace.

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